José Ramón Modesto Alapont

Tierra y colonos


Скачать книгу

Joan del Mercat también parece que la rentabilidad de las propiedades urbanas superó a la de la tierra. Véase Javier Palao (1993).

      El Hospital General era, a finales del siglo XVIII, uno de los propietarios de tierras más importantes de todo el País Valenciano. Sabemos que en 1828 era el quinto propietario de la Particular Contribución de Valencia (Hernández y Romero, 1980). Si tenemos en cuenta que en esas fechas sólo un tercio de su patrimonio se ubicaba en la comarca de l’Horta, podemos plantear que sería probablemente uno de los mayores propietarios del Reino de Valencia. Además, como veremos a continuación, la institución incrementó de forma considerable su patrimonio hasta que la desamortización de Madoz provocó a partir de 1858 la completa enajenación de sus propiedades. El volumen y diversidad de su patrimonio y el carácter estrictamente rentista de su gestión lo convierten en una fuente privilegiada para el estudio de la agricultura valenciana en el tránsito entre los dos siglos. El primer paso en nuestro estudio será intentar conocer su patrimonio, analizar cómo evolucionó e intentar entrever cuál pudo ser la lógica de esta trayectoria.

      Hay que tener en cuenta al analizar el patrimonio del Hospital el carácter institucional de los bienes. El hecho de tratarse de una institución permitía una mayor capacidad de acumulación y estabilidad, al no estar sometido a las fluctuaciones que los patrimonios familiares o individuales sufren por razones biológicas (división por herencia, nupcialidad, etc.). Además se trataba de una institución en la que diferentes intereses sociales quedaban implicados, lo que tendrá importantes repercusiones en su salud económica.

      De entrada, el Hospital obtuvo desde su fundación el privilegio de amortización de sus tierras, que impedía que estas pudiesen ser enajenadas. Consecuentemente estuvo, también, afectado por las medidas antiamortizadoras que intentaron limitar la acumulación de tierras por parte de los grandes patrimonios. Desde la época foral se establecieron fuertes limitaciones a su capacidad de movimiento, que sin embargo tenían una efectividad vacilante y contradictoria a causa fundamentalmente de las penurias económicas de la hacienda pública (Palao, 1993; Brines, 1974). La situación del Hospital era peculiar. Mientras las instituciones eclesiásticas normalmente eran vigiladas y penalizadas, a menudo de forma infructuosa, por los juzgados de amortización para que no ampliaran su patrimonio, en el caso del Hospital las medidas más importantes fueron las establecidas por la corona para evitar la venta de propiedades. La Junta del Hospital tenía capacidad para gestionar a su voluntad los bienes, pero no podía vender ni permutar ninguno sin la adecuada autorización, inicialmente del rey y luego del ministerio de Gobernación.

      La realidad fue en la práctica diferente y durante su larga existencia las penurias económicas obligaron con frecuencia a la institución a la venta de propiedades como forma de reducir sus constantes déficits. El cuidado de los enfermos, locos y expósitos era un pozo sin fondo, que impedía obtener beneficios y minimizaba su capacidad de inversión. Por ello, su crecimiento patrimonial no fue el resultado del beneficio generado por sí mismo, sino de la incorporación de tierras a través de diferentes mecanismos en los que frecuentemente estuvieron implicados elementos ideológicos y el favor de las instituciones que lo apoyaban. Su evolución patrimonial fue fundamentalmente el resultado de los intereses y comportamientos de los sectores sociales e instituciones que le daban consistencia y apoyo, tanto durante el Antiguo Régimen como en la época del liberalismo: la Iglesia, los sectores acomodados, la corona y las autoridades civiles. Esto explica también las peculiares vías de incorporación de sus bienes rústicos. Por otro lado, no parece que la institución siguiera en el crecimiento de su patrimonio una estrategia trazada con anterioridad. Aunque, cuando tuvo capacidad para orientar la adquisición de tierras, utilizó algunos criterios claros.

      Otra parte del patrimonio llegó a manos del Hospital tras la disolución de diferentes órdenes religiosas, especialmente dos: los Padres Camilos en 1782 y los Antonianos en 1798. Sus bienes engrosaron las rentas del Hospital en una clara muestra del apoyo de la Iglesia y la corona. Las dos incorporaciones aportaron cerca de 1.100 hgs., el 15 % del patrimonio del Hospital en 1850.

      La tercera vía de acumulación fue la adquisición directa. Este no era un mecanismo muy frecuente, pero el Hospital realizó dos grandes operaciones de compra. Una entre 1776 y 1783 comprando cerca de 252 hgs. de tierra, la mayoría de ellas huerta en l’Horta, con el dinero que recibió del Pósito de Abastos. Y la otra en 1798 con la limosna de un bienhechor que permitió comprar a la cartuja de Portaceli cerca de 500 hgs. en la Pobla de Vallbona. El resto de las compras del Hospital fueron muy escasas y dispersas en el tiempo. Las adquisiciones directas del Hospital suponían en 1850 únicamente el 10 % de las tierras.

      El cuarto mecanismo, mucho menos frecuente fue la entrega de alguna propiedad en pago de la manutención de algún enfermo o de alguna deuda contraída. Las deudas solían ser fruto de la acumulación de atrasos de arriendos o de censa les no pagados. Pero sólo una pequeña parte de las tierras, aproximadamente el 2 %, llegaron a la institución por este procedimiento. La poca relevancia de este mecanismo es un hecho llamativo teniendo en cuenta los fuertes endeudamientos que en ocasiones generaron sus colonos, pero parece que el Hospital eludió el aumento del patrimonio a través de esta vía.

      El restante 3 % recaló en el patrimonio del Hospital después de que se realizara un convenio con el propio clero del Hospital en 1848 que incorporaba sus bienes a la administración del Hospital. Esta incorporación debió estar relacionada con el proceso desamortizador iniciado por Espartero y con la nueva organización de la beneficencia tras la ley de 1849.

      En cuanto a los procesos de reducción del patrimonio, el retroceso más sensible hasta la liquidación del patrimonio a partir de 1858, se produjo como resultado de la desamortización de Godoy, entre 1799 y 1807. Los datos de Joaquín Azagra recogen ventas de propiedades de diferentes instituciones de beneficencia en Valencia que alcanzan las 129,6 ha (1.555 hgs. aproximadamente), cantidad nada desdeñable teniendo en cuenta que el patrimonio del Hospital en 1790 alcanzaba las 3.057 hgs. Aunque no conocemos exactamente la cantidad que correspondió al Hospital, hemos detectado en los libros de tierras ventas a través de subasta judicial entre 1802 y 1807 que debieron estar relacionadas con este proceso desamortizador.