Kathryn Ross

Encuentros íntimos


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      Editado por Harlequin Ibérica.

      Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

      Núñez de Balboa, 56

      28001 Madrid

      © 2000 Kathryn Ross

      © 2021 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

      Encuentros íntimos, n.º 1187- febrero 2021

      Título original: Bride by Deception

      Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

      Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

      Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

      Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

      ® Harlequin, Julia y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

      ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

      Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

      Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

      Todos los derechos están reservados.

      I.S.B.N.:978-84-1375-127-6

      Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

      Índice

       Créditos

       Capítulo 1

       Capítulo 2

       Capítulo 3

       Capítulo 4

       Capítulo 5

       Capítulo 6

       Capítulo 7

       Capítulo 8

       Capítulo 9

       Capítulo 10

       Capítulo 11

       Capítulo 12

       Si te ha gustado este libro…

      Capítulo 1

      CALLUM intentaba no mirar el reloj, pero sabía que llegaba tarde para tomar el tren.

      —Francis, ¿vas a firmar el contrato o no? —preguntó con tono jovial, intentando no demostrar impaciencia.

      El hombre levantó los ojos del papel.

      —No tendrás prisa, ¿verdad? —canturreó con su acento irlandés—. Me gustaría volver a leer la letra pequeña.

      —Si eso es lo que quieres…

      Había mucho dinero en juego y podía tomar el siguiente tren, pensó Callum.

      Francis sonrió, haciéndole un gesto a la camarera.

      —Otro té, por favor.

      —Ahora mismo —sonrió la joven, lanzando una mirada de admiración sobre Callum.

      —No se puede hacer negocios sin una taza de té —murmuró Francis, volviendo a concentrarse en los papeles.

      —Lo que tú digas —asintió Callum, haciendo un esfuerzo para no tamborilear sobre la mesa. ¿A qué estaba jugando Francis Bernard? El contrato no era diferente del que habían firmado el año anterior. Callum tuvo que contener un suspiro. Bernard era el propietario de una de las cadenas de supermercados más grandes del país y la granja necesitaba aquel lucrativo contrato, de modo que tendría que ser paciente.

      Francis observó a la camarera mientras les servía el té. La joven no dejaba de mirar a Callum, pero él parecía no darse cuenta.

      —¿Qué tal van las cosas en esa granja tuya? —preguntó, dejando el contrato a un lado.

      —Bien… como siempre, ya sabes.

      —¿Sigues solo?

      Callum frunció el ceño.

      —Ya sabes que no estoy solo, Francis. Tengo dos niños.

      —Me refería a si te habías casado.

      —No.

      —No puede ser fácil llevar esa granja tan grande y cuidar de dos niños pequeños al mismo tiempo.

      —Tengo un ama de llaves.

      —¿Vive en la granja?

      —No. Se marcha a casa por las noches.

      —Entonces, te vendría bien tener una chica interna.

      —Desde que murió mi mujer, mi madre me ayuda mucho —dijo Callum.

      Pensar en su madre hizo que Callum mirase de nuevo el reloj. Su tren salía en una hora. Si lo tomaba, podría ir a buscar a los niños al colegio y le ahorraría un viaje a su madre. Últimamente, parecía cansada.

      —Es una pena porque si quisieras contratar a alguien, alguien que yo te recomendase… doblaría la cantidad de este contrato —dijo Francis entonces.

      Callum lo miró, sorprendido.

      —¿De qué estás hablando?

      —De mi hija —contestó el hombre—. Estoy intentando que siente la cabeza.

      —Será una broma, ¿no? Estamos en el siglo XXI, Francis…

      —Zoë siempre ha sido una chica muy rebelde. Tiene veintitrés años, es mi única hija y me rompe el corazón ver que comete tantos errores.

      —Lamento oír eso. Pero no veo qué tiene que ver conmigo…

      —Tengo que alejarla de Londres —lo interrumpió Francis—. Aunque solo sea durante unas semanas. Y esperaba que tú me ayudases.

      —La verdad es que preferiría no involucrarme en líos familiares y nuestro contrato está bien como está.

      —Bueno, entonces, tendré