Dr. John E. Sarno

La mente dividida


Скачать книгу

sobre el cuerpo y otra muy distinta es interiorizar ese conocimiento y comprenderlo en un nivel profundamente personal. Incluso cuando mis pacientes llegan a apreciar plenamente el elemento central de la ecuación –el hecho de que la causa principal de su sufrimiento físico reside en su mente–, pueden seguir tropezando con los detalles secundarios, incapaces de aceptar la realidad de su propia ira enterrada, y totalmente perplejos ante el hecho de que su propia mente pueda tomar decisiones de las que no son conscientes.

      El hecho de dar un paso hacia atrás y ver las cosas desde una perspectiva más amplia puede ayudar a mis pacientes a comprender la conexión mente-cuerpo. Los trastornos psicosomáticos pertenecen al grupo de los trastornos psicogénicos. Éstos pueden ser definidos como cualquier trastorno inducido o modificado por el cerebro debido a razones psicológicas.

      Algunas de estas manifestaciones son muy conocidas y todo el mundo está familiarizado con ellas, como el hecho de sonrojarse o de ponerse a sudar al ser el centro de atención, o la sensación de mariposas en el estómago. Pero éstos son fenómenos inofensivos y transitorios, y sólo continúan mientras persista el inusitado estímulo.

      Un segundo grupo de trastornos psicogénicos incluye aquellos casos en que el dolor de un trastorno físico es intensificado por ansiedades y preocupaciones que no están directamente relacionadas con el trastorno. Un ejemplo sería la persona que ha sufrido un grave accidente de coche y cuyo dolor se ve aumentado por sus problemas familiares o profesionales, no por la gravedad de sus lesiones. A pesar de que la medicina convencional tiende a ignorar casi todas las manifestaciones psicogénicas, generalmente suele admitir este tipo, reconociendo que los síntomas pueden empeorar si el paciente se siente angustiado. Los médicos pueden referirse a esto como superposición emocional. Los pacientes me han contado que su dolor empeoró considerablemente cuando recibieron los resultados de una resonancia magnética en que aparecía algún tipo de anormalidad, como una hernia de disco, especialmente si la cirugía formaba parte del tratamiento sugerido.

      El tercer grupo psicogénico es el perfecto opuesto del segundo: cubre los casos en que se produce una reducción de los síntomas físicos del trastorno en cuestión. En uno de los primeros estudios realizados sobre el dolor, Henry Beecher, de la Universidad de Harvard, observó que durante la Segunda Guerra Mundial los soldados gravemente heridos solían necesitar poca o ninguna morfina para controlar el dolor. Estos soldados estaban tan contentos de estar vivos, tan aliviados de no tener que enfrentarse de nuevo al horror del campo de batalla y de saber que ahora iban a recibir todo tipo de cuidados, que casi no sentían ningún dolor.

      Los grupos psicogénicos más importantes son el cuarto y el quinto, los trastornos histéricos y los trastornos psicosomáticos. Los primeros tienen principalmente un interés histórico, aunque la psicología de ambos es idéntica. Mi experiencia ha sido especialmente con los segundos.

      Los síntomas de los trastornos histéricos son a menudo bastante extraños. El paciente puede experimentar una gran variedad de afecciones altamente debilitantes, incluyendo astenia muscular o parálisis, sensaciones de entumecimiento o de hormigueo, ausencia total de sensaciones, ceguera, incapacidad para usar las cuerdas vocales y muchas otras, todas ellas sin que exista ninguna anormalidad física que explique tales síntomas.

      La propia naturaleza de los síntomas histéricos indica que su origen se halla «totalmente en la cabeza», por usar la expresión peyorativa con la que la gente se suele referir a los síntomas psicosomáticos. La ausencia de cualquier cambio físico en el cuerpo indica que los síntomas son generados por poderosas emociones en el cerebro. Nadie sabe con seguridad en qué lugar del cerebro. Una importante autoridad médica, el doctor Antonio R. Damasio, ha sugerido que estos centros generadores de emociones están localizados en el hipotálamo, la amígdala, el prosencéfalo basal y el tronco cerebral. Cuando se estimulan las células cerebrales adecuadas, los pacientes perciben los síntomas como si se originaran en el cuerpo. Estos síntomas suelen tener características muy extrañas e irreales. Uno de los pioneros de la psiquiatría del siglo XIX, Josef Breuer, los encontraba semejantes a las alucinaciones.

      En cambio, en el quinto grupo psicogénico, el de los trastornos psicosomáticos, el cerebro produce verdaderos cambios físicos en el cuerpo. Un ejemplo de esto sería el síndrome de miositis tensional (SMT), un trastorno doloroso que examinaremos con más detalle. En este trastorno, el cerebro ordena una reducción del flujo de sangre hacia un determinado lugar del cuerpo, dando lugar a una leve deficiencia de oxígeno que causa dolor y otros síntomas, dependiendo de qué tejidos se hayan visto afectados.

      Uno de los aspectos más intrigantes tanto de los trastornos histéricos como de los psicosomáticos es que tienden a propagarse entre la población de forma epidémica, casi como si fuesen de naturaleza bacteriológica, que no lo son. Edward Shorter, un historiador de la medicina, llegó a la conclusión de que la incidencia de un trastorno psicogénico adquiere proporciones epidémicas cuando el trastorno está de moda. Por muy extraño que parezca, la gente con una necesidad psicológica inconsciente de síntomas tiende a desarrollar dolencias que sean muy conocidas, como el dolor de espalda, la fiebre del heno o el eccema. Ésta no es una decisión consciente.

      Una segunda causa de tales epidemias suele surgir cuando un trastorno psicosomático es mal interpretado por la profesión médica y atribuido a una anormalidad estructural, como un espolón óseo, una hernia de disco, etcétera.

      Un estudio realizado en Noruega en 1996 indica que existe una tercera condición que fomenta estas epidemias: el simple hecho de que el tratamiento médico esté fácilmente disponible. Un artículo publicado en la revista médica británica Lancet señalaba la epidemia de «latigazo cervical» que estaba teniendo lugar en Noruega. Los conductores cuyo coche recibía un choque trasero desarrollaban dolores en el cuello y en los hombros a pesar de no haber sufrido ninguna lesión grave. Los doctores noruegos, desconcertados ante esta epidemia, decidieron investigar. Fue­ron a Lituania, un país sin seguro médico, y descubrieron que el latigazo cervical era una dolencia desconocida en ese país. Resultó que la explosión de casos en Noruega tenía más que ver con que el latigazo cervical estuviese de moda que con la gravedad de las colisiones traseras. ¡La única explicación para esta epidemia era que en Noruega había muchos seguros médicos que cubrían el tratamiento!

      Las epidemias más importantes de trastornos psicosomáticos son aquellas que están relacionadas con el dolor. Como comentaré más adelante, estos trastornos se han convertido en las dolencias de moda para millones de estadounidenses. Son «populares» y la mayoría de ellos han sido erróneamente diagnosticados como si fueran el resultado de varias anormalidades físicas estructurales, y de ahí su propagación epidémica.

      ¿Cuál es la génesis de un trastorno psicosomático? Como veremos, hay que buscar la causa en las regiones inconscientes del cerebro, y como también veremos, su objetivo es distraer deliberadamente a la mente consciente.

      El tipo de síntoma y su localización en el cuerpo no importan mientras sirvan para distraer la atención de aquello que está calando en el inconsciente. Ocasionalmente, la elección de la localización del síntoma puede incluso facilitar la maniobra de distracción, algo que es común en los trastornos psicosomáticos. Por ejemplo, un hombre que siente un dolor agudo en el brazo al realizar un cierto movimiento con la raqueta de tenis va a suponer que ese movimiento fue el causante de su dolor. La realidad es que su cerebro ha decidido que ha llegado la hora de crear una distracción física y elige ese momento para iniciar el dolor porque la persona va a suponer que éste es producto de una lesión y no que se trata de un trastorno físico generado por el cerebro. ¿Y qué hace éste para llevar a cabo esta maniobra de distracción? Simplemente reduce de forma leve la cantidad de oxígeno que llega hasta un tendón del brazo, lo cual produce dolor. Así es como obtuvo su nombre el «codo de tenista». Si esto te parece extraño, diabólico o autodestructivo, más adelante verás que en realidad se trata de una maniobra de defensa. Mis colegas y yo la hemos observado en miles de pacientes.

      Pero un síntoma puede perder con el tiempo su poder de distracción. En ese momento, la psique guarda otra estrategia en la manga. Encontrará otro síntoma para