Ruthy Garcia

El Inductor


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antiguo esposo se ahorca tras tres semanas encerrado en su cuarto con una terrible depresión.

      Ya no me quedaban lágrimas. Mi suegra casi cae en shock, pero le di soporte para evitar que colapsara.

      Me fui a vivir con ella un tiempo, a California, así que dejé el hospital y todas las cosas en NY para irme a cuidar de Munga. Aunque lo que nos ataba había desaparecido y mi corazón en un momento la responsabilizó de mi divorcio, decidí seguirle. Saber que ella amaba tanto a Ismat lo protegió mientras pudo. Eso me hizo acercarme a ella. Con el tiempo puedo decir que es como la madre que nunca tuve. Mis padres me abandonaron en una iglesia, allí me criaron. Al pasar el tiempo, estudiando costura, conocí a Yaro. El resto ya lo conoce. Mi corazón de madre necesitaba visitar la casa de mi hijo y antiguo esposo en NY. Munga no quería darme las llaves, pero insistí tanto que lo hizo. Al llegar allí mi corazón casi explota: ver sus cosas, sus fotos, fue un recuerdo traumático. Pero me armé de valor. Fue cuando encontré lo que quizás no debí encontrar.

      â€”¿Drogas? —Los ojos de la oficial Fátima estaban como dos huevos fritos. Estaba fascinada ante aquella debutante confesión.

      â€”No, no fueron drogas. Fue su tablet personal.

      â€”Ya veo.

      â€”Sí, descubrimiento que marcó un ante y un después en la vida de esta mujer que está aquí. —Se levanta tirando la colilla del cigarrillo al suelo. La oficial le mira con ese mal hábito, pero su encantamiento no le permite más que pedirle más información con sus enormes ojos negros.

      â€”Encontré una serie de archivos normales de un chico de su edad: juegos, música y… chat. En ese chat mantenía una conversación muy amena y extraña con una persona. Busqué mensajes antiguos y lo encontré. Ese sujeto inducía a Ismat a usar cocaína. Deliberadamente hasta le escribió que le daría gratis a probar, que eso no era nada, que lo hicieran juntos. Yaro me contó al yo llegar que Ismat había tenido un cambio brusco de comportamiento en los últimos seis meses antes de morir. Se volvió incontrolable.

      Salía de noche, llegaba a altas horas, en efecto, producto de la adicción.

      â€”¿Y qué tiene que ver todo eso con el chico perdido?

      â€”Mucho. Ambos están perdidos ahora, uno confirmado, el otro aún no sabemos.

      La oficial se enfurece. Detesta esa manera sádica de hablar sobre el niño. Prácticamente era su hijo, fue su madrastra durante un tiempo.

      â€”Es cruel. Espero que todo esto conlleve algo bueno.

      â€”Lo entenderá, ya lo verá.

      â€”Es hora de que sepa paso por paso la verdad, mis razones y motivos, mis sentimientos. Aborrecer, odiar, castigar pierde sentido en algunos abismos de la venganza. Hay algo más allá de ella, pero hay que vivir aquello para entenderlo. Solía juzgar a las personas cuando cometen delitos, les cuestionaba, pero ahora eso pasó a un segundo plano, no es relevante, porque es mi piel la que está experimentando el acoso y la acusación de toda una nación, y por qué no decir también, del mundo entero.

      

      

      

      

      La venganza, satisfacción personal

      Batman

      

      

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      IN TO

      Entrar en la vida de Ismat como adolescente desconocido fue traumático. Los datos que tuve que conocer como madre de él me dejaron con un sabor a vacío enorme. Saberme incompetente, cobarde y más que todo estúpida por dejar ir a mi familia a un lugar desconocido, eso me mataba. Nunca debí tomar la llave y entrar allí, aunque con el paso de los días sumida en descubrimientos de la vida de mi Ismat junto a Yaro, su padre, me llenaron de una fuerza inmensa por hacer ver caer al responsable de este hecho. Cabe destacar que Yaro también fue una víctima; de no haber muerto Ismat tras la sobredosis, tal vez él estuviera con vida.

      Es un placer conocerle, oficial Fátima. Mi verdadero nombre es Yeri Mariga y esta es mi historia.

      UN TIEMPO ATRÁS

      DEPARTAMENTO DE YARO E ISMAT EN NUEVA YORK

      Yeri intentaba reparar su corazón del dolor que sentía cuando acomodaba la ropa de Ismat en los cajones. Aunque llevaba horas llorando, su sed de llanto no estaba saciada.

      Es cuando encuentra la tablet del chico y la intenta encender, pero está sin batería. Toma el cargador y le pone a tomar carga.

      En la gaveta de arriba de aquel buro color caoba también se topa con fotos de Ismat con una chica, de unos no más de diecisiete años, tatuada en el brazo y con pinta de no dormir. Ambos se veían sonrientes, pero sus copas en las manos decían que habían tomado mucho.

      Mirando la foto fijamente se transporta al momento en que se despide de Ismat hacía ya mucho tiempo. Es cuando se asusta con una voz que la sorprende.

      â€”¿Husmeando?

      â€”¡Por Dios, Munga, casi me matas del susto!

      â€”Estaba harta de esperar. La mesera de la cafetería de la esquina me miraba sospechosa. Tal vez pensó que no pagaría la cuenta. Cielos, llevaba casi tres horas con ese café.

      â€”Tal vez te confundió con algún terrorista o algo así.

      â€”¡Ja, ja, ja! No lo creo. Si no te detuvieron a ti en el aeropuerto, menos lo harían conmigo.

      Se miran, sonríen, intentaban llevar una vida normal, pero era imposible. La muerte reciente de dos seres tan amados era insuperable.

      Munga se avalancha a Yeri, le abraza y empiezan a llorar.

      â€”¿No es injusto este mundo al llevarse dos hijos de dos madres que solo esperaban amarlos hasta el resto de sus vidas? Estoy destrozada. —Munga llora sobre el hombro de Yeri y viceversa.

      â€”Los tuviste contigo, por lo menos tienes ese consuelo. Viviste muchos días felices a su lado; yo, en cambio, me perdí la mejor parte.

      Munga se separa y seca las lágrimas de Yeri, tomando la foto de las manos de ella.

      â€”Era su mejor amiga, Pons. Iban a todos lados juntos, se pasaban horas hablando por chat. Un día me confesó que la chica le gustaba, pero que tenía miedo, no quería que ella lo rechazase, así que siempre fueron amigos.

      â€”A no ser por el trasnoche de la foto y la ropa que lleva, luce hermosa.

      â€”¡Vaya que es hermosa! Esa foto fue la noche en que Pons celebraba que iría a París. Entraría en una escuela de Danza. Es una bailarina excelente. La foto debe tener un tiempo ya. Si quieres ver a la verdadera Pons, entra a las redes sociales: es una de las jóvenes talento del baile urbano más aclamada por los jóvenes en la web.

      â€”¡Vaya! Me alegra por ella.

      â€”Cuando supo lo de Ismat y Yaro, llamó desde París. Me dijo que lo lamentaba demasiado, lloraba mucho.

      â€”Espero que mi hijo haya vivido momentos felices en su amistad con ella, eso me da cierta satisfacción.

      â€”Eso dalo por hecho, Yeri. Salían todo el tiempo y disfrutaba. En ese tiempo Ismat era un joven sano.

      â€”¿Qué