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«Me encanta el mensaje de Greg Gilbert para el cristiano que sigue luchando, para el creyente que no tiene exactamente todo bajo control, para el seguidor al que le cuesta… seguir. Jesús ha dicho que el cambio está en marcha y que Él te dará una mano, pero no estará completo hasta el día del juicio final. Así que, deja de preocuparte. Lee Asegurado en Cristo, no te rindas y descansa en tu salvación».
Klyle Idleman, autor de No soy fan y Don’t Give Up [No te rindas]
«Si has sido cristiano por algún tiempo, te has hecho la pregunta. Quizás te está perturbando ahora mismo. ¿Cómo puedo saber que de verdad soy salvo? En este nuevo y brillante libro, Greg Gilbert corta la niebla de la confusión que rodea nuestras preguntas (y aprehensiones) relacionadas con la seguridad de la salvación. Saturado de vívidas imágenes y claras reflexiones bíblicas, Asegurado en Cristo volverá a afianzarte en Cristo, la roca firme. Todo lo demás es arena movediza».
Matt Smethurst, jefe de redacción, Coalición por el Evangelio
«El hecho de que los cristianos tengamos seguridad de salvación es una de las verdades más grandiosas de la Palabra de Dios, una de las afirmaciones más preciadas de la Reforma, y uno de los pilares centrales de la vida cristiana fiel. En este oportuno libro, Greg Gilbert, un pastor-teólogo tremendamente talentoso y fiel, presenta una defensa poderosa de la seguridad de la salvación con gran perspicacia pastoral y bíblica. El hecho de que Greg sea mi propio pastor solo hace que yo esté más agradecido por él y por este libro».
R. Albert Mohler Jr., presidente, Southern Baptist Theological Seminary
Publicaciones Faro de Gracia
P.O. Box 1043
Graham, NC 27253
www.farodegracia.org ISBN 978-1-629462-77-6
Assure by Copyright © 2019 by Greg Gilbert Originally published in English under the title Assured by Baker Books, a division of Baker Publishing Group, Grand Rapids, Michigan, 49516, U.S.A. All rights reserved.
©2021 Publicaciones Faro de Gracia. Traducción al español realizada por Julio Caro Alonso; edición de texto, diseño de la portada y las páginas por Francisco Adolfo Hernández Aceves. Todos los Derechos Reservados.
Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada en un sistema de recuperación de datos o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio —electrónico, mecánico, fotocopiado, grabación o cualquier otro— excepto por breves citas en revistas impresas, sin permiso previo del editor.
©Las citas bíblicas son tomadas de la Versión Reina–Valera ©1960, Sociedades Bíblicas en América Latina. © renovada 1988, Sociedades Bíblicas Unidas, a menos que sea notado como otra versión. Utilizado con permiso.
Para Matt: ¡Qué gozo es que no solo seamos hermanos en este siglo, sino también en que ha de venir!
Contenido
2 FUENTES IMPULSORAS DE LA SEGURIDAD: El evangelio de Jesucristo
3 FUENTES IMPULSORAS DE LA SEGURIDAD: Las promesas de Dios
4 LA FUENTE SOBRENATURAL DE LA SEGURIDAD: El testimonio del Espíritu
5 EL DEBILITAMIENTO DE LA SEGURIDAD: Las mentiras que creemos
6 LA FUENTE CONFIRMADORA DE LA SEGURIDAD: Los frutos de la obediencia
8 ¿Y QUÉ DE LOS PECADOS HABITUALES?
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EL PROBLEMA DE
LA SEGURIDAD
EL ministerio pastoral tiene una buena dosis de gozo pero también de quebranto. Por un lado, hay momentos y eventos que hacen que uno quiera cantar alabanzas a Dios: nacimientos de bebés, intercambios de votos nupciales, ocasiones en que un querido hermano o una querida hermana ve actuar la mano de Dios de forma sorprendente y su fe es fortalecida como consecuencia. Esos son los momentos hermosos, los que hacen que el ministerio pastoral valga todas las penas. Pero, por el otro lado, hay momentos de profunda tristeza que hacen que el corazón clame a Dios de una manera completamente diferente: momentos en que hay que sentarse junto a una pareja que acaba de sufrir la pérdida de su cuarto bebé en un período de tres años, ocasiones en que debemos aconsejar a alguien a quien le diagnosticaron cáncer, que perdió su trabajo o que sufrió la pérdida de un ser querido, momentos cuando hay que leerle suavemente la Biblia por última vez a un amado santo que por fin va a partir a casa.
Sin embargo, hasta ahora no he experimentado nada más desgarrador en mis años de pastoreo que ver el colapso de la fe de un cristiano profeso. En realidad, ahora que lo pienso, quizás colapso no sea precisamente la palabra indicada porque rara vez es algo dramático o veloz. Es probable que en Internet hayas visto videos de demoliciones controladas de edificios; son rápidas, pulcras y organizadas, y, de un cierto modo especial, aun ordenadas. La pérdida de la fe no se parece en nada a eso. Si alguna vez has visto un video en cámara rápida que muestra un árbol viejo desmoronándose y descomponiéndose con lentitud, allí tienes una mejor imagen. Cuando la fe da lugar a la incredulidad, no hay una explosión controlada ni un colapso ordenado, sino más bien una reducción lenta, a ratos incluso imperceptible, hasta que llega el día en que observas y notas que simplemente no queda nada. Todo ha sido consumido.
Hace algunos años, vi cómo ocurrió esa disminución de la fe en la vida de un joven al que llamaré Trent. Nos era imposible saberlo en ese entonces, pero él terminaría siendo un ejemplo clásico de la semilla caída en los pedregales de la parábola del sembrador de Jesús: brotó en una explosión de vida aparente, pero muy pronto se quemó por el sol y se secó. Cuando Trent apareció en la iglesia, era un creyente nuevo entusiasmado y deseoso, y parecía estar destinado a crecer hasta transformarse en un guerrero espiritual. Tenía agudeza teológica, se mostraba ansioso por pasar tiempo con otros cristianos y, sobre todo. era un voraz lector. Leyó todo lo que nosotros como sus pastores pusimos frente a él: la Biblia, libros de teología y eclesiología, material devocional, comentarios, todo. Con el tiempo, conoció a una maravillosa jovencita cristiana en la iglesia, y se casó con ella luego de un noviazgo que pareció un modelo de fidelidad y responsabilidad. Todo en la vida espiritual de Trent parecía ser fuerte y genuino.
Sin embargo, allí comenzaron los problemas. No recuerdo con exactitud cuándo se asentó la podredumbre, incluso luego de todas nuestras conversaciones: no creo que el mismo Trent haya identificado el momento con precisión. Pero nuestra mejor hipótesis es que Trent empezó a leer un libro en particular (un libro bueno, no malo