Omraam Mikhaël Aïvanhov
Creación artística y creación espiritual
Izvor 223-Es
ISBN 2-85566-459-4
Traducción del francés
Tituló original:
Création artistique et création spirituelle
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I
ARTE, CIENCIA Y RELIGIÓN
Para que la naturaleza del “Arte” os resulte lo más clara posible, es necesario tomar como punto de partida la estructura del ser humano.
Se puede definir al ser humano como una trinidad: está dotado de un intelecto para pensar, un corazón para sentir y una voluntad para actuar. El campo del intelecto es la ciencia. El ámbito del corazón es la religión, la moral. En cuanto a la voluntad, le es necesario actuar, dar forma, crear. Por esta razón, se puede decir que el arte pertenece al campo de la voluntad. La música, la danza, la escultura, la arquitectura, la poesía, la pintura, etc., son distintos medios que el hombre ha encontrado para exteriorizar, concretar lo que tiene en su cabeza y en su corazón. El arte está vinculado a la ciencia y a la religión.
La ciencia busca la luz; la religión, el calor; y el arte, la actividad creadora. Desgraciadamente, los humanos han tenido y tienen la costumbre de dividirlos, e incluso de oponerlos. ¡Cuántas veces hemos presenciado cómo la religión condena la ciencia y el arte! La ciencia, por su parte, menosprecia la religión y considera que el arte es una materia poco seria, mientras que el arte se toma en broma la opinión que la religión y la ciencia tienen de él. A pesar de ello, arte, ciencia y religión están íntimamente relacionados en la vida, en la naturaleza y en el ser humano. Los Iniciados no separan nunca estos tres ámbitos. Instaurada la división, la religión es incapaz de retener a los científicos, quienes, a su vez, la rechazan. Pero lo hacen porque en realidad la rechazan, al no poseer la verdadera ciencia: su ciencia está únicamente centrada en el mundo físico, material, y no conocen la verdadera ciencia, la ciencia de los tres mundos, sobre la cual se basan todas las religiones. En cuanto al arte, se limita a nadar entre dos aguas: unas veces se opone a la moral y a la religión; otras, se opone a la ciencia.
En la naturaleza, os lo repito, la religión, la ciencia y el arte forman un todo. Pero en la mente de los seres humanos están separados. Y no se llegará a la verdadera comprensión mientras se mantengan separados. La ciencia, la religión y el arte forman una unidad, gracias a la cual todo se puede explicar y comprender. El hombre no debe separar nunca las actividades del corazón, del intelecto y de la voluntad. Las tres deben ir fusionadas y unidas, en la misma dirección. El corazón debe dar su fuerza, su amor y su aliento a lo que aprueba el intelecto, y la voluntad debe sellarlo con sus actos. Si el intelecto reprueba y obstaculiza lo que el corazón siente, o si la voluntad, completamente desorientada, se empeña en satisfacer a los dos, el hombre se derrumba. La ciencia es una necesidad del intelecto, la religión es una necesidad del corazón y el arte es una necesidad de la voluntad de expresar algo, de crear y de construir. Estas tres necesidades van unidas, ya que lo que pensáis, a continuación lo sentís, lo amáis, y finalmente lo ejecutáis.
¿Qué pasa en la vida? El hombre planifica y proyecta, luego desea verlo realizado, y por último, se pone a trabajar para realizarlos. Esto es: pensamiento, sentimiento y acción. Naturalmente que algunos, a menudo, hacen lo contrario y actúan sin haber estudiado en profundidad el problema. Entonces, evidentemente, vienen los errores, los sufrimientos y las lamentaciones. ¿Se puede obrar sin reflexionar? Sí, pero sólo cuando se ha alcanzado tal grado de pureza y tal nivel de evolución que cada impulso que nos mueve a obrar está inspirado por la Divinidad misma. Hay seres excepcionales – aunque, desde luego, extremadamente raros – que se han identificado con la Divinidad hasta tal punto que si reflexionasen antes de actuar introducirían en ellos un elemento humano que perturbaría las corrientes divinas bajo cuya influencia están completamente sometidos. Estos seres, después de actuar, miran lo que han hecho y constatan que su actuación ha sido correcta. Obran como Dios mismo. Examinad de qué forma el Génesis nos presenta los seis días de la creación del mundo: cada “día” Dios pronuncia unas palabras y hace que aparezcan los diferentes elementos del universo; al final de cada jornada, Dios ve “que está bien”. Para actuar como Dios, debemos ser como El... pero para ser como El necesitaremos miles de años de trabajo.
En el transcurso de los siglos – conforme se sucedían las civilizaciones – la ciencia, la religión y el arte se han disputado el primer puesto. Durante largo tiempo, la religión ha ejercido su predominio en Occidente y ha puesto trabas a la ciencia y al arte. Pasado este período, viene otro en el que el poder de la religión declina y es la ciencia la que toma el mando, y en la actualidad se puede decir que el futuro pertenece a los artistas. Cada día la gente les ama y les aplaude más y hasta el Cielo quiere, en este momento, manifestarse a través de los artistas, músicos, poetas, escultores. ¿Por qué razón?
Para el hombre no hay nada tan esencial como el arte. Esto se remonta a la infancia de la humanidad. Porque, ¿cuáles son las primeras manifestaciones del niño? Al niño no le preocupa ni la filosofía ni la ciencia ni la moral. El niño es un “artista”: gesticula, hace mímica, llora... Las malas lenguas dicen que llora. ¡Qué va! A mí me gusta puntualizar, y afirmo que lo que el niño hace es cantar o, por lo menos, ejercitarse en espera de que su laringe y sus pulmones estén a punto. Por lo demás, mirad cómo baila cuando apenas consigue mantenerse sobre sus piernas, y cómo dibuja y pinta incluso antes de haber aprendido a leer y a escribir. Dadle cubos y arena: construirá casas y castillos, convirtiéndose en arquitecto.
La historia de la humanidad ha estado marcada desde sus comienzos por el arte. Más tarde la religión consiguió prevalecer; después la ciencia ha logrado imponerse. Pero de nuevo, en el futuro, será el arte – os lo repito – el que tendrá la primacía. ¿Por qué el arte? ¿Por qué no la religión o la ciencia?
Desde hace siglos la religión, o mejor dicho los representantes de la religión, no han estado realmente a la altura de su misión al abandonar los fines espirituales por los intereses materiales: la autoridad, el prestigio, el poder, el dinero. En lugar de enseñar a los hombres la verdadera fe les han enseñado el fanatismo; en lugar de liberarlos han buscado – con demasiado frecuencia – el modo de utilizarlos y explotarlos. Jesús decía a los fariseos y a los escribas: “Desgraciados de vosotros, hipócritas que cerráis a los hombres las puertas del reino de los cielos; no entráis ni dejáis entrar a los que quieren hacerlo...” Este reproche se puede hacer extensivo a la mayoría de los clérigos de todas las religiones. Por esta razón los seres humanos abandonan – cada vez más – las iglesias y los templos. En cuanto a la ciencia, se encamina hacia investigaciones de tanta envergadura que se ha convertido en materia de especialistas. A pesar de apreciar la importancia de los descubrimientos científicos, la mayoría de las personas no puede realmente comprenderlos ni centrar su interés en ellos.
Sólo el arte puede conmover a los humanos y despertarlos a la verdadera vida. Esto no significa que no debamos criticar ciertas tendencias que se dan actualmente en el arte; al contrario, incluso podríamos afirmar que están lejos de lo que los Iniciados entienden por “Arte”, es decir, una actividad que reúne la verdadera ciencia y la verdadera religión. Sin embargo, es el arte el que salvará al mundo: un arte consciente, iluminado por las verdades de la sabiduría y del amor. En el futuro el primer lugar se otorgará a los artistas, ya que el verdadero artista es, al mismo tiempo, sacerdote, filósofo y sabio. Porque la misión del artista consiste en realizar en el plano físico lo que la inteligencia concibe como verdadero, lo que el corazón siente como bueno, para que el mundo superior, el mundo del Espíritu, pueda descender a encarnarse en la materia.
II
LA FUENTE DIVINA DE LA INSPIRACIÓN
Si el hombre no ha sabido antes elevarse mediante el pensamiento para contemplar otras imágenes y otras existencias superiores a él que puedan servirle de