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Mi camino: El camino de las nubes blancas


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      Mi camino: El Camino de las Nubes Blancas

      Título original: My way: The Way of the White CloudsTraducción: Silvia Espinoza de los Monteros

      Mi camino: El Camino de las Nubes Blancas

      © 1995 OSHO International Foundation, Suiza (www.osho.com) todos los derechos reservados

      D.R. © 2007 Editorial Lectorum, S.A. de C.V.,

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      Los textos aquí incluidos son una edición actualizada de una serie de discursos originales titulada: My way: The Way of the White Clouds, pronunciados por OSHO ante diversos auditorios. Todos los discursos de OSHO han sido publicados íntegramente en libros y también se encuentran disponibles las grabaciones originales en audio. Éstas y los archivos de texto completos pueden encontrarse en internet en la Biblioteca OSHO en la página web:

      www.osho.com

      Primera edición: octubre de 2007

      ISBN: 978-970-732-232-5

      Traducción y características tipográficas aseguradas conforme a la ley.

      Prohibida la reproducción parcial o total sin autorización escrita del editor

      Capítulo 1 · El Camino de las Nubes Blancas

      ¿POR QUÉ TU CAMINO ES LLAMADO EL CAMINO DE LAS NUBES BLANCAS?

      Justo antes de que Buda muriera, alguien le preguntó: “Cuando un Buda muere, ¿hacia dónde se dirige? ¿Sobrevive o simplemente desaparece en la nada?”

      Esta no es una pregunta nueva sino una de las más antiguas y de las que más se han repetido y se han hecho. Se dice que Buda respondió: “Sólo es como una nube blanca que desaparece...”

      Esta misma mañana había nubes blancas en el cielo. Ahora ya no están ahí. ¿Adónde se han ido? ¿De dónde vienen? ¿Cómo evolucionan y cómo se disuelven nuevamente? Una nube blanca es un misterio; su ir y venir, su esencia misma. Esa es la primera razón por la que a mi camino le llamo El Camino de las Nubes Blancas.

      Sin embargo, existen muchas razones y es bueno reflexionar, meditar acerca de ellas. Una nube blanca existe sin que tenga raíces. Es un fenómeno desarraigado, establecido o varado en ninguna parte. Y aun así, existe. Toda la existencia es como una nube blanca: existe sin raíz alguna, sin causalidad alguna, sin finalidad alguna. Existe como un misterio.

      En realidad, una nube blanca no posee un camino propio. Se ve arrastrada por el viento. No tiene adónde llegar, ninguna trayectoria, ningún destino que cumplir, ninguna causa final. No puedes hacer fracasar a una nube blanca, pues su meta es cualquier lugar. Si tienes una meta, seguramente fracasarás. Mientras más se oriente la mente hacia una meta, más angustia, ansiedad y frustración habrá pues una vez que tienes una meta, te mueves hacia un destino determinado. Y el todo existe sin destino alguno. El todo no se mueve hacia ninguna parte, no tiene una meta, ningún propósito. Una vez que tienes un propósito, estás en contra del todo —recuerda esto—, y entonces fracasarás. No puedes ganarle al todo. Tu existencia es tan diminuta que no puedes luchar, no puedes vencer. Resulta imposible imaginar que una sola cosa pueda conquistar al todo. Y si el todo no tiene un propósito y tú sí lo tienes, serás vencido.

      Una nube blanca es arrastrada hacia donde el viento la lleve, no opone resistencia, no lucha. Una nube blanca no es un conquistador y, aun así, se cierne sobre todo. No puedes conquistarla, no puedes vencerla. No posee una mente por conquistar, por eso es que no puedes vencerla. Una vez que te fijas una meta, un propósito, un destino, un objetivo, una vez que has adquirido la malicia de llegar a algún lugar, entonces los problemas surgen. Y serás derrotado, eso es seguro. Tu derrota se encuentra en la esencia misma de la existencia.

      Una nube blanca no tiene adónde ir. Se mueve, se mueve a todas partes. Todas las dimensiones, todas las trayectorias le pertenecen. Nada es rechazado. Todo es, todo existe en una total aceptación. De ahí que a mi camino le llame El Camino de las Nubes Blancas.

      Las nubes blancas no tienen un camino propio, son arrastradas por el viento. Un camino significa llegar a algún lugar. El camino de las nubes blancas significa seguir un sendero sin sendero, un camino sin camino. Moverse, pero no con una mente fija: moverse sin una mente. Esto debe ser entendido porque propósito es sinónimo de mente. Por eso es que no puedes imaginar cómo vivir sin un propósito... porque la mente no puede existir sin un propósito.

      Y la gente es tan absurda, incluso viene a mí y me pregunta: “¿Cuál es el propósito de la meditación?” La meditación no puede tener algún propósito porque básicamente denota un estado de la no mente. Ahí es donde tú estás, sin ir a ningún lugar; en donde la meta es sólo ser, sólo estar.

      La meta está aquí y ahora. Una vez que la meta se encuentra en otra parte, la mente comienza su viaje. Entonces la mente comienza a pensar, comienza un proceso. Si el futuro está ahí, entonces la mente puede fluir, entonces la mente puede tener su rumbo, entonces la mente tiene un espacio para moverse.

      Con el propósito llega el futuro, con el futuro llega el tiempo. Una nube blanca flota en el cielo, eterna, porque ahí no existe un futuro ni una mente. Está aquí y ahora. Cada momento es una eternidad total. Sin embargo, la mente no puede existir sin un propósito, por lo tanto sigue creando propósitos. Si los llamados propósitos mundanos se pierden, entonces la mente crea propósitos religiosos, propósitos alejados del mundo. Si el dinero se ha vuelto inútil, entonces la meditación se vuelve inútil. Si el llamado mundo de competencia, de política, se ha vuelto inútil, entonces otro mundo de nueva competencia, de religión, de logro, se vuelve significativo. Sin embargo, la mente siempre añora algún significado, algún propósito. Y sólo para mí esa mente es religiosa, lo cual resulta inútil. Pero eso significa que la mente ya no es más una mente. Imagínate a ti mismo como una nube blanca, sin mente.

      En el Tíbet tienen una forma de meditar: los monjes se sientan en las colinas, solos, absolutamente en soledad, meditando únicamente sobre las nubes blancas que se desplazan en el cielo, contemplando continuamente y, luego, siendo absorbidos. Entonces, se convierten en nubes blancas posándose solamente sobre una colina como una nube blanca. Sin mente, sólo estando ahí. Sin resistencia, sin lucha, sin nada que ganar, sin nada qué perder. Disfrutando solamente de la existencia misma, celebrando el momento, la alegría, el éxtasis de éste.

      De ahí que a mi camino le llame El Camino de las Nubes Blancas. Y también me gustaría que vosotros os convirtieseis en nubes blancas desplazándose en el cielo. Dije desplazándose, no moviéndose —no moviéndose hacia un punto—, sólo desplazándose dondequiera que los vientos os lleven. Dondequiera que os encontréis por casualidad, esa es la meta. Así que la meta no es algo que termine en algún lugar, no es “el final de la línea”. La meta es cada momento.

      Aquí, vosotros sois siddhas para mí, iluminados. Aquí, habéis ganado. Aquí, vosotros sois tan perfectos como podéis ser, igual que un Buda, un Mahavira o un Krishna. No hay nada más qué ganar. Justo en este preciso momento, todo está ahí, sólo que no estáis alerta. Y no estáis alerta porque vuestra mente está en el futuro. Vosotros no estáis aquí. No estáis conscientes de lo que os está pasando en este preciso momento. Y esto ha estado sucediendo siempre y siempre. Esto ha estado sucediendo en muchos, muchos millones de vidas. Cada momento vosotros habéis sido un Buda. Esto no se ha pasado por alto ni por un solo momento. No se puede pasar por alto; así es como la naturaleza misma es, como las cosas son. ¡No lo podéis pasar por alto!

      Sin embargo, vosotros no estáis alerta y no podéis estar alerta