Stephen Goldin

Rebaños


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       REBAÑOS

       por Stephen Goldin

      

       Publicado por Parsina Press

      

       Traducción editada: Tektime

      Rebaños. ©1975 por Stephen Goldin. Todos los derechos reservados.

      Título original: Herds.

      Traductor: Jordi Olaria.

       Índice

       Prólogo

       Capítulo 1

       Capítulo 2

       Capítulo 3

       Capítulo 4

       Capítulo 5

       Capítulo 6

       Capítulo 7

       Capítulo 8

       Capítulo 9

       Capítulo 10

       Capítulo 11

       Capítulo 12

       Capítulo 13

       Capítulo 14

       Capítulo 15

       Acerca de Stephen Goldin

       Ponte en contacto con Stephen Goldin

       Dedicado a mi madre, Frances Goldin, a quien siempre le gustaron los misterios.

       Prólogo

      Hubo un tiempo en el que el planeta Zarti estaba en paz. La raza más avanzada era una especie de amables herbívoros de cuello largo cuyas ambiciones no iban más allá de llenar sus barrigas. Estos Zarticku se ajuntaron entre ellos en rebaños para protegerse de depredadores ideando unas simples formas de comunicación a fin de intercambiar ideas sencillas entre ellos.

      Sin previo aviso, llegaron los Offasii. Esta raza espacial llegó en masa hasta Zarti, cientos de millones de ellos —posiblemente toda la población entera de Offasii— en naves con un diámetro cada una de varios kilómetros. Se dispersaron como saltamontes por su idílico planeta cambiando el curso de la vida en él de manera irrevocable.

      Primero crearon zoológicos, y los llenaron de ejemplares de cada especie de animal que pudieron encontrar. Estos ejemplares fueron examinados, investigados y estimulados de varias formas por razones demasiado ingeniosas como para ser comprendidas. Los Zarticku pasaron las pruebas y fueron apartados, mientras el resto fueron devueltos a su entorno natural.

      Intentaron juntar a todos los del planeta. Los Zarticku que pudieron ser capturados se colocaron en unas jaulas especiales; los que no pudieron ser capturados, fueron asesinados. Y entonces empezaron las torturas. Muchos Zarticku fueron diseccionados. Algunos otros no corrieron la misma suerte y fueron abiertos en vida para que sus sistemas pudiesen ser examinados en funcionamiento. Los gritos de aquellas pobres criaturas se escuchaban desde otras jaulas, sembrando el pánico entre otros animales creando todavía más muertes.

      Ningún Zarticku se le permitió reproducirse de forma normal. Su esperma y óvulos fueron especialmente seleccionados para juntarse mediante inseminación artificial, y los Offasii estuvieron apuntando los resultados obtenidos de estas reproducciones durante tres generaciones. Cuando sus ordenadores tuvieron suficientes datos, empezaron a modificar la estructura del ADN de los gameto de los Zartic. Los genes que no eran adecuados fueron desechados. Se sustituyeron por otros nuevos para comprobar los efectos que producirían en la nueva generación. Algunos de estos nuevos genes no resultaron útiles, siendo eliminados en las siguientes generaciones.

      Tras veinte generaciones de Zartic, apareció una nueva raza que coincida con el modelo deseado por los Offasii. Cuando esta generación llegó a la edad adulta todos los miembros que quedaban de generaciones anteriores fueron muertos, sin dejar ninguno en vida salvo la raza Zarticku para heredar aquel mundo.

      Estas criaturas eran sustancialmente diferentes que sus ancestros, los cuales vagaban libres por los bosques de Zarti. Eran más grandes, más fuertes y más sanos. Y mucho más perspicaces. De hecho, poseían pelo apelmazado en sus espaldas, convirtiéndose este en una especie de fina coraza. Pequeños apéndices en sus hombros servían originalmente para mantener el equilibrio sobre las ramas de los árboles mientras comían, y acabaron desarrollándose como brazos terminados en seis dedos con dos pulgares opuestos entre si que les permitían manipular objetos. Su esperanza de vida se había duplicado. Y, lo más importante, eran mucho más inteligentes que sus antepasados. Su nivel de inteligencia se había cuadriplicado como mínimo.

      Pero poseían un legado de sus predecesores. Historias de torturas por parte de los Offasii habían circulado de boca a oreja con el paso de los años, y con cada generación, nuevas historias terroríficas se iban añadiendo a la anterior.

      Dichas historias iban aumentando en número, y el mito de los Offasii también.

      Ahora, que habían obtenido en principio lo que querían, los Offasii empezaron a usar y abusar de sus súbditos. Los Zarticku se convirtieron en esclavos de la raza más vieja, y fueron usados en las tareas menos especializadas y más rutinarias. Habían sido encadenados a máquinas que no requerían supervisión alguna, forzados a tomar parte en rituales sin utilidad alguna, y dejando que desmontaran dichas máquinas tan sólo para que otros Zarticku las volvieran a montar de nuevo. Podrían ser cazados y muertos por los Offasii sólo por diversión.

      A veces eran lanzados a las arenas contras animales salvajes o contra otros de su misma especie. Aunque el sexo estaba permitido, la elección de parejas era realizada por los Offasii, y no seguían un patrón en pro de los Zarticku.

      La época de esclavitud duró un siglo. Durante este tiempo, el aspecto del planeta cambió. Cada centímetro cuadrado de terreno cultivable era explotado eficientemente por los Offasii. Nacieron ciudades, planificadas y construidas para ser perfectas. Sistemas de transporte y comunicación estaban por todas partes.

      Entonces un día, los Offasii se fueron. Se trató de un éxodo ordenado y bien planeado, sin dar explicación alguna a los Zarticku. Un día los Offasii habían dominado aquel mundo a su manera, y al día siguiente, subieron a sus enormes naves espaciales, las cuales habían sido guardadas desde el día en que llegaron, y partieron hacia el espacio. Dejaron tras de si todos sus trabajos, sus ciudades, sus fábricas y sus máquinas. Abandonaron también una raza que habían convertido en esclavos, los cuales quedaron muy perplejos y estupefactos.

      Al principio, los Zarticku no podían creer que sus amos se hubiesen ido. Se acurrucaron