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El Conde De Earlmore
Para mi marido- tu eres mi pícaro reformado favorito. ¡Te quiero!
AVANT-PROPOS
Las navidades nunca habían sido más pícaras…
El conde de Edgemore, Blake Fox, hace lo que le viene en gana y no piensa disculparse por ello. Su único punto débil es su hermana, Lady Minerva. Poco sabe el lo que la descarada ha ideado en su cabeza y la navidad ofrece la oportunidad perfecta.
¿Tiene Blake alguna posibilidad contra su entrometida hermana, el muérdago y la magia de la navidad?
CAPÍTULO 1
Inglaterra 1816
“Bullocks”, Carstine Greer maldijo por los bajini por haberse torcido el tobillo. Ella se dejo caer al suelo congelado a un lado de la carretera e inhalo profundamente por el dolor que sentía. Alcanzado a coger el bajo de su vestido ella empezó a arremangarlo para inspeccionar la herida.
“Au” ella bufaba mientras trataba de liberar el pie de los confines de su bota. Cada movimiento le mandaba sacudidas de tremendo dolor desde el tobillo hasta la pierna. Ella miró al camino escarchado culpable de su miseria. Colocando su bota a un lado, Carstine pasó los dedos por la piel hinchada de su tobillo. A pesar del dolor ella sabía que continuaría. Carstine se forzó a si misma a mover los dedos del pie y a flexionarlo.
Menos mal que no se lo había roto pero le dolía muchísimo. Se había hecho un esguince muy serio, eso seguro.
Ella estaba segura de que esto no le hubiera pasado si sus padres le hubieran permitido quedarse en Escocia.
¿Por qué madre había tenido que insistir tanto en que Carstine viniera a Inglaterra? A ella le daba igual la sociedad inglesa, ni tenía ninguna prisa por casarse. No estaba en contra de buscar marido, pero no veía ninguna razón por la que ella no pudiera hacer eso en las tierras altas. Un bravo escoces sería lo mejor, pensó ella, mientras se ponía la bota de nuevo con cuidado.
El ruido de pisadas de caballos la sacó de su miseria y ella miró a la carretera cubierta de nieve. Un jinete esta galopando hacia ella a toda velocidad. Ella puedo echar un vistazo al hombre mientras pasaba por su lado, la cola de chaqueta ondeaba al viento, antes de detener su montura y girarse hacia ella.
Carstine se quedó observando al jinete descaradamente mientras el jinete se acercaba hacia ella. El era alto y se le notaba que era musculoso y de hombros anchos bajo su chaqueta, tenía una fuerte mandíbula y unos bonitos ojos azules bajo unas espesas pestañas. El hombre estaba sentado expertamente a lomos de un caballo enorme de color marrón. Un bonito espécimen, ambos el caballo y su jinete.
Carstine esbozó una ligera sonrisa y asintió al extraño con la mirada.
El hombre también asintió como respuesta llamando la atención sobre su tobillo. Sus cejas se arrugaron mientras la inspeccionaba. “Estas herida”.
“Si”, asintió ella y gimió mientras terminaba de ponerse la bota. “Resbalé en el hielo. Debe de ser un esguince, nada serio”
El hombre desmontó. Caminó hacia ella con decididas zancadas. “¿Me deja llevarla a su casa?”
Carstine sacudió la cabeza. Ella no era ninguna tonta como para montar a caballo con un extraño. Menos aún en un país que no conocía. “No voy lejos. Fox Grove esta al doblar la esquina. Puedo llegar”, dijo Carstine.
“Tonterías”, insistió el, entonces la miró a los ojos con una sonrisa de seguridad en si mismo. “Blake Fox, Conde de Edgemore a su servicio”. El hizo una reverencia. “Usted debe de ser la nueva criada de la señora Minerva.
Carstine le miró entrecerrando los ojos. El hombre se parecía increíblemente a la señora Minerva. Su tez era más clara, pero la forma de almendra de sus ojos y las altas mejillas eran exactamente iguales. Ella se aclaro la garganta. “Es un placer conocerle, señor, aunque me temo que usted se confunde”
“Tonterías”, el agitó la mano. “Mi hermana me arrancaría la piel si dejara a su criada en la nieve, encima herida. Venga”, el le ofreció la mano extendiéndola.
¿Criada? La palabra se repetía en su mente como el eco, Carstine volvió a entrecerrar los ojos. ¿Qué era lo que a el le hacia pensar que ella era una criada? Ella miró su falda mojada y sus zapatos embarrados. Ella podría ir un poco desastrada, pero no era un criada.
“No sea cabezota”, el señor Edgemore agitó los dedos de su mano impacientemente. “Venga, le ayudare a subir al caballo.”
“No” dijo ella con marcado acento escocés. Carstine sacudió la cabeza. “No cabalgaré con usted”.
“Por supuesto que lo hará”. Usted trabaja para mi hermana y por lo tanto es responsabilidad mía”.
El miró más de cerca, la brisa mecía los mechones dorados que le caían casi hasta los hombros.
“Se que los escoceses estáis acostumbrados al frío, peros se congelara si sigue aquí por más tiempo.” El la cogió por el brazo y la puso en pie sujetándola. “No sea cabezota”.
Las mejillas de Carstine se pusieron rojas de rabia. Se apartó e hizo un esfuerzo para ponerse en pie. “Ya le he dicho que no es nada. Su ayuda no es requerida.”
El la había insultado y ella no pudo evitar enfadarse. ¿Y que tenía que ver el ser escocesa? ¿Acaso pensaba el que era mejor que ella por su herencia? ¿Era por eso por el que el inmediatamente pensó que era una sirviente?
Carstine tenía en la punta de la lengua el decirle lo equivocado que estaba. Sin embargo, el pensar en ver como su suficiencia se desmoronaría cuando ellos fueran debidamente presentados resultó demasiado tentador y se tragó sus palabras.
El se merecía una lección y pasar vergüenza, que era lo que le iba a pasar. Más aún, ella disfrutaría a cada momento con su sufrimiento. Una sonrisa se le dibujó en los labios al imaginarse que eso sin duda superaría al guapito de cara este.
Ella era una chica muy mala.
Carstine chilló cuando el conde la ayudó a ponerse en pie y la puso sobre la montura. Le miro, levantando la barbilla desafiante. “No voy a montar con usted”. Ella empezó a bajarse de los lomos del caballo, deslizándose hasta el filo de la montura. “No puede obligarme”.
Lord Edgemore alcanzó a cogerla por la muñeca, agarrándola por la cintura y colocándola en su lugar. “Me atrevería a decir que no entiendo cual es su objeción. Ni mi importa. Pero no la dejaré congelarse aquí, ni permitiré que se lesione más ese tobillo por continuar andando.” El miro su bota. “Ira a caballo”.
“No- “
“Es una orden. El la aupó más firmemente en la montura. “Y se lo advierto; No permitiré ninguna discusión más sobre el asunto”.
Carstine dejó escapar