Sixto Paz Wells

La muerte no existe


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siempre existieron

      pero cuyo conocimiento estuvo reservado a los iniciados,

      para que ese conocimiento no se perdiera

      o fuera mal utilizado.

      Estas leyes marcan el funcionamiento

      de las fuerzas universales.

      Para comprender el proceso de la vida y la muerte,

      y su sentido profundo,

      así como la verdadera inmortalidad del alma,

      hay que comprenderlas y saber

      cómo adaptarlas a los nuevos paradigmas.

      Enseñanzas Rama

      Somos pues seres multidimensionales viviendo en múltiples realidades simultáneas con capacidad de interactuar y crear.

      Vivimos en un universo material de siete dimensiones, y poseemos siete cuerpos para actuar en esas siete dimensiones. Cada uno de esos cuerpos es como una capa o envase de nuestra «esencia divina» o «cuerpo esencial» que nos permite vivir determinadas experiencias de aprendizaje y crecimiento en determinadas frecuencias vibratorias, desde lo más denso hasta lo más sutil.

      Para activar la conciencia en cada uno de esos siete cuerpos, para actuar conscientemente en cada una de esas siete dimensiones, disponemos de siete chakras, vórtices o ruedas de energía, que debemos aprender a activar a través de la sagrada respiración.

      Más allá de la séptima dimensión, como en la música, en una octava superior hay un universo paralelo a este que ya no es material sino mental. La octava, la novena y la décima dimensión corresponderían a ese universo mental, y de la undécima dimensión en adelante nos encontramos con un tercer universo que es espiritual. El universo espiritual creó el mental, y el mental el material, de tal manera que Dios, que es uno solo, no nos creó a nosotros directamente sino a través de jerarquías intermedias; a través de un grupo de seres ultraterrestres del universo mental llamados los «Hellel» o los «Resplandecientes», también conocidos como «los Hijos de Dios».

      En nosotros se da la manifestación de los tres universos como tres planos de conciencia: material, mental y espiritual, con la misma potencialidad creadora de un plano sobre el otro. En la medida en que crezcamos en consciencia, esto es, que seamos conscientes de esta multiplicidad de realidades, podremos actuar modificando, orientando y dirigiendo nuestra existencia hacia un sinfín de realizaciones y materializaciones trascendentes. Nuestra evolución nos reconectará con los tres universos.

      Estamos pues en un universo material de siete dimensiones, el cual se encuentra regido por siete leyes o principios. Conocerlas y saberlas aplicar nos convierte en magos, maestros y alquimistas capaces de transformar y transmutar todo alrededor nuestro y dentro de nosotros mismos. Estas leyes son:

      1. El Principio del Mentalismo o el nuevo Paradigma de la Atracción

      El significado de esta primera ley universal es que «todo es mental», «todo es mente». Las cosas, las circunstancias y las diversas situaciones son creadas primero en nuestra mente para posteriormente ser materializadas, de tal manera que «uno puede crear lo que cree». Si creemos en cosas positivas, atraeremos y crearemos condiciones y circunstancias positivas a nuestro alrededor; pero si, por el contrario, nos dejamos arrastrar por el negativismo y el pesimismo de tal manera que estamos todo el tiempo pensando en cosas negativas, esas serán las que atraigamos y materialicemos en nuestra vida y en torno nuestro.

      Todo es consecuencia de una actitud mental y de un acto de voluntad. Si creemos, creamos. Nuestra mente es creadora. Es una parte ínfima de la esencia universal, pero semejante a ella. Como dicen las Sagradas Escrituras en los Salmos: «Dioses sois, hijos del Altísimo» (Sal 82:6).

      Debemos aprender a despertar, orientar y administrar de manera positiva esa divinidad, siendo creadores de realidades trascendentes y constructivas.

      El principio del mentalismo requiere de nuestra concentración, voluntad y sabiduría para atraer en nuestra vida todo lo mejor, lo más bueno, lo más sabio y adecuado.

      Para memorizar más fácilmente este principio, lo relacionamos y ubicamos en el vórtice, chakra, o rueda de energía de nuestra coronilla encima de la cabeza, y con la figura de una flor de loto violeta, símbolo de la trasmutación, la mística, la fe, la magia y el cambio.

      2. El Principio de Correspondencia o el nuevo Paradigma de Creación

      La segunda ley universal es el Principio de Correspondencia, que significa que «así como es arriba así es abajo, y viceversa», lo que quiere decir que las mismas leyes que organizan y regulan el macrocosmos, el Universo, también lo hacen con el microcosmos, que es el universo interior de cada uno. Si queremos conocer cómo funciona el Universo, primero debemos empezar por conocernos a nosotros mismos. Si iniciamos el proceso del autoconocimiento sabremos cómo se mueve todo y cómo podemos modificarlo. Si queremos que nuestra pareja cambie, que cambien nuestros hijos o que cambie nuestra familia, el vecino, y hasta el mundo, debemos empezar por cambiar nosotros, porque somos como un espejo mágico donde todo y todos se reflejan. Si queremos que esa imagen cambie tenemos que hacer magia interior para reflejarlo en el exterior. Es a través nuestro que se inicia la reacción en cadena, porque como ya dijimos antes, somos dioses creadores, arquitectos de nuestra propia realidad. Todo lo que queramos que sea creado a nuestro alrededor debe ser experimentado primero en nosotros. La clave es descubrir nuestro potencial creador.

      Para este principio se deben trabajar el despertar de la conciencia, el discernimiento y la intuición para saber crear y materializar la Creación.

      Esta ley la relacionamos con el vórtice de la frente, o el entrecejo, y para memorizarla la ubicamos en esa posición como una estrella de seis puntas de color azul brillante, símbolo del equilibrio espiritual y la realización.

      3. El Principio de Vibración o el nuevo Paradigma del poder del Decreto

      «Todo vibra, todo está en movimiento», todo se mueve hacia un cambio, hacia su propia transformación; pero también este principio tiene que ver con el poder del sonido, que se manifiesta en nosotros a través de la palabra, como «la magia del verbo». Esto quiere decir que «uno concreta lo que decreta».

      El Evangelio de San Juan dice: «En el principio era el Verbo, la palabra, y la palabra era Dios, y la palabra estaba al lado de Dios, y por la palabra todas las cosas fueron hechas». Qué importante es entonces la palabra si se le asigna ese poder de materializar intenciones.

      Debemos tener mucho cuidado con las cosas que decimos porque la palabra es creadora y tiene su propia carga vibratoria que puede contaminar el ambiente o lo puede elevar vibratoriamente.

      Decía un adagio árabe: «Habla solo cuando tus palabras sean más dulces que tu silencio», de tal manera que si no tenemos nada bueno que decir, mejor aprender a guardar silencio.

      La palabra es la que da forma a las cosas. Por la palabra se puede construir o destruir. La palabra es una llave que puede abrir puertas entre las dimensiones, así como abrir las conciencias y los corazones de los semejantes, pero solo si se emplea adecuadamente. Para este principio se debe trabajar la respiración, el autocontrol, la inteligencia, la autobservación, la prudencia y la pureza.

      La ubicación de este principio sería a la altura de la garganta y se simboliza con una media luna de color celeste aguamarina, símbolo de la mejor relación con uno mismo y con los demás, del diálogo y la comunicación.

      4. El Principio de Polaridad o el nuevo Paradigma de la Emoción y el Sentimiento

      «A toda fuerza se le opone otra contraria de igual intensidad». Uno mide la importancia de las cosas que realiza en la vida por el grado de dificultad u oposición que se genera como reacción contraria.

      La vida se encarga continuamente de ponernos a prueba para fortalecer nuestra voluntad y convicción, pero muchas de estas pruebas son consecuencia de la misma acción generada con nuestras decisiones y actitudes previas.