Mercedes Valdivieso

Los ojos de bambú


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mujer que adelantándose a su época, poseía una fuerte conciencia de su autonomía y de los derechos de la mujer en el contexto más amplio de las estructuras económicas y sociales que aún hoy día producen las injusticias de la pobreza, la marginalidad y la discriminación tanto a nivel genérico como étnico.

      Como señala el epígrafe de St. John Perse, la estadía de Clara en Pekín produce en ella la sensación de estar en tierra extranjera, en un exilio que marca una crisis en la importante relación que existe entre nosotros y el espacio que habitamos. Estar lejos del follaje de los afectos y las cosas conocidas origina, según Edward Said, una suspensión del ser ahora enfrentando un entorno desconocido. Clara debe vivir en el Hotel Internacional de los visitantes extranjeros construido lejos de la ciudad y allí se extienden sus pasillos interminables, comidas regimentadas y garitas en las cuales los gendarmes controlan, de manera estricta, la entrada y salida de sus huéspedes. En ese ambiente, ella siente que a todos ellos se los ha privado de una vida propia y a la vez, se los ha aislado de la realidad china en una absurda idea de un confort que imita lo que allí se considera occidental. Restricciones y aislamiento hacen sentir a Clara como si fuera un pez aprisionado en una pecera. Por otra parte, la desconcierta la imagen oficial del Gobierno revolucionario con sus muchedumbres, desfiles, banderas rojas, y cuerpos de soldados y revolucionarios luciendo sus pañuelos rojos como único signo de identidad.

      El Gobierno chino espera que Clara pinte estas escenas con un propósito propagandístico. Simultáneamente, ha impuesto esta regulación entre sus artistas puesto que deben contribuir a la revolución que impuso, siguiendo el ejemplo de la Unión Soviética, el realismo socialista. Por consiguiente, prohibió cualquier otra tendencia estética tachada como burguesa y en consecuencia, meritoria de cárcel y persecución, como fue el caso de Boris Pasternak. Clara muestra sus primeros bocetos a su amigo Germán quien tajantemente los rechaza por no representar los logros de la revolución y ella siente que él también se ha convertido en un extraño.

      El exilio y la suspensión del ser adquieren en Los ojos de bambú una nueva connotación. El temor, los insomnios y la angustia de Clara no se deben al hecho de estar fuera de su domicilio, como indica la etimología de la palabra “exilio”, sino a las severas regulaciones impuestas a su creación artística que, como tal, es un acto de libertad para expresar nuestras ideas, sentimientos y sensaciones, como lo señala el epígrafe de Shakespeare: “Preciso es que nos sometamos a la carga de estas amargas épocas, decir lo que sentimos, no lo que debiéramos decir”.

      Ajena a un rígido sistema de consignas, Clara ya no puede pintar, ya no puede ser ella misma. Y desde esta posición marginal, el exilio significa estar fuera por no aceptar ideas que van contra su propia y libre concepción del mundo y de sí misma. Junto a la mirada de la pintora, se da también la mirada de una mujer con firmes convicciones políticas y en este sentido, Los ojos de bambú abre una brecha significativa en la narrativa latinoamericana puesto que, por primera vez, se presenta un personaje femenino capaz de cuestionar a partir de su autonomía intelectual, un sistema revolucionario desde una posición política no partidista.

      En nuestros días, resulta imposible aquilatar esta valiosa innovación sin referirnos a la trayectoria histórica de la participación de la mujer en la política. Como ciudadana de segunda categoría, la mujer en el sistema capitalista no tuvo derecho a voto durante siglos. Solo en 1918, le fue concedido, por primera vez, este derecho en Inglaterra y dos años después en Estados Unidos.

      Por otra parte, en la Revolución Rusa de 1917, participaron hombres y mujeres, razón por la cual en el nuevo Gobierno hubo algunas, entre ellas, Alexandra Kollantai quien, en su función de comisaria del pueblo para la asistencia pública, impuso en 1918 el Código de la Familia en el cual se legalizaba el aborto, el divorcio y los hijos ilegítimos. Consciente del predominio masculino en la ideología marxista, Kollantai hizo esfuerzos por integrar a la revolución socialista enfocada en el proletariado, los problemas de la sexualidad y la opresión de la mujer planteando la cancelación de la esposa concebida como propiedad de su marido y la indisolubilidad del matrimonio para instaurar una unión libre basada en la solidaridad, el compañerismo y la igualdad de los sexos.

      Sin embargo, sus ideas fueron muy pronto rechazadas y a ella se la excluyó del Gobierno asignándosele, a partir de 1922, cargos diplomáticos en el extranjero. Por otra parte, su Código de la Familia empezó a ignorarse y a mediados de los años treinta se anuló bajo la dictadura de Stalin.

      No obstante la cortina de hierro que separó los poderes de Estados Unidos y la Unión Soviética, en ambos territorios las mujeres sufrían discriminaciones muy semejantes y tanto en el poder ejecutivo como legislativo, se daba una abrumadora mayoría de hombres.

      En Latinoamérica, la conquista del derecho a voto se dio más tardíamente, entre 1927 (Uruguay) y 1957 (Colombia). Como han demostrado interesantes estudios, en la década de los sesenta cuando se publicó Los ojos de bambú, las mujeres que se incorporaron a los partidos políticos siempre tuvieron un lugar secundario bajo un liderazgo exclusivamente masculino. Como en el caso actual del LGTB donde las lesbianas son discriminadas, los partidos políticos de esta época estaban regidos por ideologías creadas por los hombres y en ellos se repetían los típicos prejuicios en contra de la mujer definida como un ser frágil y pasivo, incapaz de pensar o tomar decisiones porque en ella primaban los sentimientos.

      Clara, en Los ojos de bambú, contradice plenamente estos prejuicios y resulta un personaje, hasta entonces, ausente en nuestra narrativa latinoamericana. Con un gesto libertario, rehúsa participar en los paseos turísticos organizados por los funcionarios del Gobierno chino para sus visitantes extranjeros y prefiere viajar sola en el transporte público. Sabe que en estas giras guiadas se le mostrarán solo los fragmentos urbanos que convengan a una visión positiva de la revolución y ella quiere conocer las otras facetas de un pueblo y una cultura de carácter milenario. Está segura de que su mirada no regimentada por ninguna autoridad le permitirá vivencias auténticas, sentimientos e ideas que engendrarán la inspiración artística para volver a pintar.

      Así, descubre la riqueza del pasado en una sorprendente contigüidad y yuxtaposición con los cambios producidos por la revolución cuyo objetivo ha sido reemplazar el injusto sistema feudal del Imperio Chino por un sistema socialista afincado en la Modernidad. De este modo, logra conocer en los negocios de anticuarios, el arte y la artesanía chinas mientras en el Barrio del Cielo (antiguo suburbio de la prostitución) y otras calles, conoce al pueblo chino y su cultura popular expresada a través de relatos de la tradición oral, escenas circenses, composiciones musicales y espectáculos de magia presentados por prestidigitadores.

      Inspirada en la ideología marxista-leninista, la Revolución China con su triunfo en 1949 tenía como meta alcanzar la fase de la igualdad a través de una sociedad comunitaria tanto en los medios de producción como de consumo junto con la cancelación del capitalismo y las clases sociales. Fase que, según esta ideología, solo era posible lograr teniendo un período de transición socialista llamada “dictadura del proletariado” en el caso de la Revolución Rusa y “dictadura del campesinado” en China.

      Hacia 1960 (marco temporal de Los ojos de bambú), China estaba en esta etapa de transición bajo el mando autoritario y unipartidista de Mao Tse-Tung quien se proponía convertir a una sociedad eminentemente agraria en una sociedad industrial , hecho que produjo severas hambrunas en el país. Por otra parte, la implantación de una dictadura socialista originó persecuciones a los disidentes, ejecuciones masivas y trabajos penitenciarios que causaron la muerte de miles de personas.

      Dentro de este contexto, Clara asume una posición humanista que defiende la potencialidad de agencia de cada ser humano a nivel colectivo e individual, el derecho inherente