Dirección de la obra: José M. Parramón Vilasaló
Texto: Isidro Sánchez
Ilustraciones: Conxita. Rodríguez
Coordinación general: Rafael Marfil Mata
Layout: José M. Parramón Vilasaló
1a edición: septiembre, 1987
© Copyright ParramonPaidotribo—World Rights
Published by Parramon Paidotribo, S.L., Badalona, Spain
Fotocomposición: Llovet, S.A.
ISBN: 84-342-1023-1
ISBN EPUB: 978-84-9910-363-1
En el pais de los
mongoles
Texto: Isidro Sánchez
Ilustraciones: Conxita Rodríguez
Munlik, el niño mongol
Munlik acaba de cumplir diez años. Tiene el pelo negro, la piel amarilla oscura y los ojos oblicuos. Es un niño mongol.
Su país, Mongolia, es pobre. El clima es muy duro. Nieva y hace mucho frío en invierno y, en verano, llueve tan poco que la tierra es muy seca y casi no se cultiva.
El territorio de Mongolia, tres veces más grande que España, se describe tan sólo con dos palabras: desierto y estepa.
El desierto es uno de los más grandes de la Tierra: el de Gobi. La estepa es una inmensa llanura sin montañas ni árboles.
Sólo al norte del país, junto a los grandes lagos Ouus Nour y Khöusqöl y en los montes Khingan, hay frondosos bosques, en los que viven manadas de renos y ciervos.
Ulan Bator, una ciudad moderna
En Ulan Bator, la capital de Mongolia, vive Munlik con sus padres. Es una ciudad pequeña. Pero para el pueblo mongol es una gran ciudad.
Porque los modernos edificios o las fábricas de pieles de Ulan Bator son grandes signos de riqueza para un pueblo como el mongol, que ha sido siempre pastor y no está acostumbrado a vivir en ciudades.
Pero otros mongoles, como Munlik y su familia, no son pastores y viven en las pocas y pequeñas ciudades que hay en Mongolia.
Munlik vive con sus padres en un barrio de altos bloques de viviendas iguales recién construido.
En el pequeño piso, Munlik y su familia disponen de algunas comodidades modernas, como el aparato de radio que tienen en el comedor, sobre un viejo mueble lleno de fotografías.
Hulun, la madre de Munlik, prepara la cena en la cocina, mientras el niño y su padre esperan en el comedor. Es una cocina sencilla y pequeña. Pero Hulun se siente muy orgullosa de ella.
El piso es propiedad del Estado. Porque en Mongolia, el Estado es el propietario de las viviendas, las fábricas, las tiendas o los autobuses.
Toghrul, el padre de Munlik, trabaja en una tenería, una fábrica de pieles. Toghrul está orgulloso de ello, porque sabe que así contribuye a que su país comience a levantar una pequeña industria con los productos que tiene en abundancia: la lana de sus ovejas, una de las mejores del mundo, o la piel de la marta y el zorro.
Un millón de motos
La moto hace mucho ruido. Es una grande y destartalada motocicleta, por cuyo tubo de escape sale una nube de humo negro. Necesita una reparación urgente.
Pero el padre de Munlik está contento con su moto. Piensa que las numerosas motos que se ven actualmente en Mongolia simbolizan el progreso que empieza a entrar en su país.
— Antiguamente, los mongoles teníamos un millón de caballos; dentro de unos años, tendremos un millón de motos — bromea algunas veces con su hijo.
Sentado en el asiento trasero de la moto, Munlik acompaña a su padre a dar un paseo por Ulan Bator.
En la ancha avenida de Natsagdordj, hay muy poco tráfico. Tan sólo se cruzan con una vieja camioneta que transporta pieles, un autobús repleto de soldados y un anticuado automóvil negro, en el que seguramente viaja algún miembro del gobierno, que son los únicos que tienen coche en Mongolia.
Pasan por el puente sobre el río Toula. Y en seguida llegan a la gran plaza de Soukhe Bator, donde está el edificio del Parlamento.
En la plaza, dos jinetes pasean montados en sus caballos. Los cascos de éstos se han acostumbrado al pavimento de la plaza y no se espantan por el ruido que hace la moto del padre de Munlik. En Ulan Bator, conviven perfectamente el pasado y el presente.
En el mercado de pieles
AMunlik le gusta la parte moderna de su ciudad.
Pero prefiere pasear por Gandan, donde está el mercado de pieles. Allí está también el monasterio de los lamas, monjes que pasan su vida rezando a Buda, que ha sido el dios de los mongoles durante muchos siglos.
Lo que más les gusta a Munlik y a su padre cuando van a Gandan es el mercado de pieles. Es una gran explanada, en la que gentes alegres, sonrientes, miran, tocan y revuelven piezas de tela, botas de cuero negro y, sobre todo, pieles.
—Gandan es un mercado de pieles muy importante —le dice Toghrul a su hijo— . Pero para nosotros, los mongoles, es, so bre todo, un lugar donde encontrarnos y charlar.
El mercado de Gandan está cercado con una valla de cañas. Al otro lado, hay un gran barrio de yurtas, la redonda tienda blanca que durante siglos ha sido la vivienda de los mongoles.
Y lo sigue siendo. Porque aunque en el centro de Ulan Bator se han construido bloques de viviendas, muchos mongoles prefieren seguir viviendo en sus yurtas y pisar la amarillenta tierra de la estepa. Por eso, en las afueras de Ulan Bator hay extensos barrios de yurtas, que forman un cinturón blanco entre la ciudad y la estepa.
Más allá se ven los tejados del Palacio Verde, un antiguo monasterio que ha sido convertido en museo. Las tejas verdes y doradas del tejado brillan al sol de la tarde, que se oculta tras el monte Bogdo.
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