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En este ensayo el autor señala la falsedad de la noción de «comunidad homosexual», desmentida por la radical heterogeneidad de la relaciones eróticas entre los hombres, del todo idéntica a la que se observa entre los heterosexuales, quienes obviamente tampoco constituyen una comunidad. El texto delata que las etiquetas «homosexual» o «gay» no son sino expresiones de la homofobia, incluso cuando se las usa permisivamente, pues en la clasificación ya está implícita la discriminación. Demuestra que los propios hechos cuestionan la supuesta universalidad de la «cultura gay» y, aun respetándola, señala su carácter minoritario y sectorial, no representativo de la totalidad de los homosexuales. Denuncia que la colectivización de los homosexuales, o sea, la institucionalización del gueto, es una estrategia del sistema para consolidar un nuevo mercado y saturarlo con una oferta de consumos diferenciados. Consecuentemente, cuestiona el culto reaccionario a la différence como otra manifestación de la homofobia, latente en la declarada homofilia. Señala también que los cambios actuales en el imaginario social van borrando la histórica estanqueidad entre héteros y homos, al irse percibiendo el apabullante predominio de los rasgos compartidos y la irrelevancia de la única diferencia real: la igualdad o desigualdad sexual de los partenaires. Preanuncia, por lo tanto, el fin de la homosexualidad en tanto etiqueta discriminatoria, y la normalización de la ética social que volverá superflua toda clasificación sexual de las personas. Finalmente alienta a los homosexuales a que, al igual que sus pares heterosexuales, abandonen toda forma de clandestinidad y expresen abierta y naturalmente su deseo, liberándose definitivamente tanto de la injusta vergüenza como del ya injustificado orgullo.