Michael Harner

La cueva y el cosmos


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las publicaciones de Albert Hofmann, posteriores a su descubrimiento del LSD;21 por los relatos de Aldous Huxley, que abordaban sus experiencias con la mescalina,22 y por la presentación de psilocibina que Timothy Leary hiciera a los estudiantes de Harvard.23

      Así pues, a principios y mediados de los años sesenta muchos de nosotros creíamos que «era cosa de las drogas», de ahí que se publicaran varios artículos atribuyendo el origen de la «experiencia religiosa» a la antigua ingestión de plantas psicodélicas.24 La extendida experimentación con LSD durante esos años reforzó la opinión de que una sustancia bioactiva ingerida era la llave «secreta» que explicaba la experiencia chamánica de ingreso en otras realidades.

      En 1968, los primeros libros de Castaneda se sumaron a la opinión general,25 como había ocurrido con la obra Mushrooms, Russia, and History de Wassons, de 1957, en la que las experiencias visionarias de los chamanes siberianos se atribuían a la ingestión de la seta agárica psicodélica (Amanita muscaria).26

      No obstante, como resultado de mi investigación intercultural, al finales de los sesenta yo estaba llegando a la conclusión de que los chamanes integrados en la mayor parte de las culturas indígenas de todo el mundo realizaban su labor sin un consumo apreciable de estas sustancias psicodélicas. Me resultaba de una obviedad incuestionable que, a lo largo y ancho del mundo la percusión, especialmente el tambor, estaba mucho más extendida entre los chamanes indígenas que las sustancias psicodélicas. Sin embargo, era difícil aceptar la posibilidad de que el uso chamánico del tambor pudiera alterar los estados de consciencia.

      Admitiendo el poder del tambor

      Ya en 1948, en Zuni Pueblo, en Nuevo México, me sorprendió el efecto del repetitivo tambor ceremonial en un contexto sagrado; de hecho, tuve una verdadera experiencia religiosa en aquel lugar. A principios de los años cincuenta, me expuse a los efectos de los cascabeles mohave y cahuilla, y de los tambores de pie en las ceremonias sagradas «circulares» del Norte de California.27

      Más tarde, en los años sesenta, descubrí que la percusión era utilizada en un contexto específico de sanación chamánica entre los salish costeros del estrecho de Puget en el Oeste del estado de Washington, aunque no se practicaba el viaje espiritual. Progresivamente, mis lecturas interculturales sobre chamanismo me obligaron a concluir que en la mayoría de las culturas del mundo los chamanes no ingerían plantas psicotrópicas para alterar su consciencia.

      En los sesenta compré un tambor doble estilo Pueblo y decidí experimentar con él a fin de inducir viajes a otras realidades. Para mi sorpresa, descubrí que la percusión firme y reiterada alteraba inmediatamente mi conciencia. ¡Podía realizar viajes chamánicos sin sustancias psicodélicas! No debería haberme sorprendido, sin embargo. Como es habitual, los chamanes sabían lo que hacían, y se beneficiaban de miles de años de experimentación.

      En una fase temprana de mis experimentos descubrí que un redoble firme y monótono de unas 205 a 220 percusiones por minuto era lo más eficaz para inducir el viaje. En aquella época, no disponía de información que me confirmara si esa era la misma frecuencia utilizada por los chamanes de Siberia en sus propios viajes. Unos años más tarde, me pasaron una grabación pirata de una percusión chamánica siberiana procedente de la Unión Soviética, donde el chamanismo era ilegal. (Véase lámina 2.) Me entusiasmó comprobar que su redoble registraba la misma frecuencia que el mío.

      Pasados unos años, en mi primera visita a la Unión Soviética en 1984, Yuri Simchenko, etnógrafo ruso que había invertido 28 temporadas de trabajo de campo en Siberia, me contó que los verdaderos chamanes siberianos normalmente solo usaban el tambor para alterar su estado de consciencia, en lugar de la seta psicoactiva Amanita muscaria. La seta, me informó Simchenko, era el recurso fundamental de los no chamanes que no habían logrado viajar solo con el tambor. También me dijo que normalmente es difícil mantener la disciplina necesaria para la tarea chamánica cuando el espíritu de la Amanita se apodera del cuerpo.

      Se sabe que los chukchi de Siberia oriental a veces ingieren amanitas. Sin embargo, en 1907 el gran etnólogo ruso Waldemar Bogoras escribió en su clásico sobre los chukchi: «El único medio empleado por los chamanes chukchi, tanto neófitos como experimentados, para la comunicación con los “espíritus” es el canto y el redoble de tambor».28

      Cuando los chamanes siberianos empiezan a tocar el tambor en la primera etapa de su viaje, se trata de un ritmo firme y monótono que tiende a ser sustituido por una frecuencia percusiva más irregular cuando el chamán se funde con espíritus específicos en su viaje y participa en aventuras en la realidad no ordinaria.29

      Muy pronto llegué a la conclusión de que el sonido de percusión monótono, o «inmersión auditiva (o “sónica”)»,30 en conjunción con los métodos chamánicos, podía brindar resultados comparables en muchos sentidos a los obtenidos con las sustancias psicodélicas. Por ejemplo, las sanaciones chamánicas de extracción basadas en la ayahuasca, con las que me familiaricé en el Amazonas, eran igualmente practicadas por los pueblos indios de la Costa Oeste de Norteamérica solo con la inmersión auditiva, recurriendo a «claquetas» de madera y báculos en el Norte de California,31 o mediante la percusión, como en el área del estrecho de Puget, o a través del uso reiterado de campanillas, como ocurre entre los indios shakers de Oregón y Washington.32

      Esta conclusión constituyó un descubrimiento personal fundamental, ya que significaba que las experiencias espirituales chamánicas no podían desestimarse como producto del efecto de las drogas. En realidad, las implicaciones eran enormes, pues sugerían que la percusión y las drogas eran puertas diferentes para entrar en los idénticos reinos espirituales.

      Respecto al viaje chamánico a otros mundos, en la Norteamérica occidental aún no había encontrado a nadie que utilizara el tambor u otro instrumento auditivo para este propósito. Más tarde supe que algunos pueblos atapascas canadienses usaban la percusión para la ascensión chamánica.33

      A lo largo y ancho del mundo, parecía que el vehículo más común para el viaje del chamán era la inmersión auditiva en forma de sonido percusivo simple y monótono. Aunque era normalmente producido por el tambor, en algunos lugares se recurría a otros instrumentos de percusión, como las baquetas utilizadas por la mayoría de los pueblos aborígenes de Australia. En el sudeste asiático, los chamanes suelen usar gongs y brazaletes de metal en lugar de tambores.

      En algunas regiones del mundo, como ocurre en algunas zonas de Norteamérica, México, Sudamérica y Siberia,34 se utilizan las sonajas para crear sonidos percusivos monótonos, a veces en conjunción con la ingestión de una sustancia psicodélica suave como el peyote, o rapé de Piptadenia psicoactivo y ciertas variedades de tabaco.35 Era evidente que en el chamanismo la inmersión auditiva adoptaba muchas formas, además del uso del tambor.

      Una de estas formas era el arco musical, o su pariente de metal, el birimbao: ambos producen un sonido percusivo vibrante y repetitivo. Los actuales chamanes de Mongolia y Siberia prefieren el birimbao, y los shuar del Alto Amazonas aún utilizan el arco musical (véase lámina 3a). La cuerda de fibra del arco musical se pulsa en la boca abierta del chamán, que sirve como caja de resonancia para el sonido percusivo del arco.

      A menudo, el arco musical es prácticamente inaudible para los demás, pero su percusión reiterada resuena en el interior y permite al chamán shuar alterar su consciencia. Los arqueólogos reconocen a una figura semihumana, supuestamente un chamán fusionado con un espíritu bisonte, tocando el arco musical en las pinturas rupestres de la célebre cueva del paleolítico superior de Les Trois Frères en Francia (véase lámina 3b). Si la pintura representa lo que un chamán hacía dentro de una cueva, el silencioso arco musical puede haber sido una buena opción comparado con el tambor, a fin de evitar el desprendimiento de rocas del techo.

      Mi descubrimiento personal de la eficacia de la percusión en el viaje chamánico era, evidentemente, un redescubrimiento de lo que los chamanes han sabido desde hace milenios. Por ejemplo, el tambor recibe el nombre de «caballo chamán» en el pueblo soyot en Tuva, en la frontera sur de Siberia, debido a su habilidad para ayudar a los chamanes a volar a los Mundos Superior e Inferior:36 el redoble