le recrimina a su padre la dureza del castigo. Éste intenta excusarse diciéndole que solo la ve como un caballo y esta contesta que aún si así fuese, no debería atizarla tan duramente. Sin embargo, los castigos cada vez van a más; al punto que, encolerizado y lloroso, el caballo se asombra de que el resto de animales tolere tan terrible maltrato, aduciendo que ella lo aguanta solo porque son sus padres. Llega un momento en que los padres les dicen que no creen que sean sus hijas. El asno les acusa entonces de ser todavía peores padres, pues si no creen su versión, son unos descuidados al no haber hecho nada por buscar a sus hijas cuando estas desaparecieron. Tratan de cantarles canciones que les enseñaron de pequeñas, pero todo es inútil. Con el tiempo hasta ellas mismas olvidan lo que fueron, sus recuerdos se nublan y hasta confunden sus antiguas identidades, creyendo ambas que fueron Marinette. Acaban por sumergirse en su identidad de animales de granja y aceptan con naturalidad los golpes de sus amos. Éstos cada vez están más contentos con su productividad. Ganan dinero y se compran unos zapatos. Pero un día el padre entra en el establo y en lugar del caballo y el asno se encuentra a las dos niñas dormidas y las lleva a sus camas. Cuando Delphine y Marinette vuelven a la escuela tienen dificultades para usar sus manos y no dicen más que tonterías. Reciben malas notas y los padres, «que estaban de un humor de perros», las ponen a pan duro y agua. Felizmente las niñas van retomando sus hábitos, sacan buenas notas y llevan una conducta ejemplar en casa. Los padres entonces están muy felices de haber reencontrado a sus hijas a las que amaban tiernamente, «porque en el fondo eran unos excelentes padres».
La historia tiene un final feliz propio del cuento infantil, aunque no exento de retranca, al añadir Aymé que en el fondo eran unos excelentes padres. El cuento ejemplifica bien la crueldad del hombre con el animal. Delphine y Marinette experimentan el sufrimiento animal y se rebelan ante la brutal disculpa del padre, diciendo que creía que su hija era un simple caballo. Es decir, el caballo del cuento juega el mismo papel que la mosca de Françoise Dorléac sobre la que razona Modiano, o más explícitamente, los cientos de caballos que son conducidos al matadero de Vaugirard en el segundo relato de Tres desconocidas y que se convierten en una pesadilla para la protagonista. Pero además la historia contiene el germen de muchas las obsesiones que Modiano desarrolla en casi todos sus relatos, como la vindicación frente al abandono de los padres, la invitación a la fuga, o la asociación de la confusión de los recuerdos con la pérdida de la identidad.
Pero si el autor de Dora Bruder se siente cerca de Françoise Dorléac porque a ambos les expulsaron del colegio, por ser hijos de actrices y por compartir la compasión por los animales, no está menos cerca de Catherine, ya que, por encima de todo, si Patrick Modiano escribe con Catherine Deneuve Elle s’appelait Françoise… es porque, al igual que la actriz respecto a su hermana, él siente un amor y un dolor inmenso por el hermano muerto: «Dejando aparte a mi hermano Rudy y su muerte, creo que nada de cuanto cuente aquí me afecta muy hondo» (UP 45).
El escritor ya había rendido un secreto homenaje a ambas hermanas una década antes. Entre los miembros de la pandilla de amigos que protagonizan Memory Lane (ML) aparece un personaje fugaz, Françoise, antigua maniquí que al cabo de los años, dice el narrador, era la que mejor librada había salido de aquel grupo.
Ha sido admirada durante muchos años en las pantallas de cine. Cambió su nombre, y la otra noche, pasando por el Rond-Point de los Campos Elíseos frente a un póster de una de las películas en la que es la estrella, miré su rostro inconmensurablemente agrandado… (ML 69).
Una referencia ante la que es difícil sustraerse a pensar en la construcción de un solo personaje que reuniera a Françoise Dorléac (en sus inicios, maniquí para Christian Dior) y a su hermana Catherine Deneuve, como si el escritor hubiera querido fundir en su solo rostro a ambas hermanas como hará él con su hermano en Reducción de condena (RC) cuando reiteradamente utilice el sujeto desdoblado «mi hermano y yo».
Durante muy largo tiempo el amor y el dolor por su hermana muerta le impidieron a Catherine Deneuve (1996: 40) hablar de ella, en un mutismo que se prolongó prácticamente hasta la aparición de Elle s’appelait Françoise y a cuya ruptura contribuyó, acompañándola en la escritura, su amigo Patrick. Y, sin embargo, Modiano guarda un estruendoso silencio, apenas roto, sobre la muerte de su hermano.
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El prólogo a las nouvelles de Aymé, con la referencia al pueblecito de su infancia que le evocan los cuentos de Delphine y Marinette, se publica el mismo año que su novela Reducción de condena, 1988. La aldea, como se ha dicho, se corresponde con Jouy-en-Josas, donde a los siete años Patrick Modiano y su hermano Rudy, dos años menor, estuvieron viviendo y donde leyó los cuentos de Aymé. Ese lugar y esos años son novelados en Reducción de condena. En esta novela, Modiano transforma, con uno de sus habituales parónimos, la rue du Docteur-Kurzenne en rue Docteur-Dordaine, pero mantiene sin cambios el nombre de la escuela, Jeanne-d’Arc, y recrea los espacios de Jouy-en-Josas por el que se mueven los dos hermanos medio abandonados, un castillo, un bosque…3 La novela está escrita en primera persona. La madre está de tournée teatral, el padre los visita de vez en cuando entre viaje y viaje a Brazaville. La casa de la rue del Docteur-Dordaine tiene una planta y la fachada está cubierta de hiedra.4 En ella viven tres mujeres: la pequeña Hélène Toch, antigua amazona, acróbata y artista de circo; Annie y su madre Mathilde F, que tiene el pelo gris recogido en moño, y llama al niño «imbécil feliz» (RC 16). Annie, en cambio, le llama cariñosamente «Manazas», en francés Patoche. El sustantivo francés «patoche» familiarmente quiere decir con las manos grandes y también, torpe. La expresión tiene una relación semántica de paronimia con «pataud», que en su forma sustantiva designa a un perro joven de grandes patas.
En la obra de Modiano las relaciones semánticas nunca son casuales. Los seudónimos, sobrenombres, parónimos y criptonóminos están cuidadosamente buscados y, en este caso concreto, Manazas/Patoche remite a otro cuento del Chat perché, protagonizado por un perro llamado Pataud. En Le cerf et le chien (Aymé, 2002c: 667-682) los padres de Delphine y Marinette han salido de la granja, ellas están con el gato cuando aparece un ciervo que les pide ayuda porque le persiguen unos perros de caza. Lo esconden y llega uno de los perros. Los niños y el gato intentan confundirlo, pero el perro se da cuenta de que el ciervo está en la casa. Los niños se ponen a llorar. El perro no soporta verlos así y aunque dice que la caza es su trabajo, decide hacer una excepción y urde una estrategia para despistar a la jauría. Cuando ésta llega al frente de un perro llamado Ravageur,5 preguntan por su compañero que se llama Pataud. Las niñas le dicen que ha partido tras el ciervo y halagan con lisonjas a la jauría, a la que les regalan ramos de flores que ponen en sus collares. Gracias al olor de las flores logran despistarlos. Pataud aconseja al ciervo que no vaya al bosque porque lo matarán. Llegan los padres muy contrariados porque no ha encontrado un buey a precio razonable para que ayude al que ya tienen en las faenas agrícolas. Al día siguiente el ciervo se presenta ante los padres y les pide trabajo, y éstos acceden. El ciervo no está contento ya que añora el bosque, y los domingos se adentra en él con las niñas, pese a las protestas de los padres que quieren que esté descansado para trabajar. Un día aparece Pataud, que les advierte que todos los días hay cacería y, aunque está harto de la caza, cuando las niñas le comentan que sus padres están buscando un perro, les explica que cuando uno tiene un oficio hay que hacerlo, y que además no podría abandonar a sus compañeros de jauría. Pasan los días y el ciervo no puede soportar la vida en la granja, de manera que decide volver al bosque. Al cabo de un tiempo aparece Pataud cabizbajo y les dice que el día anterior no pudo despistar a Ravageur, y que el cazador había matado al ciervo. Antes de morir, este cortó una margarita con los dientes y la había puesto en el collar de Pataud, diciéndole «para las pequeñas». Pataud dice que ya no soporta más la caza y acepta quedarse en la granja.
De manera que cuando Modiano hace que el narrador y protagonista de Reducción de condena sea llamado Patoche está anclando directamente el relato en el cuento de Aymé. Hasta mitad