José Candela Ochotorena

Del pisito a la burbuja inmobiliaria


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de hábitat perseguidas por la política franquista de posguerra, incluida la cultura de protesta de las clases subalternas, y sus conflictos con el poder y, con esta recapitulación, concluye.

      Esta investigación se limita al periodo que va de la posguerra al cese de Arrese al frente de la cartera ministerial de vivienda. Aunque consideramos que los hechos posteriores son relevantes, y así lo hacemos notar, porque otros estudios que se han hecho sobre el movimiento vecinal testimonian su contribución a la consolidación de la cultura de vivienda en propiedad;9 pensamos, tal como se desprende de nuestro análisis, que en la fecha de 1959 estaban sentadas las bases de creación de dicha cultura.

      Con este trabajo historiográfico pretendemos mostrar la génesis de la cultura de la vivienda en propiedad y su consolidación como una institución de la sociedad española en la segunda mitad del siglo XX. De forma que, para los españoles, tener la vivienda en propiedad es, en primer lugar, lo natural y de sentido común. Los ciudadanos de nuestro país están convencidos de que la vivienda en propiedad les proporciona seguridad frente a ciertos riesgos potenciales, como la pérdida de un ámbito familiar, la marginación, o la merma del patrimonio por devaluación monetaria. Consideran la vivienda en propiedad como algo protegido por un entramado estructural, administrativo y económico, local y nacional, que se adapta a la evolución de la propia institución. Y, por último, para el consumidor español la decisión de tener la vivienda en propiedad es emocional; la preferencia por la vivienda en propiedad va más allá de las expectativas y recompensas del mercado, porque para nosotros es el símbolo de un estilo de vida.10

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      Quiero mostrar aquí mi agradecimiento a Julián Sanz, que no solo ha dirigido mi tesis doctoral, origen de este texto, sino que ha tenido la paciencia de corregir mi estilo. También a Ismael Saz, Carme Molinero y Manuel Ortiz, que me animaron a convertir mi tesis en libro, y a los profesores de Historia Contemporánea y colegas que leyeron mi propuesta y me indicaron carencias y posibles rectificaciones. A todos ellos, gracias, aunque la responsabilidad del texto y sus errores es solo mía. Y a Pepa, gracias por el tiempo que me permitió robar para escribirlo.

       Valencia, diciembre de 2018

      1 INE, Censo de viviendas del año 2001. El 88,5% restantes estaban ocupadas por sus propietarios o vacías.

      2 José Candela Ochotorena: La política falangista y la creación de una cultura de propiedad de la vivienda en el primer franquismo, 1939-1959. Disponible en TESEO (<https://www.educacion.gob.es/teseo/mostrarSeleccion.do>) y RODERIC (<http://roderic.uv.es/handle/10550/62916>).

      3 A. Kuper: Cultura, la versión de los antropólogos, Grupo Planeta, 2001.

      4 Véase el Informe SEOPAN, 1974.

      5 Las habilidades aprendidas, como la mecánica o la cocina, determinaron muchas opciones de negocio de inmigrantes, a su vuelta a España.

      6 Véase conversaciones de jóvenes de ambos sexos que acuden los domingos al merendero de El Jarama (en Sánchez Ferlosio, novela homónima).

      7 Creemos que, debido a la falta de metodologías investigadoras, que impiden conectar las culturas del consumidor, enfoque micro de marketing, con fenómenos macro, como la especulación inmobiliaria y las burbujas financieras. Véase José Candela Ochotorena: La política falangista y la creación de una cultura de propiedad de la vivienda en el primer franquismo, 1939-1959. Disponible en TESEO (<https://www.educacion.gob.es/teseo/mostrarSeleccion.do>) y RODERIC (<http://roderic.uv.es/handle/10550/62916>).

      8 Semanas Sociales de España XVIII, Vigo-Santiago (1958: 157).

      9 Destacamos: Mario Gaviria (1969) y Manuel Castells (2008).

      10 Mary Douglas (1996).

      Renovando la Tradición Católica, de justicia social y alto sentido humano que informó la legislación del Imperio, el Estado Nacional [...] es instrumento totalitario al servicio de la integridad patria, y Sindicalista en cuanto representa una reacción contra el capitalismo liberal y el materialismo marxista («Preámbulo del Fuero del Trabajo» de 1938).

      La promesa de una vivienda en propiedad para todos los españoles fue un elemento crítico del arco ideológico falangista, tanto en su componente político-institucional: familia, sindicato y municipio, como por sus instituciones culturales: familia patriarcal; mujer madre y esposa, y valores católicos, o del discurso social: superación de la lucha de clases; igualdad dentro de la jerarquía; interclasismo urbano, justicia y paz social. Aunque utilizara símbolos del patriarcado católico, el discurso social de la vivienda en propiedad fue falangista y previo a la reivindicación popular. Era fruto del imaginario franquista e iba dirigido a los anhelos domésticos de las clases medias y populares.

      Vertida sobre una sociedad vencida y desmoralizada por la miseria de posguerra, la propaganda falangista de la vivienda en propiedad buscaba crear una imagen poderosa, un símbolo que definiera los nuevos tiempos y fuera capaz de fijar hábitos y recursos, en y para las gentes; pautas sobre la forma en que los españoles concebirían la vivienda urbana,1 y seguridades que orientaran las conductas y dieran estabilidad al sistema social que se quería perpetuar. Quería consolidar una cultura de la propiedad que no fuera percibida como el derecho económico liberal, sino que se configurara en las mentes populares de acuerdo a unas convicciones de estabilidad familiar.2

      En aquella España de antes de finales de los años cincuenta, e incluso antes de mediados de los sesenta, no existía nada parecido a un movimiento popular por la vivienda, como sí habían surgido, poco a poco, reivindicaciones obreras de contenido laboral. Lo que sí trascendía era una tremenda angustia de la mayoría de los españoles ante la escasez y carestía de la vivienda en un país en proceso de rápido cambio demográfico, agobiado. Las amplias migraciones interiores cambiaron un país semirrural por una nueva sociedad urbana. Estas masas desplazadas pondrían al descubierto la falta de previsión y la ineptitud de un gobierno incapaz de proporcionar cobijo a sus ciudadanos, en fragrante contradicción con su discurso legitimador, y provocando conflictos internos entre sus soportes sociales y políticos, en torno a los cambios necesarios en las instituciones que sostenían el urbanismo capitalista en España. Porque en la posguerra el régimen estuvo sumido en la impotencia económica para ordenar la vivienda en una jerarquía conflictiva de necesidades sociales,3 dentro de la cual se desplegaba el juego específico de contradicciones de esa misma política: entre la urgencia de legitimación de Falange y la presión inmobiliaria de los grupos de poder económico adictos al régimen, y entre las aspiraciones totalitarias de los falangistas y la autonomía de la jerarquía católica.

      En la lucha interna por la proyección generacional, y por la definición de «lo racional», Franco tuvo la última palabra para precisar lo que era razonable en cada situación concreta. El juego de alianzas y disensiones transcurría en, y en torno a, las instituciones, y el caudillo fue la institución central del régimen; una afirmación cualquiera solo se consideraba correcta si estaba sustentada por él.

      Pero las instituciones no se pueden apoyar en una sola persona, su propio desarrollo tiende a impulsar elites, seleccionadas por su habilidad para prescribir los comportamientos útiles (Douglas, 1996). El primer franquismo también se define, igualmente, por la consolidación de una elite social, política y económica procedente del proceso de fascistización de las derechas españolas durante la guerra, impulsado por la intervención ítalo-alemana en la contienda, que facilitó la integración de una derecha antiliberal que buscó su acomodo en FET y JONS (Sanz Hoya, 2010). Falange sufrió varias depuraciones entre mayo de 1941 y agosto de 1942 y, acosada por los militares y la Iglesia,