Kim Lawrence

Esposa de nueve a cinco


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      Editado por Harlequin Ibérica.

      Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

      Núñez de Balboa, 56

      28001 Madrid

      © 1998 Harlequin Books S.A.

      © 2020 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

      Esposa de nueve a cinco, n.º 1059 - septiembre 2020

      Título original: Wife by Agreement

      Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

      Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

      Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

      ® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

      ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

      Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

      I.S.B.N.: 978-84-1348-127-2

      Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

      Índice

       Créditos

       Capítulo 1

       Capítulo 2

       Capítulo 3

       Capítulo 4

       Capítulo 5

       Capítulo 6

       Capítulo 7

       Capítulo 8

       Capítulo 9

       Si te ha gustado este libro…

      Capítulo 1

      HANNAH metió la llave en la cerradura con mucho cuidado. Dentro sólo se oía el reloj de pared. Por suerte no había nadie levantado. Se apoyó en la puerta y suspiró aliviada. ¡Por fin!

      No se molestó en encender la luz, pero se quitó agradecida los zapatos, los tomó y se acercó a la gran mesa que había en el centro de la habitación. Ansiaba una ducha caliente. El que alguien encendiera de repente la luz la hizo quedarse petrificada ada en el sitio.

      –¿Son necesarios todos estos subterfugios? –dijo Ethan yendo a sentarse a la mesa con una copa de brandy en la mano.

      La vaga ironía de su voz era evidente.

      –¿Qué ha sucedido? –añadió.

      Lo último de lo que Hannah quería hablar era de la última hora y la última persona con la que quería hacerlo era con Ethan.

      Llevó la mano inconscientemente a la abierta camisa, pero ese gesto sólo hizo que él se fijara en ello. ¿Qué había estado él haciendo sentado en la oscuridad? Hizo una mueca y bajó la mirada.

      La desagradable luz eléctrica reveló que estaba mucho peor de lo que había pensado. Tenía las piernas llenas de barro y las medias destrozadas, la falda de terciopelo estaba rota por algunos sitios, lo mismo que la camisa de seda.

      –Parece mucho peor de lo que es –dijo.

      Pero sabía que no era así. Los arañazos de sus mejillas estaban empezando a dolerle.

      Con un gesto de impaciencia, Ethan se rebeló contra ese intento de apaciguarlo.

      –¿Has tenido un accidente de coche?

      –No exactamente.

      La verdad era que no se podía decir que saltar de un coche que iba a cincuenta kilómetros por hora fuera un accidente. Sabía muy bien que Ethan diría que había sido una locura. Pero él no había estado allí.

      Ethan estiró un brazo y la tocó.

      –¡Cielos, estás helada!

      Se levantó, se quitó la bata y se la puso a ella antes de añadir.

      –Siéntate antes de que te caigas al suelo.

      Entonces la hizo sentarse en un sillón.

      –Te vas a enfriar –protestó ella.

      Bajo la bata, Ethan llevaba sólo unos pantalones de pijama. Habían llevado a los niños al sur de Francia en junio y ella se percató de que él seguía bronceado.

      –Bébete esto –dijo él obligándola a tomarse un trago de coñac–. Y ahora dime lo que ha pasado.

      –Quiero darme una ducha.

      Pero él le puso una mano en el hombro para impedirle levantarse.

      –Después de que me lo expliques. Creía que ibas a comer con tus compañeros de la escuela nocturna.

      La voz de él reflejaba que pensaba que creía que aquello era mentira.

      ¿Por qué necesitaría ella mentirle? ¿Se creía que llevaba una doble vida o algo así?

      –Yo… lo hice. Debbie y Alan me recogieron. Luego Craig Finch, que ha empezado las clases recientemente, se ofreció a traerme a casa. Me dijo que le pillaba de camino y así le ahorraría a Alan un desvío. Pero él fue el que se desvió y, cuando yo se lo dije, él…

      –¿Qué hizo?

      Ethan dijo eso tranquilamente, pero sus párpados se habían entornado y un músculo se movió en su mandíbula.

      –Se rió.

      Ella sintió ganas de vomitar sólo con recordar la expresión de Craig. Ya le habían molestado algunos de los comentarios que él había estado haciendo, pero fue su sonrisa la que la hizo alarmarse.

      –¿Se rió?

      Estaba claro que no era eso lo que Ethan se esperaba oír.

      –¡Tú no estabas allí! Él me había estado… diciendo cosas.

      –¿Te hizo daño?

      Ethan parecía ahora mucho más amenazador que lo que había sido Craig. Ella se sintió culpable por hacer esa comparación.