y se puso tan cachondo que nos preguntó si la teníamos dura, Sebastián dijo que si y yo también, y nos dijo que si queríamos, nos podíamos pajear, porque le había puesto muy arrecho* esa película.
Se la sacó, era recta y gorda, la cogió entre sus manos grandes, se escupió el capullo, empezó a pajearse y solo nos miró cuando se corrió, fue cuando la mujer de la película se sacaba la polla del caballo de su coño y le salían litros de leche. Yo me corrí al verle disfrutar y como si nada se fue al baño, se duchó sin decir ni una palabra nunca más del tema.
Siempre guardé la esperanza de poder tener alguna complicidad con Don Hernando, porque era al hombre que más cerca tenía y haberle visto pajearse, había llamado mi atención por probar su polla. En ocasiones Sebastián me pillaba espiándole por la rejilla del baño mientras me masturbaba, pues me ponía muy caliente ver a Don Hernando masturbarse, le vi en muchas ocasiones.
Después de tanto tiempo, había hecho buenos clientes y sobre todo amigos en mi trabajo en Sameco, muchos de ellos, quizás porque tenían el morbo de follarse el maricón de Sameco o simplemente porque les agradaba. Entre ellos siempre destacaron los guapos a los que siempre les llamaba “mis preciosos” y ellos a mí me decían el “Bebé”. Muchos eran taxistas, otros trabajaban cerca en las fábricas de Sameco, algunos eran conductores de buses, camioneros y otras tantas personas que simplemente les gustaba ir a comer a allí.
Pero de todos ellos, había hecho muy buena amistad con unos chicos jóvenes que siempre llegaban fumando marihuana y pedían siempre que les atendiera yo, pues les consentía y servía lo que ellos pedían como más les gustaba, eran Michín, Rolo, Cherazy y Berrinche, los cuatro eran guapísimos y en varias ocasiones podían ver y oír que muchos me faltaban al respecto, diciéndome cosas vulgares y eso llamó su interés por mí.
Dada la situación siempre que llegaban, veían que estaba rodeado de clientes y todos hombres, un día Michín me preguntó si yo era maricón, yo le respondí que no lo sabía, porque no estaba bien abierto al tema, así que en ese mismo momento él y Rolo sacaron sus pollas largas, gruesas y con unos capullos preciosos, me dijeron que a ellos me podría abrir, para que de una vez decidiera.
Ambos notaron que las pollas me habían encantado, pues me acerqué más y se las acaricié, fue mi primera reacción al ver esos “pedazos” de polla. Les comenté que ya me habían follado y que la primera vez, me la metieron a la fuerza y en la segunda le pusieron perico* a mi culo, los dos se soltaron a reír, pero que con las suyas me dejaría incluso preñar.
Los dos estaban muy calientes y me invitaron a ir con ellos y que entre los dos me follarían, pero no podía por el trabajo. Morboseamos* durante mucho tiempo e incluso en ocasiones venían con chicas, me hacían que les tocara las tetas y que me dejase chupármela allí mismo y lo hacía encantado.
Un día limpiando la suciedad que había en Sameco, me encontré con un taxista llamado Eduardo, este era un chico joven que en varias ocasiones le había atendido e incluso era el que traía a Aracelly, la hermana de Don Hernando a Sameco, le vi metido en su taxi masturbándose en plena madrugada.
Al verle, me entró morbo y me puse muy caliente, me acerqué, toqué en la ventanilla y abrió sobresaltado. Le dije que si quería le ayudaba con una mamada, así era mucho mejor que pajearse y ni corto, ni perezoso aceptó, me subió al taxi y me llevó a la calle oscura donde todos los taxistas iban buscando morbo.
No tenía gran polla, pero suficiente para darle una buena mamada, además Eduardo era joven e indio y aunque no era gay, le había pillado en un momento muy caliente y debido a mi descaro, empezamos a ser buenos amigos y cada vez que me veía, me citaba en el sitio de siempre, para que le hiciera una mamada.
Un día que no me tocaba trabajar, llamaron a casa de Don Hernando de madrugada y era Alba, diciendo que me fuese a Sameco porque a su tía Aracelly no le había venido un trabajador y necesitaban urgente alguien para cubrir ese puesto, así que me tocó salir de casa y coger un taxi.
Al tomar el taxi pude ver que era un conocido de Sameco, de camino él empezó con mucha confianza e incluso puso su mano entre mis piernas y aunque no tenía confianza con él, el acto en sí me daba mucho morbo, así que pudo notar mi polla dura, me llevó a un sitio, allí sacó la enorme polla venosa muy rosadita y me gustó tanto que no puede evitar abalanzarme a ella y darle una mamada hasta sentir su leche en mi boca y al mismo tiempo correrme, al llegar a Sameco le dije que la carrera era gratis, ya que la mamada de polla también costaba. Él se enojó, aunque cada vez que podía me invitaba a que se la chupara y como tenía buena polla yo estaba feliz.
Ese día, Aracelly se enteró de que yo podía hacer cualquier cosa en Sameco, pues conocía y sabía hacer de todo, habló con su hermano Hernando para poder contratarme como su trabajador principal, yo estaba feliz porque sabía que ella pagaba mucho mejor, eso me iba a dar más independencia y sobre todo, Aracelly sabía que yo era el que tenía más clientes y para ella fue una ventaja más.
Ella me pidió que me fuese a su casa de noche y así llegar con ella a primera hora al trabajo, cosa que hablé con Don Hernando y él estuvo de acuerdo. Pero cuando los clientes que yo tenía cuando trabajaba para él, empezaron a comprar donde su hermana por estar yo allí, empezaron los problemas y discusiones entre ellos por los clientes.
Solo pude decir en medio de las discusiones, que a los clientes no se les obliga, entonces las discusiones pasaron a ser en casa y como no podía decir nada, la convivencia se convirtió insoportable, Doña Rosalba y sus hijas, aprovecharon para crear más cizaña en la relación entre Don Hernando y yo.
Las cosas se tranquilizaron cuando su hermano Jairo y su familia, junto con su otra hermana Dora llegaron, pude ver que la familia, aparte de los problemas, estaba unida.
Como todas las noches debía ir a casa de Aracelly, hice amistad con el hijo menor de Don Jairo, se llamaba Andrew, me parecía un chico guapo, sus ojos verdes y sus labios carnosos despertaban en mí un morbo, que por mucho que deseaba hacer algo para saciarlo, me conformé con ser buen amigo y así no decepcionar a nadie. Fue muy bueno, debido a que fui respetuoso, me llevaron de paseo con todos ellos como si fuese uno más de la familia.
Pero cuando se marcharon de nuevo, la tregua se acabó y empezaron con las mismas discusiones en el trabajo, así que Aracelly al ver que Doña Rosalba y sus sobrinas iban a por mí, me invitó a vivir en su casa y acepté.
Me encantaba la idea de vivir allí, aparte de vivir en otro barrio, me gustaba la idea de estar más tranquilo. Hice muy buena amistad con sus dos hijos Nikoll y Diego, que me trataron como a un hermano más.
Pero yo seguía teniendo mis morbos, en ocasiones me ponía muy descarado en Sameco y esto hacía que el ambiente entre trabajadores y clientes fuese positivo, hasta el punto de que se había convertido aquel sitio en el desahogo de muchos, donde reír, morbosear* y comer.
Diego aprovechó nuestra amistad para abrirse más conmigo, tanto el como yo sabíamos que había ganas de alguna complicidad de morbo, pero ninguno de los dos quisimos traspasar esa delgada línea y solo nos limitamos a acariciarnos como si fuésemos dos hermanos e incluso en muchas ocasiones le encubría, cuando venía a casa su prima Islena, que le encantaba mamársela.
Para mí era muy difícil cubrirlos, porque Diego y yo habíamos hecho muy buena amistad y él como yo, deseábamos realizar algún morbo, pero yo me había inventado una novia mayor, para así alejarme de esa posibilidad. Diego así confiaba más en mí y empezó a confesarme las cosas que él había hecho cuando era menor y que sus padres lo pillaron, siempre que lo recordaba le daba vergüenza, así que descarté cualquier posibilidad, pues no quería dañar nuestra linda amistad.
Un día apareció una antigua trabajadora de Aracelly, para pedir trabajo y ella le dio la oportunidad, para así ella poder descansar y yo encargarme del negocio, confiaba en mi trabajo y en mi responsabilidad, hasta que un día estaba muy cansado y no me desperté a tiempo para ir a trabajar. Ella no me lo perdonó, me despidió por ahí derecho y me pidió que me fuera de su casa.
No quería regresar a casa de Don Hernando por los múltiples problemas con él, debido al trabajo en Sameco, así