digas eso…
—Pero algo te pasa con él. No mientas.
—¿Qué sé yo? Me pasan cosas con muchos chicos.
¿Muchos?
—Al final no me contás nada.
—Es que no tengo nada que contarte.
—A ver, pongámoslo así… Si Gastón te invitara a salir…
—¿Qué me va a invitar?
¿Tanto se nota que soy un cobarde?
—Supongamos… Ya sé que Gastón es tímido, retraído, que habla poco, se pone nervioso, tartamudea…
¿Todo eso hago?
—Ya sé que no es un galán que te mira y te derretís…
Bueno, tampoco la pavada.
—Pero si ocurriera el milagro. Si por alguna casualidad Gastón te invitara a salir… ¿qué le responderías?
¿Por qué tanto silencio? ¿Se rompió el aparato?
—Eso no te lo voy a decir.
—¡Sos una turra, Natalia!
—Dale, vamos a comer que nos están llamando.
—Contestame, Nati.
—¡No!
¡Hey! Vuelvan. Sigan hablando en la pieza. Si se van para el living no capto nada. Yo puse para escuchar en un rango de dos a tres metros… ¿Y ahora qué hago? Esperar. Pero seguro que terminan de cenar y la amiga se va. ¿Si subo el “Oído espía” y lo modifico para escuchar más lejos? ¿Llegará la señal? Medio difícil, porque el living no está en línea recta. Hay un pasillo, un recodo… Antes de alquilar nuestro departamento, con mamá habíamos visto el segundo piso D, que está debajo del de Natalia, y es igual. Entonces nada. Por hoy no voy a escuchar más. Mejor voy subiendo el dispositivo y…
—Por eso alquilé acá. Desde la terraza tenés un disparo limpio.
¿Perdón? ¿Escuché disparo?
—¿El ángulo es bueno? ¿Se ve bien?
—Confiá en mí. El ministro viene dos veces por semana con su secretaria. Son amantes. Los vi yo, pero no tengo el equipo necesario. Por eso te llamé a vos. Vamos mitad y mitad.
¿Disparar? ¿A un ministro? ¿Desde la terraza?
Riiiing.
—Ahí está... Hola… Sí… Listo. Dalo por hecho…
—Por fin…
—Bien calladitos, eh. Sin hacer bardo…
—Pero más vale… ¿Qué te creés? ¿Que soy un aficionado?
Están subiendo… Vienen para la terraza… Para cometer un asesinato… Me van a ver… Tengo que irme… Pero si bajo me los puedo cruzar… Mejor me escondo… Ahí están, oigo la puerta… Les cuesta abrirla, pero lo logran… Los escucho…
—Sssh…
—Sssh…
—Desde aquella baranda. Ahí está el otro edificio… ¿Lo ves al ministro? ¿Lo tenés en la mira?
—Esperá que cargo…
—Apurate…
Tengo que hacer algo. No puedo dejar que maten al ministro y a esa mujer. ¿Qué es esto? Un balde viejo, de metal… El cartel de neón… Ma' sí… Yo lo tiro… Lo revoleo bien alto y…
¡Plum! ¡Paf! ¡Booom!
¡Parecen fuegos artificiales! ¡Qué chispazos!
—¿Y eso qué es?
—¡Vos dispará! ¡Dispará!
—Te dije que estaba cargando…
—¡¿Todavía cargando?! ¡Dispará! ¡No! ¡Nos vio! Está bajando la persiana…
—Decile que espere…
—¡¿Pero vos pensás que nos va a esperar, tarado?!
—Va a haber otra oportunidad…
—¿Otra oportunidad? ¿Cuándo? ¡Nunca! ¡Esto me pasa por llamar a un fotógrafo sin experiencia!
¿Fotógrafo? Ah, pero entonces… No eran asesinos. ¡Eran periodistas que venían a escrachar a un ministro!
¡BOOOOOOOM!
—¡Rajemos de acá! ¡A ver si encima terminamos presos!
Uy, qué feo que se puso… Más que chispas… eso es… ¡fuego! ¿Para qué me metí en lo que no me importaba?... Yo creí que lo iban a matar… Mejor me voy…
—¿Qué pasó?
—Llamen a los bomberos.
—Ya llamé. Dicen que evacuemos el edificio. Tranquilos, solo por precaución.
—Yo estaba cenando…
—Y yo quería ver el partido…
—Vamos, despacio. No pasa nada. Usemos las escaleras.
—Escucho la sirena. Ahí vienen.
—Menos mal que el cuartel está a dos cuadras.
—¿Todos bien, alguno salió lastimado?
—No.
—Esto pasa por poner ese cartel en la terraza. Yo siempre me opuse…
—Gracias a la publicidad pagamos menos expensas.
—¿Y los daños del incendio?
—Los cubre el seguro.
Menos mal. Si me llegan a descubrir…
—Gastón.
—Natalia… ¿Vos estás bien?
—Sí… Menos mal que pasó temprano. Si no, teníamos que bajar todos en pijama…
—Yo no uso pijama… Quiero decir…
—Está bien, Gastón, te entiendo… ¿Vos qué estabas haciendo cuando empezó el cortocircuito?
—¿Por qué me preguntás eso?
—Porque sos el principal sospechoso.
—¡¿Eh?!
—No, nene. No te pongas paranoico, era una broma.
—Ah… Estaba… Nada, había salido al balcón a mirar las estrellas.
—Qué romántico.
—¿Y ustedes? Digo vos.
—Estábamos cenando… Había venido una amiga… ¿Qué es todo ese cablerío que tenés en la mano, Gastón?
—¿Esto? No, nada. Basura que justo iba a tirar y… Natalia…
—¿Qué, Gastón?
—¿Querés salir conmigo?
La grúa de peluches
El secreto me lo enseñó Raúl.
—Los peluches están entrelazados. La pata de uno debajo del brazo de otro. La cabeza del gatito sobre la nariz del ratón. Todos bien apretados. Pero si mirás bien, si analizás el conjunto, vas a ver que hay una pieza que destraba al resto. Vos tenés que apuntar a esa. Todos los intentos con la grúa deben ser para llevarte ese muñeco. Una vez que lo sacás, los demás salen solos.
Raúl hacía que las cosas parecieran