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E-Pack Deseos Chicos Malos 2 - abril 2020


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se sentó a su lado y apretó su mano.

      –No voy a dejar que te pase nada ni a ti ni al niño.

      –Flynn, tú no puedes…

      –Habíamos quedado en que no ibas a discutir –la interrumpió él.

      –No puedes culparte a ti mismo por mis mareos.

      –En parte son culpa mía. Siempre estamos discutiendo…

      Danielle sonrió.

      –¿Cuánto crees que tardará en venir el médico?

      –Poco si sabe lo que es bueno para él.

      Qué hombre tan contradictorio era Flynn Donovan, pensó Danielle.

      * * *

      Unos minutos más tarde llegó el médico, Mike, y después de examinarla anunció que todo estaba bien.

      –¿Ha estado estresada últimamente? ¿Come bien, duerme ocho horas?

      –Está muy estresada –contestó Flynn.

      –Pues espero que no viva sola.

      –Vive sola –volvió a decir Flynn, antes de que ella pudiera intervenir.

      –No es buena idea. ¿Tiene algún amigo, algún pariente? Debe descansar, señora Ford. Si no, me temo que tendré que recomendar su ingreso en el hospital.

      –Pues…

      –Se quedará en mi casa –la interrumpió Flynn.

      –Estupendo –sonrió Mike–. Pero debe descansar mucho a partir de ahora, jovencita. Nada de trabajo durante una semana y tenga cuidado después –luego miró a Flynn–. Las relaciones sexuales no serán un problema.

      –Ah, muy bien.

      Danielle estaba tan angustiada que no prestó demasiada atención a la conversación. Pero cuando Mike se marchó se le ocurrió algo.

      –Lo habíais planeado, ¿verdad?

      –¿Quieres que llame a Mike otra vez? Seguro que le encantará que cuestiones su integridad. Por no hablar de la mía.

      –Bueno, de acuerdo, me había equivocado.

      –Vas a venirte a mi casa. Estás enferma y no puedes cuidarte tú sola. Además, como tienes que irte del ático…

      Danielle podía sentir que Flynn se la tragaba con sus tácticas.

      –No pienso seguir siendo tu amante. Tengo que pensar en mi hijo. Encontraré otro sitio.

      –¿Y luego qué? ¿Te dejo sola para que te pongas enferma y te mueras?

      –No exageres, estoy bien. Mike acaba de decirlo.

      –Por favor, Danielle. Deja que haga esto por ti. Tú no lo entiendes, pero es muy importante para mí.

      Se sentía culpable, estaba claro. Y eso la enterneció.

      Si se quedaba en el ático sería solo algo temporal… Podría ponerse enferma, incluso arriesgar la vida de su hijo.

      Pero si se iba a casa de Flynn, ¿lo entendería él como un sí? Quizá podrían llegar a una tregua, pensó.

      –Muy bien, me iré a tu casa –dijo por fin–. Hasta que tenga el niño.

      Luego volvería a trabajar, alquilaría un apartamento lejos de Monica… y más lejos de Flynn.

      En los ojos del hombre vio un brillo de satisfacción, pero fue su postura, el gesto de alivio lo que la aseguró que había hecho bien.

      –Estás haciendo lo que debes.

      –¿Para quién, Flynn? ¿Para ti o para mí?

      –Para tu hijo.

      Louise y Thomas, el matrimonio que atendía la casa, le pareció muy agradable. Pero cuando descubrió que Flynn había contratado a una enfermera para que cuidase de ella Danielle estuvo a punto de darse la vuelta. Era demasiado. Todo estaba ocurriendo tan rápido…

      Agotada, se metió en la cama y dejó que Jean, una mujer muy cariñosa, la atendiera.

      Pero cuando despertó, unas horas después, y pensó en lo que Monica diría de todo aquello se le hizo un nudo en el estómago. Su suegra se había ido a Palm Springs para estar con su hermana unos días, de modo que al menos se ahorraba darle explicaciones por el momento.

      Se lo contó a Flynn cuando fue a verla una hora después.

      –Yo me encargo de Monica, no te preocupes.

      –No, tengo que hablar yo con ella.

      –No quiero que te disgustes. No, el médico ha dicho que no debías disgustarte –insistió Flynn–. Por cierto, casi no has cenado nada.

      –No tengo hambre.

      –Pero tienes que comer algo.

      Fue entonces cuando se dio cuenta de que Flynn parecía cansado. También había sido un día largo para él.

      –¿Tú has cenado?

      Él pareció sorprendido por la pregunta.

      –No. Había pensado cenar aquí y hacerte compañía.

      –¿Aquí?

      –Este es nuestro dormitorio, Danielle.

      –No recuerdo haber aceptado dormir contigo.

      –Y yo no recuerdo habértelo preguntado.

      –Flynn, no…

      Todo empezaba otra vez. Como Robert, ahogándola, asfixiándola.

      Él pareció leer sus pensamientos.

      –Olvídate de él.

      –No puedo.

      –Enfréntate a los hechos, Danielle. Él solo te deseaba físicamente porque no podía tenerte emocionalmente. Por eso no te dejaba ir. Por eso no se atrevía a dejarte tu espacio. Pero yo no soy él.

      Danielle sabía que tenía razón. Y le dolía que el hombre que había sido su marido la hubiera usado de esa manera.

      –¿Y tus razones son diferentes a las de Robert?

      –Mis razones son mis razones, pero voy a decirte una cosa: son más nobles que las suyas.

      Era cierto y Danielle lo sabía. A pesar de su actitud tiránica al principio, durante aquellos días había ido descubriendo al otro Flynn, el que mantenía guardado, escondido. Y ese hombre había llenado un vacío que nadie más había llenado en toda su vida.

      Ni Robert.

      Ni Monica.

      En cuanto a esta última, tuvo oportunidad de hablar con ella antes de lo que esperaba. Porque aquella misma noche la llamó por teléfono.

      –¿Cómo ha conseguido este número?

      –Hice que traspasaran todas tus llamadas aquí.

      Flynn no quería que hablase con ella, pero Danielle sabía que debía hacerlo.

      –Si no contesto, se preocupará. No puedo hacerle eso.

      –¿Prefieres llevarte una bronca?

      –Tengo que contestar. Dame el teléfono.

      La conversación no fue muy agradable. Su suegra insistía en que todo aquello era cosa de Flynn, que le había lavado el cerebro, que quería algo sucio de ella… incluso que quería robarle a su nieto.

      Danielle, angustiada, tuvo que apartarse el teléfono de la oreja cuando empezó a gritar, pero Flynn se lo quitó de la mano.

      –Monica,