Víctor Manuel Fernández

Los cinco minutos del Espíritu Santo


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      Víctor Manuel Fernández

      Los cinco minutos del Espíritu Santo

      Un camino espiritual de vida y de paz

      Editorial Claretiana

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Fernández, Víctor ManuelLos cinco minutos del Espíritu Santo / Víctor Manuel Fernández. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Claretiana, 2020.Libro digital, EPUBArchivo Digital: descarga y onlineISBN 978-987-762-075-71. Oraciones Diarias. 2. Oraciones Cristianas. I. Título.CDD 242.2

      Editorial Claretiana es miembro de Claret Publishing Group

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      Primera edición en formato digital: octubre de 2020

      Versión: 1.0

      Digitalización: Proyecto451

      Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del “Copyright”, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático.

      Inscripción ley 11.723 en trámite

      ISBN edición digital (ePub): 978-987-762-075-7

      Cinco minutos diarios dedicados al Espíritu Santo pueden ser un verdadero bálsamo que vaya restaurando profundamente nuestra vida.

      En estas meditaciones y oraciones el autor recoge muchos años de trayectoria en la comunicación espiritual.

      Tanto en sus numerosos libros como en sus programas radiales y en su experiencia de acompañamiento pastoral, ha buscado ayudar a la gente a vivir mejor.

      Aunque se expresa de un modo ágil y accesible, se puede advertir en esta obra la solidez y la profundidad de su investigación teológica sobre el Espíritu Santo, la gracia y la espiritualidad.

      El libro ofrece al lector la posibilidad de recorrer a lo largo del año un sublime camino espiritual, para que su vida se llene del gozo, de la luz y de la libertad del Espíritu Santo.

      1 En estas páginas encontrarás cada día alguna meditación o una oración dedicada al Espíritu Santo. Te propongo que, después de leer, te quedes unos minutos en la presencia del Señor para que él trabaje en tu interior. Así, día tras día, podrás intentar abrirle el corazón al “dulce huésped del alma”.

      Si cada día tratas de darle un lugar en tu vida, darás tu pequeña colaboración al Espíritu Santo para que tu vida se vaya transformando. Así, en tus oscuridades entrará la luz, en tu frío se encenderá un poco más el fuego, y renacerá la alegría.

      Te sugiero que hagas ahora mismo un breve momento de oración para ofrecerle al Espíritu Santo este año que comienza, de manera que cada día de este año esté iluminado por su presencia santa.

      2 Al Espíritu Santo se lo suele representar con una llama de fuego. De hecho, el día de Pentecostés descendió sobre los Apóstoles de esa manera: “Entonces vieron aparecer unas lenguas de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos. Y todos quedaron llenos del Espíritu Santo” (Hech 2,3-4).

      ¿Por qué el fuego?

      Porque cuando el Espíritu Santo se hace presente de una manera especial, las personas no quedan igual. Se produce un cambio. Nadie puede quedar indiferente si aparece una llama de fuego en su cabeza, si allí donde hacía frío y oscuridad repentinamente hay calor y luz. Todo cambia.

      El Espíritu Santo nos permite ver las cosas de otra manera, y nos ilumina el camino para que no tengamos miedo. Él derrama calor, para que no nos quedemos acurrucados, apretando las manos y refugiándonos en un lugar cerrado. Por eso su presencia nos llena de confianza y de empuje.

      Entonces, es bueno invocar al Espíritu Santo para que inunde de color y de vida nuestra existencia:

       “Ven fuego santo, luz celestial, porque a veces me dominan las tinieblas y tengo frío por dentro. Ven, Espíritu, porque todo mi ser te necesita, porque solo no puedo, porque a veces se apaga mi esperanza.

       Ven, Espíritu de amor, ven”.

      3 En la Palabra de Dios, el Espíritu Santo se nos presenta como un fuerte ruido, que resuena potente, que sorprende, que admira: “Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. De pronto, vino del cielo un ruido, como si fuera una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban” (Hech 2,1-2). ¿Por qué ese ruido estremecedor, porque ese viento atronador, ese inesperado trueno que descoloca a quienes lo escuchan?

      Porque el Espíritu Santo es como un grito de amor que vuelve a despertar a los que están adormecidos, desganados, melancólicos. A esos que han perdido el entusiasmo en la vida y son como una vela que se apaga, el Espíritu Santo en algún momento les resuena en el corazón y les grita: “¡Despierten, salgan, vivan!”.

      Cuando parece que ya no podemos escuchar nada interesante, nada que nos anime, nada que nos estimule, el Espíritu Santo aparece como un grito en el alma: “¡No te sientas solo, aquí estoy, vamos!”

      Por eso San Agustín, después de su conversión, decía: “Señor, has gritado, y has vencido mi sordera”.

      Pidamos al Espíritu Santo que nos despierte y nos devuelva las ganas de caminar, de avanzar, de luchar; que nos regale el santo entusiasmo de los que se dejan llevar por él.

      4 El Espíritu Santo quiere regalarnos un mundo mejor. Pero más bien parece que nos hemos olvidado de buscarlo, que nuestro corazón cerrado no le deja espacio, que no nos decidimos a ponernos de rodillas e invocarlo con fe, con ansias. Él ya ha tomado la iniciativa de buscarnos. Ahora es necesario que le permitamos actuar. Te propongo que le abras el corazón y le digas con ternura:

       “Ven Espíritu Santo,

       ven padre de los pobres,

       ven viento divino, ven.

       Ven como lluvia deseada,

       a regar lo que está seco en nuestras vidas,