Jorge Ayala Blanco

La condición del cine mexicano


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      La condición del cine mexicano

      Letras Fílmicas

      Centro Universitario de Estudios Cinematográficos

      Jorge

      Ayala Blanco

      La condición

      del cine mexicano

      1973-1985

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      Universidad Nacional Autónoma de México

      México, 2018

      Para Andrés, Carlos y Gustavo,

       Laura y Rodrigo,

      por sus indispensables lealtades.

      Prólogo

      Cinco libros por el precio de uno.

      Crisis obliga, y el lector ha de disculpar el colosal tamaño de este volumen, tercero de la serie que se inició con La aventura del cine mexicano (Era, 1968; Editorial Posada, 1985) y La búsqueda del cine mexicano UNAM, 1974; Editorial Posada, 1986). En el curso de los tres meses y medio de trabajo superintensivo que duró la recopilación de materiales y la redacción final del libro, nos fuimos dando cuenta, con pavor, de que se alargaba y se alargaba, casi por su propia voluntad. No se debía tan sólo a la longitud del periodo abarcado: trece desiguales años (1973-1985), pocos en comparación con los 37 años clásicos de La aventura (1931-1967), muchos con respecto a los 5 años de cambios turbulentos que motivaron La búsqueda (1968-1972). No se debía sólo a la abundancia de materiales previos: nuestras notas sobre cine de tres lustros, aparecidas principalmente en el suplemento La cultura en México de la revista Siempre!, que apenas fueron usadas como indispensables auxiliares mnemotécnicos. Se debía a que en realidad estábamos elaborando cinco libros a la vez.

      Cinco libros de distintos tamaños (pequeños, de dimensión normal) y sabores (manualitos, breviarios, panoramas históricos). El primero, ¿Un cine popular?, resultaba un Ensayo histórico sobre la evolución del cine populachero mexicano, sus mitos y sus géneros privilegiados en los últimos años, con raíces bien fincadas en el pasado. El segundo, Una Historia mi(s)tificada, resultaba un Estudio del cine histórico mexicano, poco frecuentado tradicionalmente, pero con notables ímpetus y ambiciones sobre todo en los años setenta. El tercero, Un punto de vista de autor, resultó un Manual sobre los principales realizadores mexicanos, de la vieja y la nueva guardia así como de la generación intermedia, a base de ensayos breves, intentando capturar estilos y concepciones del mundo mediante el análisis de sus películas más destacadas y representativas. El cuarto, Un punto de vista de autora, resultó un Panorama histórico del cine femenino en México, en términos generales de surgimiento bastante reciente. El quinto, Un cine movilizado, resultó una Historia del cine político mexicano, con base específica en nuestro cine documental (tan poco estudiado) y en el cine de no-ficción en general, aunque no exclusivamente, desde sus orígenes hasta nuestros días.

      A pesar de que cada librito tenía estructura propia, a veces con lenguaje y enfoques diferentes, e incluso algunos de ellos parecían exigir plena independencia (un poco el segundo, tiernamente el cuarto, radicalmente el quinto), decidimos englobarlos dentro de un solo volumen, dándoles categoría de partes de él, tal como habíamos planeado desde un primer momento, y sanseacabó. Por supuesto, como atenuante a esta grosera reducción podemos alegar que entre esas partes existen inevitables nexos, combinatorias secretas, barajeo de los mismos nombres y hasta bienvenidas invasiones; pero en muchos casos no estamos demasiado seguros de ello. Favor de consultar los índices finales. Unas palabras preliminares sobre cada una de las partes en concreto y las líneas de fuerza que las sostienen.

      “¿Un cine popular?” vendría a ser en gran medida el sustituto actualizado de “Los temas y las series” y un poco menos de “Fuera de serie”, las partes fundamentales de La aventura. También sería la última transformación de la “Metamorfosis de los temas y las series” y una nueva aportación a “Las cabezas cómicas”, dos de las seis partes en que se dividía La búsqueda. Pero el afán de continuidad en el análisis genérico que todavía alentaba, si bien ya diversificando, al segundo de estos volúmenes, terminó llegando a un punto muerto de irrelevancias, o topándose con pared. Hay nuevos temas y nuevas series en la decadencia del cine populachero mexicano que hoy presenciamos; imposible seguir detectando los mismos temas y series del pasado, a través de vicisitudes de poca monta. Tres ejemplos contundentes de nuevas series: las películas sobre santones (capítulo “Los santones”), los engendros piratas de ambiente fronterizo (capítulo “La frontera grifa”) y los albores de un cine sobre la cultura de la naquiza (capítulos “El nacodicioso nacodiciable” y “La naquiza en si… bemol”). Tres ejemplos de rupturas tajantes en las variaciones genéricas: ni las películas de ficheras manejan los mismos datos de las viejas cintas sobre rumberas de cabaret o pupilas de burdel que acostumbraban reunirse bajo el rubro de “La prostituta” (cf. capítulo “Las ficheras”), ni las fantasías sobre la vida urbana son tan monolíticas como las que conformaban la serie sobre “La ciudad” (cf. capítulos “El escupitajo masiosare” y “El jodidismo”), ni las películas sobre jóvenes de los cincuentas o zonarroseros de los sesentas aglutinables bajo el subtítulo de “Los adolescentes” tienen el empuje de la masificación de valores juveniles por la TV comercial (cf. capítulo “La generación cachuna”) o por la lumpenización galopante (otra vez capítulo “La naquiza en si... bemol”). Al interior de los marcos que antes utilizábamos, hubiesen quedado sin ubicación precisa vivisecciones de mentalidades como las de los capítulos “La miseria sexual”, “El arraigo acústico”, “Los mexicanitos acomplejados” o “La picardía mexicana”. Y quedarían en situación ambivalente el fenómeno de la India María que se desmenuza en “La indiota al poder” (¿dónde encasillarla, en “Las cabezas cómicas”, en “La provincia” o en “Los indígenas”?) y las especulaciones de Arau-Alcoriza sobre el “El núcleo corrupto” (¿las colocaríamos en “La comedia ranchera”, “La provincia”, “Los indígenas” o “Las cabezas cómicas”?). Al demonio; mejor borrón y cuenta nueva. Por encima de un examen genérico del cine populachero mexicano estaba el análisis de las transformaciones que éste ha sufrido tras el impacto de las muchas desinhibiciones que emprendió, con sus altibajos y nuevas represiones, desde mediados del echeverrismo. O sean: la desinhibición sexual, en “La miseria sexual”, “El cogedero sacrosanto” y “Las ficheras”; la desinhibición del lenguaje verbal, en “La picardía mexicana” y “La naquiza en si... bemol”; la desinhibición religiosa, en “Los santones”; la desinhibición autocrítica, en “El jodidismo”, “El núcleo corrupto” y “El escupitajo masiosare”; la desinhibición territorial, en “El arraigo acústico”, “Los mexicanitos acomplejados” y “La frontera grifa”, etc. El ordenamiento de los capítulos es el cronológico de las películas analizadas in extenso dentro de cada uno de ellos; finalmente, el cine popular es un proceso de aproximaciones, avances y retrocesos, siempre zarandeados por los gustos de la época y los avatares del placer colectivo en el tiempo.

      “Una Historia mi(s)tificada” se adjudica otro tipo de ordenamiento cronológico. Ya no de acuerdo con las fechas de producción de los filmes analizados, sino de los acontecimientos históricos reales a los que remiten y glosan: desde la época colonial hasta la sucesión presidencial (1920-1930) y la sublevación cristera (1926-1929). Nos limitamos, por supuesto, a la Historia de México, aunque el cine nacional haya frecuentado de manera episódica la Historia de algún otro país latinoamericano o de la Historia Universal. Cada capítulo lleva su propio resumen introductorio acerca del evento a tratar y en seguida expone la muy particular versión que de él ha ofrecido nuestro cine. Todas las cintas históricas repertoriadas pertenecen a la producción de los trece años elegidos como límites del libro, salvo una: La sombra del caudillo (Bracho, 1960); se trata de una película maldita, prohibida durante más de un cuarto de siglo, pero de gran vigencia actual y asimismo de virulencia inmediata, pues ha constituido el mayor éxito de la videocasetera clandestina, en los tempranos ochentas mexicanos; sólo así, burlando a la censura oficial —heredada, continuada y perfeccionada en el presente— la cinta ha conseguido un estreno y una difusión “normales”. Introduce esta parte del volumen una fantasía especulativa sobre un misterio de nuestra Historia, “El nacimiento del guadalupanismo”; la concluyen dos rápidos vistazos sobre el