demostró la presencia de dolor a la palpación (examen médico mediante el tacto), lo cual es sin duda un hallazgo orgánico. El trastorno es claramente un proceso mente-cuerpo, con muchos signos físicos demostrables. Los escritores del manual han pasado por alto o simplemente han decidido ignorar las pruebas de la existencia de trastornos como el SMT y de los comunes trastornos gastrointestinales y alérgicos descritos en este libro.
Históricamente, ha habido muy pocas personas cualificadas para juzgar si un trastorno es o no psicosomático, y algunas de las mejores entre ellas nunca han sido conscientes de la existencia del más común de estos trastornos, los síndromes de dolor. Como veremos en el capítulo segundo, Sigmund Freud describió el SMT pero concluyó que se trataba de algo «orgánico». Alfred Adler no profundizó en el tema pero afirmó que muchos síntomas físicos eran producidos por el cerebro. Quizá el mejor estudio sobre este tema fue «Dolor regional psicogénico alias dolor histérico», realizado por el doctor Allan Walters, un respetado neuropsiquiatra canadiense, y publicado en la revista Brain en 1961. Walters describió a pacientes con un dolor de origen claramente emocional, pero que no eran histéricos en el sentido que en ese tiempo se daba a dicha palabra. Parece que estaba describiendo lo que hoy llamamos SMT.
Por lo visto, la psiquiatría moderna ha retrocedido al siglo XIX, cuando la visión predominante sobre los trastornos mentales consistía en creer que éstos eran hereditarios o debidos a una enfermedad del cerebro. Freud todavía no había introducido la idea de que el factor más importante en las enfermedades mentales era la psicología y no la fisiología. No obstante, la visión convencional estaba tan arraigada que incluso a Freud le costó refutarla. Hoy en día, a pesar de las pruebas que demuestran lo contrario, la psiquiatría moderna cree que la psique no produce estados emocionales como la ansiedad y la depresión, y prefiere verlos como fenómenos causados químicamente –de nuevo de vuelta a la vieja fisiología del siglo XIX, aunque bajo una forma más sofisticada–. Uno no puede sino sospechar que una gran parte de todo esto es simplemente un repudio hacia Freud, un repudio que puede ser peligroso y corto de vista. Es verdad que puede haberse equivocado en algunos detalles, pero sus ideas básicas sobre el funcionamiento y la importancia del inconsciente son válidas. Mi experiencia con el SMT me lo ha dejado más claro que el agua.
En 1895, Josef Breuer y Sigmund Freud publicaron Estudios sobre la histeria. El hecho de mencionar dos de los casos que Freud describió constituye un buen puente entre este capítulo y el próximo, porque ambos casos recapitulan algunos de los temas ya tocados, incluyendo la descripción que Freud hace de lo que hoy en día llamamos SMT, su incapacidad para reconocer lo que describe como algo psicosomático, el acaecimiento de una variedad de síntomas psicogénicos en uno de los dos casos y sus pioneras teorías (y de Breuer) sobre el inconsciente. Examinaremos estos casos con más detalle en el capítulo segundo.
Emmy von N y Elisabeth von R
La señora Emmy von N era una mujer de cuarenta y pocos años que ilustra una idea sugerida anteriormente: el hecho de que una misma psicología pueda dar lugar a una variedad de síntomas psicogénicos. En primer lugar, presentaba síntomas emocionales como ansiedad, fobias, comportamientos compulsivos y alucinaciones. Pero también tenía síntomas físicos. Algunos de ellos eran de tipo histérico, otros del tipo que vemos en los pacientes con SMT, lo que entonces era llamado reumatismo muscular, una manifestación psicosomática. De modo que esta mujer tenía tres de las categorías psicogénicas descritas anteriormente.
La señorita Elisabeth von R contaba veinticuatro años cuando Freud la vio por primera vez. Mostraba síntomas que correspondían en su gran mayoría a la categoría del reumatismo muscular (SMT) y un historial muy parecido a los casos que atiendo en la actualidad. Esto es lo que Freud dijo sobre el reumatismo muscular:
Parece probable que en un comienzo estos dolores fueran reumáticos, es decir, para darle un significado preciso a esta palabra tantas veces mal empleada, eran de un tipo que reside principalmente en el músculo y que implica una gran sensibilidad a la presión; el dolor es especialmente agudo después de un largo período de reposo e inmovilización de la extremidad (es decir, por las mañanas), mejora al realizar los movimientos problemáticos y puede desaparecer después de un masaje. Estos dolores miogénicos, que son extremadamente comunes, adquieren una gran importancia en los neurópatas. Ellos mismos consideran que sus síntomas son nerviosos y en esto son alentados por sus médicos, que no están habituados a examinar los músculos aplicando presión con los dedos. Estos dolores proporcionan el material para innumerables neuralgias y las llamadas ciáticas, etcétera.
Ésta es una breve pero notable descripción de una de las muchas pautas de dolor de las personas con SMT. Mis colegas y yo hemos visto literalmente miles de ellas. Freud tenía una capacidad de observación incomparable. Es interesante señalar que aunque atribuye todos los síntomas al músculo, menciona las neuralgias y las ciáticas en sus descripciones. Ambos trastornos son manifestaciones nerviosas del SMT. Los que hayan leído mis libros sobre este síndrome reconocerán esta descripción. La pena es que él no se diera cuenta de que la psique es la que inicia el proceso. En este caso, habría hecho bien en hacerle caso a los médicos de los pacientes, los cuales decían que los síntomas eran «nerviosos». A Freud le engañó la naturaleza física de los síntomas, el dolor a la presión con el dedo, que se trata de uno de los sellos distintivos del SMT.
La opinión de Freud era que el proceso era «orgánico» –es decir, que se originaba en el cuerpo y no en la mente– porque el examen presentaba hallazgos físicos. Su opinión estaba plenamente justificada por la neurociencia de la época. Además, creía que la psique simplemente usaba los síntomas para algún propósito neurótico. Creo que habría acabado descubriendo la verdad si hubiese continuado estudiando las manifestaciones físicas, pero comenzó a interesarse por las neurosis y tuvo muy poco que decir sobre los síntomas físicos durante el resto de su carrera.
El principio de la equivalencia emocional y física funciona de manera distinta en la actualidad de como lo hacía en tiempos de Freud. Casos como el de la señora Emmy von N son poco frecuentes hoy en día, porque los síntomas histéricos son raros, aunque vi uno recientemente. La paciente era una joven veinteañera que decía sentir como si su pierna se hundiese en el suelo cuando caminaba. Una de las características de un síntoma histérico es su irrealidad, claramente ilustrada por el caso de esta joven. Generalmente, la gente hoy en día suele tener o bien un síntoma físico o bien uno afectivo –es decir, o bien el SMT (o uno de sus equivalentes) o bien manifestaciones emocionales como ansiedad, depresión, obsesiones o fobias–. La profesión médica reconoce la base psicológica de las manifestaciones emocionales pero no la de las físicas. Las pautas predominantes dependen de lo que esté de moda. Los síntomas histéricos no lo están; el SMT, con todas sus variantes (dolor en la zona lumbar, ciática, dolor en los hombros y en el cuello, «fibromialgia», «síndrome del túnel carpiano», dolor en la rodilla, dolor en la cadera, etcétera) está muy de moda. Los síntomas gastrointestinales también lo están. Es menos común, pero un paciente puede tener síntomas físicos y emocionales de forma simultánea. Tuve uno así recientemente. El joven vino a mi consulta con un historial de intenso dolor de espalda durante los dos últimos años. Le fue bien con mi programa de tratamiento y quedó libre de dolor en alrededor de tres semanas. Al poco tiempo, comenzó a sentir ansiedad y sus antiguos problemas gastrointestinales regresaron. El imperativo del síntoma estaba actuando. La presencia de dos manifestaciones psicogénicas indicaba claramente la necesidad de psicoterapia. La gravedad de un síntoma, emocional o físico, o la existencia de dos o más al mismo tiempo es una indicación del poder del inconsciente conflicto interior. Y enfermedades más graves como los trastornos autoinmunes, cardiovasculares o neoplásicos indican la existencia de fenómenos reprimidos más profundos.
En nuestra opinión, todos los síntomas de la señora Emmy y la señorita Elisabeth, afectivos o físicos, histéricos o psicosomáticos, cumplen una misma función: ser una defensa contra las poderosas emociones inconscientes que luchan por acceder a la conciencia o que han sido reprimidas a causa de su dolorosa naturaleza emocional.
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