Alan Watts

El camino del Tao


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      Tabla 3

       Evolución de la escritura china

      Columna 1: Cursiva arcaica.

      Columna 2: Estilo pequeño sello.

      Columna 3: Clásica y moderna (uso del pincel).

      Con el objeto de simplificar las cosas aún más, el chino no establece distinciones rígidas entre las partes del discurso. Los sustantivos y los verbos a menudo son intercambiables y también pueden cumplir la función de adjetivos y adverbios. Cuando cumplen la función de sustantivos no es necesario tener en cuenta el género –con el cual los adjetivos deben concordar– y no son declinados; cuando se los utiliza como verbos, no se los conjuga. Si es necesario, se utilizan algunos ideogramas simples para señalar si la situación es pasada, presente o futura. No hay dificultades con respecto a es, era y será, ni a is, was, were y will be, y mucho menos con respecto a suis, es, est, sommes, êtes, sont, fus, fûmes, serais y sois, las diversas formas de los verbos ser, to be y être. Cuando se traduce literalmente al inglés, el chino se lee como un telegrama:

      Virtud superior no virtud está siendo virtud.

      Si elaboramos la frase, la traduciremos así: «La virtud superior no es intencionalmente virtuosa; justamente por eso es virtud». El idioma chino es más chocante y obliga a pensar.

      Por esta razón, resulta difícil ser exacto en el idioma chino o establecer con claridad esas distinciones que son necesarias y propias de los análisis científicos. De cualquier manera, el chino cuenta con la ventaja peculiar de que es capaz de decir muchas cosas al mismo tiempo y darle significado a todas, motivo por el cual se han realizado por lo menos setenta traducciones de Lao tzu al inglés. Por otra parte, cuando es necesario ser más exacto, se utilizan palabras compuestas. Así, sheng 生, que significa entre otras cosas «nacer», puede especificarse como 生育 parto; 生出世 nacer del mundo; 生下 o 生成养 engendrado, teniendo esta última, además, el significado de crianza. Luego uno distingue 胎生 nacido de un útero; 卵生 nacido de un huevo o nacido por metamorfosis, como en el caso de la mariposa.

      El orden de las palabras es un aspecto importante de la gramática china. Aunque en muchos sentidos está relacionado con el idioma inglés y, por ejemplo, no traslada los verbos al final de la oración –como en el latín y el alemán–, uno debe tener el cuidado de distinguir 手背 palma de la mano, de 背手 las manos en la espalda; y mientras 皇上 es el emperador, 上皇 es su padre, o el difunto emperador. Esto no es tan diferente de → ↑ gire a la derecha y suba, y ↑ → suba y gire a la derecha.

      Durante mucho tiempo he reivindicado la enseñanza del idioma chino en las escuelas secundarias no sólo porque inevitablemente tendremos que aprender a comunicarnos con los chinos sino porque, de todas las culturas superiores, la suya es la que más difiere de la nuestra en sus modos de pensamiento.

      Todas las culturas se basan en supuestos y dan por sentado que éstos son apenas conscientes y sólo cuando estudiamos culturas y lenguajes altamente diferenciados tomamos conciencia de ello. El promedio standard de las lenguas europeas, por ejemplo, cuenta con oraciones construidas de modo tal que el verbo (acción) debe ser puesto en marcha por el sustantivo (cosa), con lo cual se plantea un problema metafísico tan tramposo, y probablemente tan carente de sentido, como es el de la relación de la mente con el cuerpo. No podemos hablar de «conocimiento» sin dar por sentado que existe algún «alguien» o «algo» que conoce, sin comprender que no se trata más que de una convención gramatical. La suposición de que el conocimiento exige un conocedor no se basa en una regla existencial sino en una regla lingüística que se vuelve obvia cuando consideramos que para que llueva no hace falta un llovedor y para que se nuble no hace falta un nublador. Por eso, cuando un chino recibe una invitación formal, responde simplemente con la palabra «Enterado», indicando que está informado y que irá o no.2

      Consideremos, además, el sorprendente experimento llevado a cabo por Rozin, Poritsky y Sotsky, de la Universidad de Pennsylvania, que descubrieron que los niños del segundo curso que estaban atrasados en el aprendizaje de la lectura podían aprender a leer el chino con facilidad y, en el lapso de cuatro semanas, lograban construir oraciones simples.3 No sé si alguien ya ha aplicado este método a los niños sordos, pero parece obvio que un lenguaje ideográfico sería el medio de comunicación por escrito ideal para ellos. A menudo uno nota que, en sus conversaciones, tanto los chinos como los japoneses dibujan ideogramas con sus dedos en el aire o en la mesa, para aclarar la ambigüedad o vaguedad de la palabra hablada. [¡Es un ardid dibujarlos de atrás para adelante o de arriba hacia abajo en beneficio de la persona que se encuentra frente a ti!]

      En ocasiones se dice que la escritura china (al igual que la pintura) contiene un «alfabeto», en el sentido de que posee un número determinado de componentes tipo.4 También se dice, no muy correctamente, que el ideograma yung,5 «eterno», contiene todos los trazos básicos utilizados en la escritura china, aunque no logro ver que incluya el fundamental «bone stroke» (trazo de hueso) ー o formaciones tales como ㇾㇺ. Tan pronto como uno se familiariza con los trazos elementales y las formas que componen los ideogramas, éstos son reconocidos y recordados con más facilidad, incluso antes de conocer su significado en inglés. La lectura china es, fundamentalmente, lo que los técnicos de la comunicación denominan «reconocimiento de los modelos»: una función de la mente que todavía es manejada de modo rudimentario por las computadoras, pues se trata de una función no lineal. La mente reconoce de inmediato que tanto A a A a A a como son la misma letra, pero actualmente las computadoras tienen problemas con esto. Aunque no parece del todo inconcebible que una computadora pueda incorporar el k'ai shu –el estilo formal y rígido de la impresión china– y así comenzar a aproximarse a un método no lineal de pensamiento.

      La idea de lo «no lineal» es desconocida para muchas personas, de modo que la explicaré con más detalle. Un buen organista, utilizando diez dedos y dos pies, puede interpretar mediante acordes doce melodías al mismo tiempo aunque, a menos que sea muy hábil con sus pies, éstas deberán tener el mismo ritmo. Pero seguramente puede ejecutar una fuga en seis partes, cuatro con las manos y dos con los pies; en lenguaje matemático y científico cada una de esas partes se denomina variable. El funcionamiento de cada órgano del cuerpo es también una variable, al igual que, en este contexto, la temperatura, la constitución de la atmósfera, el entorno bacteriano, la longitud de onda de las diversas formas de radiación, y el campo de gravedad. Pero no tenemos idea de cuántas variables podrían distinguirse en cualquier situación natural dada. Una variable es un proceso (p. ej., la melodía, el pulso, la vibración) que puede ser aislado, identificado y medido por medio de la atención consciente.

      El problema de operar con variables es doble. Primero: ¿cómo reconocemos e identificamos una variable o un proceso? Por ejemplo, ¿podemos pensar en el corazón como algo separado de las venas o en las ramas en tanto que separadas del árbol? ¿Qué delineamiento distingue exactamente el proceso de la abeja del proceso de la flor? Estas distinciones siempre son algo arbitrario y convencional, aun cuando sean descritas en un lenguaje muy exacto, debido a que las distinciones residen más en el lenguaje que en lo que éste describe. Segundo: no hay un límite conocido para el número de variables que pueden estar implicadas en cualquier situación, natural o física, como por ejemplo la incubación de un huevo. Los límites de la cáscara son claros y definidos pero cuando comenzamos a pensarlo, la cuestión se pierde en consideraciones sobre la biología molecular, el clima, la física nuclear, la técnica de crianza de aves de corral, la sexología ornitológica, etcétera, etcétera, hasta que nos damos cuenta de que este «simple hecho» será considerado –si podemos manejarlo– en relación con todo el universo. Pero la atención consciente,