nosotros saldremos con o sin el rector! Si los universitarios lo necesitan para salir a la calle, nosotros no –concluyó uno de los representantes politécnicos.
–¡Nosotros también saldremos con o sin el rector, pero no con o sin permiso! Si no hay permiso para mañana a las cuatro de la tarde no saldrán de nuestras escuelas sino aquellos que quieran hacerlo después de oírnos; ¡y diremos que no vayan!
En la madrugada se terminó la reunión. El Poli traería camiones a la cu y saldrían. Ciencias, Medicina y otras facultades resolvieron lo mismo. Nosotros salimos a buscar la manera de que Barros Sierra asistiera a la manifestación, aunque no hubiera permiso. Pensábamos que la presencia del Consejo Universitario, el rector y los maestros, impediría, posiblemente, la agresión directa por parte del Ejército.
–En todo caso pondrán una barrera, o algo así; y si Barros Sierra va adelante no pasará nada, volveremos por la primera calle lateral. Pero si enfrente sólo hay estudiantes…
En cu nadie dormía. En todas las facultades se observaba movimiento, todas las luces estaban encendidas. La torre de la Rectoría era como un panal iluminado. Pronto serían las cuatro de la mañana.
Poco antes de amanecer llamé a la oficina del director de Servicios Sociales, Julio González Tejada, seguro de que habría alguna secretaria que me diera el teléfono particular del director. Necesitaba saber si, en el curso de la noche, las autoridades habían continuado los trámites para obtener el permiso, o si se podía influir de alguna manera para que encabezaran la manifestación de cualquier forma. Descolgaron y al otro extremo de la línea respondió una voz enronquecida por la desvelada y el nerviosismo.
–¿Maestro? ¿Es usted?
–Sí, De Alba; qué se le ofrece.
Le planteé la situación y finalmente me dijo que esa madrugada se había obtenido el permiso para realizar la manifestación.
–El señor rector tendrá mucho gusto en asistir. Buenos días, De Alba. Hasta mañana.
Creo que ahora llueve menos, pero el cielo sigue gris. ¿Por qué no podré dejar de pensar que así llueve en Polonia? En mi celda empiezan a deshojarse las rosas amarillas que trajo Selma hace poco, la primera acaba de caer completa y, sobre la mesa, los pétalos siguen en orden. Aunque falta mucho para que oscurezca, tuve que encender la luz.
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