Aldivan Teixeira Torres

El Código De Dios


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(Renato)

      –¡No deprecie! ¡Dios está en todo! Tú y Philliphe también soís sus instrumentos en este momento. Una aventura en el desierto. (Rafael)

      – ¿Yo? (Renato y Philliphe preguntaron juntos e incrédulos)

      –Sí. Somos un equipo, un todo, seis espíritus de Dios y el séptimo es invisible. ¡Haremos historia! (Rafael)

      –Eso es correcto. Dios nunca se ha comunicado tan abiertamente a la humanidad como ahora. Estamos bendecidos. (cumplimentó Uriel)

      – ¿Puedes decirme qué lo provocó, Uriel? (el Vidente)

      – Podría decirse que fue su coraje y audacia aliados a las preguntas de Felipe. Dios quiere mostrarse enteramente a vosotros y al mundo con el fin de aclarar las dudas pertinentes, además de mostrar vuestra personalidad, a menudo tergiversada a lo largo de los siglos por los mortales. Entenderlo es nuestra misión ahora. (Uriel)

      – Lo tengo. (La Vidente)

      – ¿Quién es usted? (preguntó Renato)

      – Aún no es el momento, jovencito. La caminata es larga y esto no es importante en este momento. (Uriel)

      – Uriel tiene razón. Sólo confía en nosotros. (Rafael)

      – Además de la confianza, necesitamos su fe en nuestra credibilidad. (Isael)

      – ¿Qué estás haciendo bien? (Sospecha Renato)

      – Profundo. Demasiado profundo. Parece que el destino está preparando uno más de los tuyos. Comenzó instándome a leer un libro titulado "La Noche Oscura del Alma" y a través de él llegué a sus personajes principales. Del encuentro surgió la idea de nada para buscar a Dios en el desierto y al llegar al pueblo los encontramos a ustedes dos que se convirtieron en nuestros guías. Comenzamos la gran travesía de este inmenso desierto y en el camino, tenemos diez ciudades que conocer. Somos los primeros y cada minuto me sorprende. ¡Necesito respuestas urgentes! (Philliphe)

      – ¡Calma, humano! Todo será revelado. Sea paciente. (Rafael)

      – Discúlpanos, Rafael. Prometemos estar menos ansiosos. ¿No son Philliphe y Renato? (el Vidente)

      –Sí. (Ambos, a regañadientes)

      –Concentrémonos en la comida entonces. (sugirió Uriel)

      – ¡Y qué comida! (Él observó a Isael)

      – Aprobado. (el Vidente)

      Todos continuaron comiendo la comida que estaba muy bien preparada por cierto. Al final, el silencio prevaleció, aumentando aún más las expectativas de los presentes. Sin embargo, hasta cierto punto estaban controlados.

      Al final de la comida, pidieron algo de beber, esperaron otros cinco minutos, la bebida llega y es chupada rápidamente. Luego van al baño, hacen sus necesidades fisiológicas, se lavan las manos, van a la caja, pagan la cuenta y dejan el grupo de nuevo en el mismo punto de partida.

      La ruta corta se recorre en ocho minutos y se sitúan en los mismos lugares que antes. La conversación se reanuda, continuando la elaboración del "Testamento", un código que los ángeles y los hombres se esforzaron durante miles de millones de años por conocer y que no habían tenido la oportunidad de conocer.

      –Vamos a reiniciar. ¿De acuerdo? (Rafael)

      –Sí. (Todos).

      – ¿Qué sugieres como subítem familiar, Philliphe? (Uriel)

      –… Déjame ver. ¿Qué tal si hablamos de los que se han ido? (Philliphe)

      – Puede serlo. Interesante. ¿Qué piensa Rafael? (Uriel)

      –Perfecto y tú, Vidente y Renato, ¿qué opinas? (Rafael)

      –Parece prometedor. Aprobado. (el Vidente)

      –Yo también estoy interesado. (Renato)

      – Por unanimidad, el tema será la memoria del difunto. Con la palabra, Isael. (Rafael)

      –La vida es bella y cruel al mismo tiempo con nosotros. Hermosa porque pone Ángeles en nuestro camino que hacen que nuestras vidas se sientan sin sentido y crueles porque nos separa de una manera u otra de estas mismas personas. Esto es complejo. (Isael)

      – Eso ya lo sé. Formé una familia que para mí lo era todo y en nuestro mejor momento lo perdí. Qué frustrante es saber que nunca más tendrás la oportunidad de tocar, conversar o incluso compartir los buenos y malos momentos de la vida con tus seres queridos. (Philliphe)

      – He pasado por esto demasiado pronto. Perdí a mi madre cuando era niña y estaba sola con mi padre. Después de su muerte, como forma de revuelta, mi padre aprovechó para maltratarme, lo que me obligó a huir de casa. Entonces encontré al guardián que obtuvo mi adopción y que está siendo una segunda madre para mí. Sin embargo, extraño a mi madre biológica. "Parece que son cosas de sangre." (Renato)

      – También he tenido pérdidas significativas. Los más cercanos eran mis abuelos, un padre y una sobrina. En cada momento, era difícil aceptar la separación. "Son heridas que el tiempo no cura." (el Vidente)

      –¿Qué aprendiste de tus pérdidas? (Rafael)

      – Como mi historia reciente, todavía estoy en camino. Es una de las razones por las que estoy aquí. (Philliphe)

      –Mi madre me dejó temprano. Tengo pocos recuerdos de esto. (Renato)

      – Tengo pocos recuerdos de mis abuelos. Perdí a mi padre cuando tenía quince años y a pesar de su habitual distanciamiento fue muy duro. Hace poco perdí a mi sobrina. Las pérdidas hasta ahora me han enseñado la importancia de la vida, de cada momento y de ser fuerte. ¡La vida continúa! (el Vidente)

      – Muy bien. ¡Estamos con ustedes! (Animó a Rafael)

      –Lo importante es no renunciar a la vida. (Uriel)

      – Y recuerde también que siempre hay esperanza. Podremos redescubrir a los que amamos en otro plano o aquí mismo en la nueva tierra prometida. (Isael)

      – ¿Cómo va a ser eso? (el vidente estaba interesado)

      –… Está escrito: "Al final de los tiempos, después del juicio, habrá un cielo nuevo y una tierra nueva. No habrá más llanto, sufrimiento, muerte o guerra. La gente será buena y se ayudará mutuamente en un ciclo perpetuo de felicidad". (Isael)

      –Eso es lo que el alfa y el omega prometieron. (Garantizó Rafael)

      –¿Puedes creerlo? (Uriel)

      –…Creo. (el Vidente)

      –…yo también. (Renato)

      – ¡Yo creo! (Philliphe)

      –¿Cuándo será esto? (Renato)

      – Esta fecha es un misterio, y sólo Dios y sus hijos lo saben. (Rafael)

      –No te preocupes, Renato. Todavía va a llevar mucho tiempo. (el Vidente)

      –¿Cómo lo sabes? (Renato)

      –…lo adiviné. Este mundo tiene un largo camino por recorrer. (argumentó el vidente)

      – Estoy de acuerdo. Estamos en el comienzo de los dolores de parto. (Rafael)

      –Probablemente algunos de ustedes todavía van a reencarnar aquí otra vez, haciendo que el planeta evolucione. (Uriel)

      –Hasta que se complete el ciclo. (Isael)

      – ¡Que así sea! Quiero ser feliz en el tiempo que me queda. (Renato)

      –…Yo también. Reconstruir mi vida y mi autoestima es todo lo que necesito. Gracias a todos. (Philliphe)

      –…de nada. Conmigo, uno para todos y todos para uno! (el Vidente)

      –¡ Uno para todos y todos para uno! (Los otros)

      Comenzó el silencio. Se tomaron otro descanso de cinco minutos, y momentos después estaban listos para empezar a charlar de nuevo. ¿Qué nuevas revelaciones vendrían a componer "la voluntad"?