y Mario Pasquinelli,
ilustres conciudadanos que forman
parte de la Historia de Jesi.
Amigos de Jesi
Stefano Vignaroli
EL IMPRESOR
LA CORONA DE BRONCE
Traductora: María Acosta Díaz
NOVELA
Stefano Vignaroli
EL IMPRESOR
La corona de bronce
©2017 Amigos de Jesi
©2021 Tektime
Todos los derechos de reproducción, distribución y traducción están reservados.
Los párrafos sobre la historia de Jesi han sido extraídos y libremente adaptados de los textos de Giuseppe Luconi.
Ilustraciones del profesor Mario Pasquinelli, amablemente cedidas por los herederos legítimos.
Traduciòn de Maria Acosta Dìaz
En la cubierta: Jesi ― Icono del Palazzo del Governo
Sitio web: www.stedevigna.com
Email de contacto: [email protected]
Prefacio
Jesi, ciudad natal del emperador Federico II di Svevia, vuelve a ser el escenario de las aventuras de la joven estudiosa Lucia Balleani en el segundo episodio de la trilogía El Impresor. Amor y muerte, esoterismo y razón, bien y mal. Sólo son algunos de los ingredientes que dan ritmo a esta nueva investigación, centrada en la misteriosa desaparición de la corona de bronce, antaño puesta sobre el león rampante del principal palacio jesino, el de la Signoria. Con hábil alquimia Vignaroli entrelaza pasado y presente a través de las vicisitudes paralelas de los protagonistas de nuestros días y de sus homónimos antepasados. La atractiva y orgullosa regente de la república Aesina, Lucia Baldeschi se ve escindida entre sus obligaciones por razón de Estado y el amor por el fugitivo caballero, el valiente condottiero Andrea Franciolini. La acción, entre la historia y la leyenda, se extiende desde los severos edificios y los oscuros pasadizos secretos de una Jesi subterránea, hasta los campos abiertos de su Condado, poblados por pastores y monjes de día y animados por ritos mágicos durante los claros de luna. Además, están las intrigas de palacio, las disputas entre señores y las batallas, entre los ejércitos y contra los piratas, desde Urbino a Senigallia, hasta algunas entre las más sugestivas gargantas de los Apeninos. Ambientes y características propias de una época, el Cinquecento1 , caracterizado por luces y sombras, dividido entre el culto a la razón y la práctica del esoterismo y del que los personajes de la novela son un fiel reflejo. En el modo de comportarse, así como en las virtudes y en los defectos. Siguiendo sus pasos, entre sensacionales descubrimientos y brillantes intuiciones, los combativos amantes, Lucia y Andrea, de la Jesi del siglo XXI, alcanzarán la verdad bajo el signo de un amor atemporal.
Marco Torcoletti
Introducción
Después del primer episodio de la serie El Impresor, heme aquí presentándoos la secuela, la segunda historia. Al final de La sombra del campanile quise dejar abiertas algunas puertas a posibles desarrollos de la trama sucesiva. Bernardino, el impresor, yace en condiciones desesperadas en una habitación del hospital Santa Lucia. El Cardenal Baldeschi ha muerto de repente y ha dejado vacante el gobierno de la ciudad. ¿Será, finalmente, la joven Lucia Baldeschi la que tomará las riendas del gobierno para evitar que Jesi caiga en las manos de los enemigos que, desde siempre, la han hostigado? Es verdad, no se puede dejar el gobierno en manos de cuatro nobles corruptos o, peor, confiarlo al legado pontificio enviado por el Papa. Pero Lucia es una mujer y no es fácil asumir una posición de liderazgo tradicionalmente confiada a los hombres. Y Andrea, su amor, ¿dónde estará, después de haber escapado del patíbulo y haber desaparecido junto con el Mancino? ¿Volverá a la escena para ayudar a su amada? ¿O acontecimientos desfavorables lo conducirán hacia otras playas?
Y recordemos también la historia paralela, la de la estudiosa Lucia Balleani, nuestra contemporánea, que quizás ha encontrado finalmente el amor de su vida, que la llevará de la mano para descubrir junto con el lector nuevos y arcanos secretos.
En definitiva, están todos los elementos para enfrentarse a una lectura que, de nuevo, nos conducirá entre callejones, plazas y palacios de una espléndida ciudad marquesana, famosa en el mundo por haber visto nacer al Emperador Federico II: Jesi. ¡Buena lectura!
Stefano Vignaroli
Capítulo 1
Bernardino había vuelto a abrir los ojos después de días y días de inconsciencia. A pesar de que su habitación estaba en penumbra fue deslumbrado por la luz y por el blanco resplandeciente del espacio en el que se encontraba. Una pequeña estancia, sin adornos, con las paredes blancas, sin cuadros, sin frescos en el techo, sin ni siquiera la compañía de una estantería con algunos libros. Creyó que había llegado al Paraíso pero los dolores lacerantes que advertía en todo su cuerpo le hicieron comprender que todavía estaba con vida. Al oírlo quejarse, una monja se le acercó y le llevó a los labios la taza de caldo de pollo que, hasta entonces, le había obligado a engullir a pesar del estado de inconsciencia. Aunque estaba frío Bernardino lo deglutió con avidez hasta que se atragantó y comenzó a toser. Pero volvió a coger el brazo de la monja, que le estaba apartando el precioso líquido, ya que sentía la garganta tan ardiente que pensaba que había salido de aquel infierno de llamas sólo unos pocos minutos antes. Y sin embargo había pasado casi un mes desde el día del incendio de su taller.
―Todavía estáis muy débil, amigo mío. Poquito a poco o tendremos un problema. El doctor me ha recomendado: pocos sorbos y a menudo. El doctor Serafino es alguien que sabe lo que hace, ¡de lo contrario a estas horas no estaríais entre nosotros! ―le dijo la monja con amabilidad pero con voz firme.
―El Cardenal, ha sido el Cardenal… ―intentó decir Bernardino, con la voz que sofocada por la tos.
―Sí, sí, ha sido el Cardenal Baldeschi el que ha querido curaros en este lugar, gracias a la intercesión de su querida sobrina2 . Por desgracia el Cardenal ya no existe. Una desgracia, una horrible desgracia. El Cardenal ha sido asesinado por una de sus siervas, por lo que yo sé, una tal Mira. Lo ha hecho caer desde el balcón de su estudio, después de haberlo traspasado con un cuchillo muy afilado. Se dice que el Cardenal sorprendió a la muchacha mientras estaba robando en su estudio. Comenzaron una pelea entre los dos y el anciano se llevó la peor parte. Pero la sierva ha sido arrestada y pagará por su crimen. ¡Vaya si pagará!
A pesar de los dolores Bernardino aferró la mano de la monja e hizo un esfuerzo sobrehumano para hablar.
―¿Me estáis diciendo que el Cardenal Artemio Baldeschi ha muerto? ¿De verdad? Pero… ¿cuánto tiempo ha pasado desde que perdí el conocimiento? Por como habláis no parecen hechos atribuibles a ayer o antes de ayer. ¿Qué ha sucedido con Lucia Baldeschi? ¡Por lo que me decís debe haberse quedado sola!
―Calmaos. Os lo he dicho, ¡no debéis hacer esfuerzos! Habéis pasado un mes en este lecho, preso de la fiebre, del delirio, de sueños que atenazaban vuestra alma y vuestro corazón. Mis hermanas y yo nos sentíamos desesperadas pensando si lo conseguiríais. Y en cambio, el Buen Dios, todavía no ha querido acogeros en su seno y aún estáis con nosotras. Haré llevar un mensaje a Lucia Baldeschi, advirtiéndole que habéis recobrado la consciencia. Se pondrá muy contenta y seguramente os vendrá a visitar en los próximos días.
―Hermana, mandad que la llamen enseguida. El Palazzo Baldeschi está enfrente, en esta misma plaza, ¡incluso puedo vislumbrarlo desde la ventana!
La monja sonrió y apartó la mano, todavía retenida por la de Bernardino.
―Por su seguridad, la Señora se ha retirado a la residencia de campo de la familia, cerca de Monsano, junto con sus hijas y sus preceptores. El Papa ya ha procedido