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Aunque puede haber conocimiento de la Ley sin práctica, sin embargo, no puede haber práctica de la voluntad de Dios sin conocimiento. Y para que podamos estar informados de lo que debemos hacer o evitar, le ha placido al Soberano y Juez de toda la tierra prescribir para nosotros leyes para la regulación de nuestras acciones. Cuando de forma miserable desfiguramos la Ley de la naturaleza escrita originalmente en nuestros corazones, de tal manera que muchos de sus mandamientos ya no eran legibles, le pareció bien al Señor transcribir la Ley en las Escrituras, y en los Diez Mandamientos tenemos un resumen de la misma.