de la década de los 50 –pensamos en particular a los trabajos de Charles Wright Mills–11 la teoría de las elites había encontrado en Estados Unidos un terreno especialmente fértil para su desarrollo.12
El cuadro trazado por Stone estaba destinado a modificarse muy rápidamente. Por ejemplo, precisamente desde Alemania, que él no había tomado en consideración, ya a partir de la década de los sesenta llegaron importantes novedades editoriales. Nos referimos en especial al libro de Fritz Fischer Asalto al poder mundial. Alemania en la guerra 1914-1918, publicado en 1961 y traducido en Italia en 1965,13 y al volumen de Dietrich Herzog14 que, estudiando las elites económicas, habían afrontado un punto esencial de la historia alemana, es decir, el de las relaciones entre poder económico, poder militar y alta burocracia; pero también a trabajos que tocan otro aspecto crucial de la historia de la Alemania contemporánea, como la relación entre las elites de la primera posguerra y el nazismo,15 para llegar al final a una serie de investigaciones más recientes de tipo comparativo sobre las elites alemanas y francesas16 o a los trabajos de Heinrich Best.17
También en Francia, a partir de la segunda mitad de la década de los 70, se asiste a un rápido y vivo desarrollo de este campo de estudio.18 Dos trabajos abren el camino hacia una nueva época de investigación: el publicado en 1975 por Guy Chaussinand-Nogaret19 y otro, Prosopographie des élites françaises (XVIe-XXe siècles) –que no por casualidad lleva como subtítulo Guide de recherche–, publicado poco después, en 1980, por el Centre National de la Recherche Scientifique-Institut d’Histoire Moderne et Contemporaine.
Por su estructura y sus contenidos, este último volumen estaba destinado a convertirse en un instrumento de trabajo indispensable para las investigaciones en el campo de la historia de las elites. Hay que destacar, además, que entre los nombres que integraban el grupo de trabajo que preparó esta «guía» figuraba también el de Christophe Charle, alumno de Pierre Bourdieu, que firmó en los siguientes años algunos de los trabajos más significativos entre los que se llevaron a cabo en Francia en este campo de estudio, tales como: Les hauts fonctionnaires en France au XIXe siècle (París, Gallimard, 1980), Les élites de la République 1880-1890 (París, Fayard, 1987) y La République des universitaires, 1870-1940 (París, Seuil, 1994).20 Como parece evidente a partir de estos títulos que se indican, la investigación en Francia asumió desde el principio algunas direcciones bien precisas. En el centro de las primeras obras publicadas se encontraban los perfiles de las elites burocráticas, de los altos funcionarios del Estado, de las autoridades, de los profesores universitarios, de algunas categorías profesionales específicas y de las elites políticas.
Si la importancia fundamental de los órganos administrativos en la vida política del país empujó pronto a la investigación hacia el estudio de la formación y reproducción de las elites, con una especial referencia a las Grandes Écoles y a la École Nationale d’Amministration (ENA),21 otro terreno de estudio muy fecundo resultó ser, precisamente por la peculiaridad asumida por la relación entre centro y periferia en la historia francesa, el de las elites locales y las relaciones centro-periferia, que a partir de mediados de la década de los 7022 dio vida a una serie de publicaciones importantes.23
La riqueza de esta producción explica también la gran atención que el estudio de las elites francesas ha suscitado entre los estudiosos extranjeros, especialmente en el ámbito anglosajón, desde un libro pionero como el de Howorth-Cerny24 hasta llegar al amplio trabajo de profundización llevado a cabo por un científico social como Ezra N. Suleiman.25
No me detengo en el caso español, para el cual invito a consultar las aportaciones de Javier Moreno Luzón y de Pedro Carasa publicadas en este volumen, limitándome a indicar aquí el hecho de que en poco tiempo la historiografía española ha sido capaz de recuperar el retraso acumulado en los años de la dictadura franquista, y actualmente dispone tanto de obras de corte metodológico, basadas en una perspectiva de tipo prosopográfico,26 como de una amplia e importante serie de monografías sobre las elites locales-regionales que a menudo se han mezclado con las del caciquismo.27
2. LA HISTORIOGRAFÍA ITALIANA
¿Y qué podemos decir de Italia? Fue sólo a finales de los 70 cuando la historiografía italiana empezó a utilizar los instrumentos analíticos experimentados en los estudios sobre las elites, hasta ese momento utilizados casi exclusivamente por los politólogos y aplicados principalmente en los estudios sobre la clase política y parlamentaria de las primeras décadas republicanas. Me refiero, en particular, al ya clásico estudio sobre el parlamento, coordinado por Giovanni Sartori junto con otros estudiosos, entre los que se encuentra el histórico Luigi Lotti;28 o a otro trabajo muy innovador e importante también para los historiadores, como fue el libro de Paolo Farneti,29 o también al de Maurizio Cotta.30 Una línea de estudio, ésta, que todavía no se ha terminado de completar y que llega hasta los trabajos más recientes de Alfio Mastropaolo, el científico político italiano más abierto al diálogo con los historiadores.31
Lo que retrasó el comienzo de una historiografía sobre las elites no fue sólo los ya recordados vínculos impuestos por las historiografías de inspiración cruzada y marxista, sino también la concreta interpretación en clave conservadora de las teorías elitistas desarrollada por una parte de los historiadores de izquierda que no consideraban esta categoría aplicable al estudio de la estructura de clase de la sociedad italiana.32
Añadiría también algunas carencias graves sobre los instrumentos de base, indispensables para estudios de este tipo: aludo, ante todo, a las grandes colecciones y a los diccionarios biográficos. Emblemática resulta la historia del instrumento más importante: el Dizionario Biografico degli Italiani. Promovido en 1925 por el Instituto de la Enciclopedia Italiana, sus publicaciones no se iniciaron hasta 1960, tras un trabajo propedéutico que duró veinticinco años, y prosiguieron entre continuos stop and go y dificultades de todo tipo que ralentizaron la terminación de la obra, prevista en 110 volúmenes, y que ha llegado hasta hoy al número 69.
En 1975 salió, sin embargo, el primero de los siete volúmenes del Dizionario biografico del movimento operaio italiano dirigido por Franco Andreucci y Tommaso Detti, obra que se concluyó en 1979.33 En 1981, a cargo del editor Marietti di Genova, se empezó el Dizionario storico del movimento cattolico in Italia, obra de varios volúmenes que se terminó en 1982. Una mención merece también el Dizionario dell’antifascismo e della resistenza, 1968-1989, fundado y dirigido por Pietro Secchia,34