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Dirección de la obra: José M. Parramón Vilasaló
Texto: Jesús Ballaz
Ilustraciones: Francesc Infante
Editor: Rafael Marfil Mata
Editor auxiliar: Isidro Sánchez
Documentación: M. Pilar Queralt del Hierro
Layout: José M. Parramón Vilasaló
Portada: Salvador Olmedo González
Ángela Berenguer Gran
1a edición: septiembre, 1987
© Copyright ParramonPaidotribo—World Rights
Published by Parramon Paidotribo, S.L., Badalona, Spain
Fotocomposición: Llovet, S.A.
ISBN: 84-342-0947-0
ISBN EPUB: 978-84-9910-362-4
En el país de los
faraones
Jesús Ballaz • Francesc Infante
Vuelo a una tierra fascinante
María sale del aeropuerto de Madrid llena de ilusiones. Ver las pirámides, el río Nilo y sus canales, el desierto... La niña va con sus padres a pasar unos días en casa de Said, un amigo egipcio de su padre, que estudió en España.
El avión empieza a perder altura después de cruzar el mar Mediterráneo. Antes de aterrizar en El Cairo, la capital de Egipto, María contempla, a vista de pájaro, una impresionante mancha de verdor.
Es el delta del río Nilo, un increíble oasis en la inmensidad del desierto egipcio. Se trata de un triángulo de 150 km de lado en el que viven millones de egipcios. No hay lugar en Europa en que viva tanta gente en tan poca extensión, mientras que el resto de Egipto, dos veces mayor que España, es un desierto.
María está impaciente por conocer a Mohammed, el hijo de Said. ¿Se entenderá con él?
Aunque va hacia algo desconocido, la atracción de lo que ha visto de Egipto en películas y fotografías puede más que el temor que siente.
La piedra de Rosetta
Mohammed está contento de tener una amiga europea. Tiene interés en que conozca no sólo el Egipto actual, sino también el de los faraones, siempre tan fascinante.
Era tan grande el deseo de Mohammed de que su amiga conociera las maravillas de Egipto, que casi antes de que María deshiciera las maletas ya le estaba hablando de su querido país.
—Napoleón intentó conquistar Egipto en 1798. Su aventura guerrera sólo duró dos años. Pero quedó admirado de lo que aquí vio. A partir de 1800, un grupo de sabios empezó a sentir interés por Egipto.
»Este país era un misterio. La lengua que hablaba la gente no tenía nada que ver con los signos que se encontraban en las piedras y en los papiros, que son, como sabes, los rollos de papel en los que escribían nuestros antepasados...
—Sí, ya sé que hace miles de años cada dibujo representaba una idea: la fuerza, la humildad... —le contesta María.
—La vida del antiguo Egipto se empezó a conocer cuando se descubrió una piedra en Rashid, la piedra de Rosetta. Estaba escrita en griego y con signos que significaban ideas: el lenguaje jeroglífico. El sabio francés Champollion, que acompañaba al ejército de Napoleón, pudo llegar a entender cada signo, comparándolo con las palabras griegas. Así se pudieron leer los signos grabados en las columnas de los templos egipcios. Y la humanidad pudo conocer la vida y las costumbres de una época fascinante.
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