ion>
Lepanto
El perro que cambio sólo la historia… de una persona
Reynaldo David De Jesús Arias
Ilustrado por
Alejandro Rodríguez González
© Reynaldo David de Jesús Arias
© Lepanto. El perro que cambio sólo la historia… de una persona
Ilustraciones: Alejandro Rodríguez González
Septiembre, 2020
ISBN formato ePub:
Editado por Bubok Publishing S.L.
Tel: 912904490
C/Vizcaya, 6
28045 Madrid
Reservados todos los derechos. Salvo excepción prevista por la ley, no se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de dichos derechos conlleva sanciones legales y puede constituir un delito contra la propiedad intelectual.
Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).
Hasta en las peores circunstancias, el perro será el mejor amigo del hombre.
Índice
Benduque
Lepanto
Melissa
La escuela
Mascotas
La escuela
Sobre el ilustrador
Sobre el autor
Renata
Renata dando un paseo con Ceferino
Mi padre es Ceferino, y trabaja para un señor llamado Efrén, dueño del rancho San Florencio, es un rancho, o era un rancho, donde vivía una gran familia, pero que se fueron yendo, hasta que solo se quedó a vivir el papá de todos, de nombre Miguel, un señor muy tranquilo, pero creo que se murió de tristeza cuando falleció su mujer, que no me acuerdo como se llamaba, o si mi padre me lo dijo algún día ya se me olvido. Pero dice mi papá que tío Miguel vivió sólo varios años más, hasta que ya no pudo levantarse por sí mismo. Que él ya había decido morir ahí, pero a sus hijos se les hizo más fácil llevárselo a la ciudad, donde de todas maneras se murió conectado a tubos y más tubos, murió triste, porque su idea era morirse en la casa que el mismo construyó con sus manos.
Cuando se muere el tío Miguel, no sé qué problemas hubo, pero hasta la policía tuvo que intervenir y al último, el rancho quedo abandonado. Mi papá lo cuidaba, íbamos dos veces a la semana a darle un vuelta a la casa, y los fines de semana nos íbamos todos para allá, es muy bonito, porque hay muchos árboles frutales, mi padre aprovechaba para hacer un recorrido de la cerca de alambre que rodea el rancho, se iba por la mañana y regresaba por la tarde, siempre lo acompañaba la perra Pinta, hasta que tuvo a sus cachorros. De los 5 cachorros que tuvo, solo nos quedamos con el Canelo, eso a insistencias mías, porque si fuera por mi padre lo habría regalado también.
Qué bueno que no lo regalo, porque la perra Pinta y el Benduque, que es por así decirlo su pareja están muy viejos. Es como si ya no hubiera perros, se la pasan esperando con paciencia la muerte. Siempre he dicho que un rancho sin perros no es un rancho; ya que la soledad se pasea de un lado a otro. Pero con los perros es diferente se siente la confianza y la seguridad de que siempre hay alguien vigilando.
El Canelo, resulto ser un buen perro, siempre fiel, siempre junto a mi padre, no es cusco, creció muy rápido, no sé porque salió Canelo, los otros cachorros salieron pintos, pero él salió Canelo, y Canelo se le quedo. Con tan solo 4 meses, ya no dejaba a mi padre salir solo, él era el primero en ir al frente en cuanto oía la puerta abrirse.
Pero un fin de semana, cuando regresaron de hacer el recorrido de siempre, donde mi padre tuvo que arreglar varios postes y alambres que se habían caído, así que regreso tarde. No nos dimos cuenta, pero Canelo regreso cojeando.
No le dimos importancia, hasta varios días después cuando nos percatamos de que se le estaba formando una bola en la pierna trasera izquierda, a tal grado que ya no se quiso levantarse, ya no comía, yo realmente pensé que se iba a morir.
Por eso conocí a Lepanto, mi padre fue a recibir al señor Efrén, quien se hará cargo del rancho y dice mi papá que lo va a vender, mi papá lo quiere comprar pero no tiene dinero. Nos contó esa noche de como operaron a Lepanto, yo al principio no le entendía, pero me explico, que Lepanto había sufrido un accidente y se había lastimado una pata, pero no una lastimada como la del Canelo, se la había aplastado, de tal manera que tuvieron que mochársela y que el señor Efrén se la corto sin más, hasta le hizo un arreglo para que sanara más rápido, ahí fue cuando pensé que podría curar a Canelo. Mi padre al principio me tiro a locas, pero después se compadeció de mí y me llevo a conocerlo.
Lepanto es un perro hermoso, cariñoso y obediente como Canelo. Ni siquiera nos ladro cuando llegamos, a mi padre lo saluda, moviendo la cola y sacando la lengua de felicidad, pero no crean, a mí en verdad me cuesta trabajo no mirar que le falta una pata, pero él no hace caso, camina a brinquitos para un lado y otro.
A mi padre, no le gusto que yo le dijera al señor Efrén que es el doctor de perros, porque dice que es de humanos, pero si cura perros, entonces es doctor de perros.
El señor Efrén es buena gente, le cayó bien Canelo, le consiguió anestesia y le curó la bola, donde tenía incrustado un pedazo de alambre, incluso lo ha tratado de una manera tan suave que Canelo no se queja.
Por ahora, canelo ya se curó y cuando voy juega con Lepanto.
Híjole que tarde, me tengo que dormir temprano, mañana debo ir a la escuela.
Конец ознакомительного фрагмента.
Текст предоставлен ООО «ЛитРес».
Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.
Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.