Dawn Brower

Mentiras De Familia


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gran parte, uno que disfrutaba. Inclusive, en ocasiones su madre podía ser maravillosa. No tuvo una mala infancia. Su madre dejó claro desde el principio que amaba a Amethyst, pero al mismo tiempo ella se sentía como si realmente no perteneciera a ningún lado. Probablemente como resultado de moverse continuamente…en cada lugar que había estado parecía que la magia se formaba en el aire. Como si estuviera esperando que ella extendiera la mano y la agarrara. Ningún hombre la había seducido antes, pero Cooper había hecho que deseara cosas que antes no había considerado.

      Nunca había sido tan fácil descubrir información acerca de las personas y del pueblo que ella investigaba. Cooper estaba haciendo su trabajo demasiado fácil…¿descubrir que existía un diario, desde el primer día? Nada como esto le había ocurrido antes. No podía esperar a regresar a la posada para leerlo. Por supuesto, estaba el premio adicional de pasar tiempo con él. Amethyst se lamió los labios y miró al delicioso espécimen que caminaba frente a ella. Tampoco parecía que a él le costara trabajo ayudarla en su investigación, lo que resultó ser una gran bendición.

      Caminaron por el sendero que conducía a su casa. No pasó mucho tiempo antes de que se aproximaran al porche delantero. Cuando llegaron a los escalones, la puerta principal se abrió, un hombre que no había visto antes salió. Tenía el cabello oscuro y ojos verde olivo muy penetrantes. Su mirada la dejó helada, dándole la impresión de que podía ver a través de sus ojos. Sus rasgos no eran precisamente atractivos, sino más bien más llamativos que cualquier otra cosa. Su rostro mostraba rasgos prominentes y su cuerpo se encontraba extremadamente en forma. No parecía haber una onza de grasa en ninguna parte de él. Su brazo izquierdo lo tenía atado firmemente con un cabestrillo y caminaba muy lentamente bajando las escaleras. ¿Qué le había sucedido? Cooper se dirigió a él y le dio un rápido abrazo. “Hola tío Nick, me da gusto ver que lo lograste. ¿Te encuentras bien? ¿Necesitas que te ayude en algo?”.

      El tío Nick se detuvo al pie de los escalones y los estudió a ambos con su intensa mirada. “No. Estoy bien. Preséntame a tu amiga”. Su tono era áspero y exigente.

      ¿Muy descortés? Amethyst observaba a ambos, tratando de decidir si quería conocer al hombre. La orden que su tío Nick había dado a Cooper no parecía molestarle. En lugar de comentarlo siguió adelante con las presentaciones necesarias. “Ella es Amethyst. Amethyst, mi padrino, Nicholas Drake”.

      ¿Padrino? ¿Entonces por qué lo había llamado tío Nick? Eso era muy extraño…ella estiró su mano para saludarlo. Por un breve minuto él tan solo la observó, como si no tuviera idea de qué hacer. Después, lentamente levantó su mano derecha y firmemente estrechó la mano de ella. Amethyst no pudo evitar mirarlo. No sabía por qué, pero parecía extrañamente familiar. Se sacudió de la cabeza la sensación de déjà vu. “Es un placer conocerlo, Sr. Drake”.

      “Nick.”

      Ella inclinó su cabeza mirándolo con confusión. “¿Cómo?”.

      Él sonrió por primera vez desde que lo vio cuando se aproximaban al porche delantero. “Preferiría que me dijeras Nick. Sr. Drake es demasiado formal. No estamos en una ceremonia. ¿Qué están haciendo ustedes dos?”. Su sonrisa la molestó. Las sonrisas tenían muchos significados. En este hombre, cuando levantaba sus labios, parecía decir que te había visto y que no necesariamente le gustaba lo que veía en apariencia. Ella quería alejarse de él, pero se negó a darle la satisfacción. Amethyst nunca retrocedía ante nada y hacerlo con este hombre podría ser el mayor error que pudiera cometer. Intentó seguir sus instintos en todo y estos le gritaban que este hombre tenía que evitarlo.

      Cooper hizo un gesto a Amethyst con sus manos. “Amethyst tiene interés en nuestra leyenda local fantasmal. Acabamos de visitar Ghost Peak Island…err, la observamos, mejor dicho. Tendré que llevarla a la isla otro día. Iré a decirle a mi padre que regresamos a la posada”.

      Nick levantó su mano e hizo pasar a Cooper. “Bien, no te detengo. Ve y cuéntale tus planes. Yo puedo hacer compañía a Amethyst mientras tú vas. De cualquier forma, tengo que ir por algo a mi auto”.

      Cooper empezó a caminar por los escalones mientras preguntaba: “¿estás seguro de que no necesitas ayuda? Yo puedo…”.

      Nick lo interrumpió agitando una vez más su mano. “Ve Coop. Yo estoy bien”.

      Cooper inclinó su cabeza, asintiendo. “Bien. Si estás seguro, no tardaré”. Después subió las escaleras corriendo y entró a la casa.

      Amethyst mantuvo su mirada en él mientras entraba a la casa. Se volvió hacia Nick y le preguntó: “¿Quieres que te ayude a sacar lo que necesitas de tu auto?”.

      Mientras se dirigía hacia un auto deportivo plateado, casi ignorándola, contestó: “No. No soy un lisiado. Yo mismo puedo sacar lo que necesito”.

      Nick abrió la puerta del auto y tomó su teléfono celular del tablero delantero. Volvió y se detuvo directamente frente a ella. Algo la forzó a preguntar: “¿sería grosero preguntar cómo te lastimaste?”.

      Los helados ojos color verde olivo quedaron inmóviles. “Por supuesto”.

      Ella necesitaba intentar desarmarlo. El comportamiento del hombre se mostraba demasiado serio, algo necesitaba sacudirlo. Con una sonrisa descarada, ella preguntó: “Entonces eso significa ¿que no me lo vas a decir?”.

      Un gesto se formó en su cara. “Eres muy preguntona. Prefiero no hablar de ello. Dime algo acerca de ti. ¿De dónde eres? No recuerdo haberte visto antes por aquí”.

      Esa pregunta siempre hacía que Amethyst se sintiera incómoda. No le gustaba explicar que su mamá se mudaba en exceso mientras ella crecía y que en realidad no pertenecía a ningún lugar. Deseaba que las personas dejaran de hacerle esa pregunta. La solución fácil siempre había sido pretender que tenía raíces, pero algunas personas simplemente no le permitían fingirlo. “Ah, bueno, yo…es que yo…la respuesta sencilla, supongo, es que no soy de ninguna parte”.

      El hombre no quería darle ningún margen de maniobra. No aceptó la respuesta sencilla y siguió investigando con preguntas. “¿Cómo es eso?”.

      Ella se encogió de hombros. “¿Importa? Nos mudábamos en exceso cuando yo estaba creciendo, y ahora viajo mucho debido a mi empleo”. Ella tenía un departamento en Nueva York, que era su base de operaciones, pero extrañamente se encontraba allí. Por nada habría una oportunidad de que ella le explicara los detalles de su infancia. Él no necesitaba saber que su madre se mudaba con frecuencia tan solo para encontrar un nuevo novio. Que Lyoness tenía que mudarse demasiado para aliviar el dolor de su existencia solitaria. No era asunto suyo saber que durante sus años de formación, su madre las trasladara en promedio, cada seis meses.

      Infortunadamente, él continuó siendo persistente y no lo dejaría pasar. “¿Tu padre pertenece al ejército? ¿Por qué se mudaban? ¿Qué tipo de empleo tienes?”.

      ¿Por qué tenía tanta curiosidad acerca de su vida? Acababa de conocer al hombre. La ponía nerviosa con sus preguntas y exigencias que le hacía. Y prácticamente antes la había señalado de ser entrometida… “De nuevo, ¿no veo por qué importa? ¿Por qué me estás haciendo tantas preguntas?”.

      Tan solo se quedó parado por lo que pareció una eternidad fulminándola. Una sombría sonrisa se formó en sus rasgos duros mientras continuaba observándola. Una máscara completamente ilegible se formó en su rostro. Él tenía un problema con ella y ella no tenía ninguna pista de lo que posiblemente fuera. Sería mejor que Cooper saliera porque ella había ya terminado de pasar el tiempo con su “tío”.

      Finalmente, después de un largo y extraño silencio, él se dignó darle una respuesta. “Me recuerdas a una persona. Siento haber sido descortés”.

      Amethyst inclinó su cabeza y empezaba a preguntar. “¿A quién…?”. Apenas dijo algo cuando Cooper salió corriendo de la casa y se detuvo sin aliento frente a ella. “Muy bien, estoy listo para partir. Tío Nick, papá dice que entres a la casa y que descanses. Apenas saliste del hospital y necesitas recuperarte. Ya ha sido suficiente con que hayas conducido hasta aquí y que no me hayas permitido pasar a recogerte”.

      Nick