Clara Coria

El sexo oculto del dinero


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mujeres en re-pensar una manera distinta que sea más paritaria y más solidaria.

      Ambos tropiezan con obstáculos para generar un cambio saludable. El mayor obstáculo de las mujeres reside en la dificultad para desprenderse del modelo «maternal» que está en la base del ideal de feminidad, mientras que el obstáculo de los varones reside en no poder desprenderse del modelo de jerarquía patriarcal por el cual ellos siempre deben «tener mas»: más erecciones, más dinero, más sabiduría, más autoridad, etc. para no correr el riesgo de ser considerados «poco viriles». Ambos quedan aprisionados en el modelo de poder patriarcal basado en la jerarquía y la superioridad de unos sobre otros. Es por esto que algunas mujeres se equivocan y creen que acceder a la libertad es «invertir las situaciones de poder» y someter a los varones. Y muchos hombres también se equivocan y creen que perder privilegios es caer en la descalificación y perder virilidad. Lo que enfrenta a mujeres y a varones, no son sus diferencias —que enriquecen el intercambio— sino el modelo de poder que han incorporado. No se trata de una lucha entre mujeres y varones sino de una lucha por perpetuar un modelo autoritario y jerárquico en la que suelen quedar atrapados tanto las mujeres como los varones.

      Me parece muy importante develar el error, bastante frecuente, que consiste en creer que el modelo patriarcal es patrimonio masculino. No es novedad que los seres humanos transitamos juntos los caminos de la cultura y todos mamamos la misma tradición imperante en ella. Las culturas autoritarias y jerárquicas promueven personas autoritarias y jerárquicas en ambos géneros aunque cada uno de los géneros encuentre una modalidad diferente de poner en práctica dicho autoritarismo jerárquico.

      Voy a recordar, muy sintéticamente, que se llama patriarcado a un modelo de vínculo entre los géneros que se caracteriza por concebir las diferencias entre ellos en términos jerárquicos. Es decir, se da por sentado que existe una escala jerárquica, a la que se considera de origen natural, en cuyo escalón superior se instala a los varones de la especie. Es una manera de clasificar a los seres humanos en superiores e inferiores. Dentro de este modelo la paridad no tiene lugar y por lo tanto, tampoco la solidaridad. Es un modelo de poder que hemos mamado tanto las mujeres como los varones porque ambos estamos dentro de la cultura patriarcal. He podido comprobar que aquellos hombres y mujeres que se animan a revisar el modelo llegan a estar en mejores condiciones para construir un entramado de vínculos con mejor calidad de vida. Ambos dejan de confundirse y las mujeres ya no necesitan «invertir la jerarquía» para sentirse libres así como tampoco los varones necesitan reafirmar permanentemente su virilidad.

      Y por último, en relación con el amor y la pareja, quiero insistir con algo tan simple como evidente: que la superficie es consecuencia del basamento en el que se apoya. En otras palabras, que la manera de transitar la pareja y el amor es consecuencia necesaria del modelo que subyace al vínculo. Se trate de mujeres o de varones, no es lo mismo amar al «otro amado» desde un modelo patriarcal que desde un modelo paritario. No es lo mismo asumir los roles sociales necesarios para el desarrollo humano desde la imposición social que supone que la protección es una exclusividad masculina y la contención una exclusividad femenina. No es lo mismo para la salud y el divertimento de la pareja concentrar a la mujer con exclusividad en la crianza de la prole y las tareas domésticas mientras se legitima para el varón un amplio espectro de relaciones amorosas y atenciones hogareñas. No es lo mismo aceptar como natural el modelo de la doble moral sexual, propia del patriarcado, que desde hace siglos estableció que hay mujeres para gozar y otras para procrear. De la misma forma que no es lo mismo que los varones desconozcan que la sexualidad femenina es multifacética y por lo tanto, no reside exclusivamente en la penetración. Varones y mujeres quedan prisioneros en la trampa de estas imposiciones patriarcales. Ellos suelen sentirse obligados a rendir un permanente examen de virilidad a riesgo de quedar borrados del universo. Y ellas soportando insatisfacciones que a veces intentan disimular para atemperar los conflictos masculinos. Abreviando, no es lo mismo transitar la vida de pareja y alimentar el amor cuando las diferencias entre los géneros promueven privilegios en unos a expensas de los otros y se conciben en términos de jerarquía que cuando subyace un modelo paritario que valora las diferencias y se enriquece con ellas.

      Independientemente de cómo cada persona entienda y viva el amor, es importante tener presente que la salud psíquica de una pareja estará muy determinada por el modelo de poder que ambos hayan instalado. A mi entender, un grave error consiste en cerrar los ojos y omitir revisar el modelo que sostiene el vínculo. Siempre existe un modelo de poder, por lo cual, desentenderse de él, es una manera de avalarlo y por lo tanto, también de perpetuarlo.

      Es necesario que los hombres y las mujeres transitemos juntos porque divididos nos perdemos. Es necesario revisar el modelo de poder patriarcal porque es nefasto y aprisiona a mujeres y a varones por igual en roles cristalizados e infiltra en las subjetividades, tanto femenina como masculina, el germen de las discriminaciones y consecuentes rebeliones. Es necesario redefinir los conceptos de amor, dinero, poder y pareja a la luz de los cambios que se han producido en la humanidad y con un modelo de poder que acepte la paridad. Un modelo que se enriquezca con las diferencias sin que dichas diferencias sean concebidas en términos de jerarquía. Los hombres y las mujeres no somos mejores ni peores por ser diferentes. Somos parte de un universo que necesita de todas sus diferencias para mantener su potencial vital.

      Mi propuesta para que podamos seguir disfrutando entre mujeres y varones es la de intentar llevar adelante una tarea de revisión del modelo patriarcal y reconstrucción posterior de otro modelo que no esté basado en la jerarquía. Me consta que es una tarea laboriosa y constante que requiere decisión y valentía. También me consta que son pocas las personas que están dispuestas a llevarlo a cabo. Una prueba de ello, que me tocó en carne propia, fue que durante 25 años coordiné una enorme cantidad de Talleres de Reflexión pero no logré convocar a profesionales con experiencia en tareas grupales para que se formaran en la «sexuación del dinero», con el propósito de que ellos coordinaran posteriormente sus propios talleres de reflexión, tanto con mujeres como con varones. La explicación es simple: revisar este tema significa poner en evidencia los propios modelos de poder instaurados en el dinero y asumirse como transgresores del modelo imperante que ya forma parte de la propia subjetividad. Es sin ninguna duda una tarea que a muchas personas las atemoriza.

      El problema no es la diferencia sino la jerarquización de esas diferencias.

      Clara Coria

      Ponencia presentada en el VI Congreso de la Asociación Argentina de Salud Mental sobre el tema

      «Sexo y poder, clínica, cultura y sociedad»,

      Buenos Aires, 19- 21 de mayo de 2011.

      Dedico este libro

      a las mujeres y varones, que aún encuentran serios obstáculos para disfrutar de un vínculo armonioso y respetuoso de las mutuas libertades. Los 26 años transcurridos desde la primera edición pusieron en evidencia que la independencia económica que muchas mujeres lograron continúa sin ofrecer garantías de autonomía.

      Crear

      es transgredir un poco

      …o mucho,

      vivir con autonomía

      también.

      Orígenes

      Allá por 1981, preocupada e intrigada por haber descubierto en mi propia persona obstáculos que me limitaban en las prácticas con el dinero, resolví indagar en mí y en otras mujeres este fenómeno. Me sorprendía, sobre todo, porque mi independencia económica —a la que accedí desde mi adolescencia—, no podía justificar las limitaciones de mi autonomía. En mi vida había tomado decisiones, encarado situaciones nuevas y buscado horizontes divergentes de los patrones establecidos... En fin, era lo que comúnmente se conoce como una mujer independiente... y sin embargo no lo era en relación al dinero.

      Taquicardias