José Ramón Pascual García

Hermandad global


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      A Mari, Manolo e Iñaki

      –tan distintas sus vidas como idéntico su amor–,

      con quienes aprendo hermandad.

      Y a cada persona que la construye.

      Eres libertad para soñar y para amar…

      Tus renglones… los caminos de la vida.

      Para ti no existen fronteras.

      Bajo un mismo cielo nos unes en hermandad.

      (CLAUDIA ALHELÍ CASTILLO)

      INTRODUCCIÓN

      Clara de Asís, la mujer de mirada luminosa –como se le llamaba y, según parece, la única en escribir una Regla religiosa para mujeres–, puede que le hubiese dicho a su amigo Francisco que escribiese: Sorelle e fratelli tutti. Hoy, sin duda alguna, se lo habría dicho. Pero era la Edad Media cuando Francisco escribió en sus Admoniciones solo fratelli. Sin embargo, en el siglo XXI, decimos ya y reclamamos fraternidad y sororidad. También Francisco de Asís, con su amiga y hermana Clara, lo habría escrito así ahora: «hermandad».

      Con motivo de mi ordenación presbiteral, el 11 de septiembre de 1993, en Santo Domingo de La Calzada (La Rioja), la comunidad de hermanas franciscanas del Espíritu Santo de esa ciudad me regaló una hermosa réplica del Cristo de San Damián (a menor escala, claro). La imagen ante la que rezaba san Francisco hacia 1206, cuando Cristo le dijo que reparase su casa, porque se encontraba en ruinas. Junto con ese crucifijo también me regalaron la entonces más reciente edición de las obras y biografías de san Francisco de Asís. En ambos regalos fijo mi atención con asidua frecuencia, agradecido y en búsqueda de «la perfecta alegría».

      Pues bien, aquella edición de 1991 de los escritos y biografías de san Francisco de Asís relata que las Admoniciones son «fragmentos que quedaron fuera del proyecto de la Regla como ampliaciones superfluas o como cláusulas no aptas para una regla» 1. Y remite esta opinión al profesor de teología calvinista Paul Sabatier –experto en san Francisco de Asís y especialista en estudios franciscanos– en su obra Vie de St. François d’Assise, publicada en 1893 y reeditada hasta la actualidad 2.

      Si las Admoniciones son eso –restos de la preparación de su Regla–, el Poverello sí que se está dirigiendo exclusivamente a sus hermanos varones, miembros de la Orden que se estaba fraguando, y no también a las mujeres. Por eso, aunque el obispo de Roma escriba en esta encíclica que Francisco de Asís se dirigía «a todos los hermanos y hermanas» (Fratelli tutti [FT] 1), realmente no fue así, según los expertos Sabatier y Guerra.

      El lenguaje refleja la realidad

      De modo que las voces levantadas reclamando para la presente encíclica un título inclusivo de hombres y mujeres, de hermanas y hermanos, no ha estado de más. El Consejo de la Mujer Católica escribió una breve carta abierta a Francisco, previa a la publicación de la encíclica, en la que las mujeres de ese Consejo expresan su vinculación con el ministerio petrino así como con sus enseñanzas:

      Atendemos su llamada a ser una Iglesia audaz, desordenada y arriesgada en la que podamos hablar con parresía, y seguimos el modelo de diálogo que ofrece en Amoris laetitia. Por eso, con amor a su persona y respeto a su cargo, le escribimos para expresarle nuestra profunda preocupación por el título de su próxima encíclica, Fratelli tutti. No tenemos ninguna duda de que, al igual que Laudato si’, será un profundo y desafiante llamado a actuar en respuesta a las numerosas crisis que enfrenta nuestro mundo hoy en día como resultado de la creciente injusticia económica y social, una catástrofe ambiental que se avecina y el vasto sufrimiento causado por la pandemia de covid. En todo esto creemos que las mujeres del mundo desean estar con usted en solidaridad, oración y apoyo 3.

      En los dos párrafos siguientes, las mujeres católicas muestran su solicitud por un título inclusivo y las razones desde las que se reclama:

      Sin embargo, un número creciente de católicas y católicos están expresando su preocupación por la elección del título de la encíclica. Hemos enumerado los enlaces a una serie de fuentes a continuación. Entendemos que el título viene de una cita de san Francisco, y sabemos que su intención es incluir a toda la humanidad. Sin embargo, el sustantivo masculino alienará a muchos, en un momento en el que las mujeres en muchos idiomas y culturas diferentes se resisten a que se les diga que el masculino está pensado genéricamente. Esto es particularmente cierto en los países de habla inglesa, donde ya no se utilizan términos exclusivos como mankind y brethren para referirse a la humanidad. Muchas mujeres italianas también sostienen que no se sienten incluidas en el término fratelli, y en alemán es esencial una indicación más precisa del género pretendido si se quiere comunicar el significado en la traducción. Ya numerosos comentaristas ingleses están traduciendo el título como Brothers all, de manera que hace más explícita y dolorosa la exclusión de las mujeres de las palabras iniciales de la encíclica.

      Querido papa Francisco, esta cuestión presenta un problema para muchas de nosotras que de otra manera estaríamos plenamente involucradas con la encíclica y nos comprometeríamos a trabajar con usted para una transformación social, espiritual y ambiental duradera. En el mejor de los casos, es una distracción, y en el peor es un serio obstáculo. Esta desafortunada situación puede ser fácilmente rectificada con la inclusión de sorelle así como fratelli en el título. Esto aseguraría que las traducciones incluyan tanto a las hermanas como a los hermanos en todos los idiomas, y evitaría cualquier malentendido en cuanto a quién está dirigida. Sabemos que una modificación tan pequeña estaría de acuerdo con el espíritu de san Francisco y con sus propias intenciones. Le instamos a que demuestre que está abierto al diálogo y que escucha las voces de las mujeres. Hacer este pequeño cambio en el título sería un poderoso mensaje de que nos ha escuchado 4.

      Y debiéramos tenerlo muy en cuenta siempre en nuestro lenguaje eclesial. Como escribe el equipo de redacción de la revista Alandar, «ya José Luis Sampedro hacía esta invitación: “Ha habido un sistema basado en la igualdad que falló por olvidar la libertad. Estamos en uno que defiende la libertad, pero a costa de la igualdad”. ¿Por qué no intentar, de una vez, uno basado en la hermandad (fraternidad y sororidad)?» 5.

      El propio Francisco, en su Exhortación apostólica Amoris laetitia, reconoce que «todavía hay mucho que avanzar, porque no se terminan de erradicar costumbres inaceptables», y destaca la «vergonzosa violencia» y discriminación contra las mujeres,

      el maltrato familiar y distintas formas de esclavitud que no constituyen una muestra de fuerza masculina, sino una cobarde degradación. […] También en la desigualdad del acceso a puestos de trabajo dignos y a los lugares donde se toman las decisiones. La historia lleva las huellas de los excesos de las culturas patriarcales, donde la mujer era considerada de segunda clase […]. Hay quienes consideran que muchos problemas actuales han ocurrido a partir de la emancipación de la mujer. Pero este argumento no es válido, es una falsedad, no es verdad. Es una forma de machismo. La idéntica dignidad entre el varón y la mujer nos mueve a alegrarnos de que se superen viejas formas de discriminación […]. Si surgen formas de feminismo que no podamos considerar adecuadas, igualmente admiramos una obra del Espíritu en el reconocimiento más claro de la dignidad de la mujer y de sus derechos (AL 54).

      Desgraciadamente, esas mencionadas huellas de los excesos patriarcales también están en el camino transitado por la Iglesia a lo largo de su historia. Lo que hemos de interpretar como una permanente invitación a conocerlas y revisarlas para enmendarlas en el presente y para evitarlas en el futuro. Más de la mitad de las personas que componemos el pueblo de Dios son mujeres, y algunas de ellas reclaman, entre otras cosas y junto con algunos cristianos hombres, la igualdad entre mujer y varón en el seno de la Iglesia, modificando el lenguaje patriarcal que todavía usamos y mediante el acceso de la mujer a todos los ministerios y a todos los órganos de decisión eclesiales 6. En este sentido, yo mismo –seguro que como tú–, conociendo solo algunas diócesis españolas y poco más de una docena de otros países, podría