Dawn Brower

Espiando A Mi Canalla


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DOS

       Diez años después...

      Hyacinth miró fijamente la suave seda rosa de su vestido y frunció el ceño. No estaba segura de que le gustara el tono, pero no había muchos colores permitidos para las damas solteras. El rosa era una de las opciones más favorables. Ella prefería el rojo. Un oscuro, llamativo y audaz vestido cereza... Algún día llevaría uno. Ella suspiró y se puso de pie. Atravesó su alcoba, abrió la puerta y encontró a su prima, Scarlett, prácticamente saltando por el pasillo.

      "Hy". Scarlett se detuvo frente a Hyacinth y le dio una palmadita en el brazo. "¿Lo has oído?". Scarlett podía ser muy alegre a veces. Un infierno en un buen día y bastante desafiante en cualquier otro momento... Tenía el cabello rojo de su madre, aunque un par de tonos más oscuros, y el temperamento de su padre. Lady Scarlett Lynwood tenía agallas de sobra. Leía de todo, tenía ideas extrañas, y no tenía ningún problema en decir exactamente lo que pensaba de ellas. Hyacinth culpaba a la tía Aubriella, la madre de Scarlett, por eso. A veces resultaba vergonzoso estar en la compañía de Scarlett, pero ella era de la familia y Hyacinth no podía rechazar a nadie que le importara.

      "¿Qué debería haber escuchado?" Scarlett no iba vestida de blanco ni siquiera de un suave tono de rosa. Solo tenía medio año más que ella. ¿Cómo consiguió permiso para vestirse de verde oscuro?

      "¿No es emocionante?". Sería mejor si pudieran hablar en privado. La propensión de Scarlett a los discursos extraños y a la adivinación del futuro podría ser malinterpretada. Deberían bajar o incluso volver a la alcoba de Hyacinth, pero resultaba demasiado difícil acorralar a Scarlett. "Un príncipe está de visita", le dijo ella en voz alta.

      Aquello sorprendió a Hyacinth. ¿Un verdadero príncipe estaba en Inglaterra? Ella dirigió su atención a Scarlett. "¿Estás segura?" Tenía que descubrir todos los detalles pertinentes. Si de alguna manera lograba capturar la atención de este príncipe, y conquistarlo, entonces podría convertirse en una princesa. Siempre quiso ser una princesa. Bueno, en realidad, quería ser una duquesa. Pero eso ya no era suficiente. No desde que Lady Elizabeth Kendall se casó con el Duque de Whitewood y se convirtió en duquesa. Quería tener un título más elevado que el suyo. Lady Elizabeth siempre había actuado con superioridad, y esta conducta le molestaba mucho. Odiaba a Lady Elizabeth, y sería maravilloso que ella lograra tener un título superior al de ella.

      Scarlett asintió con la cabeza vigorosamente. "Mientras estaba en la librería escuché una conversación entre el Conde de Carrick y el Marqués de Chisenhall. El príncipe llegó hace unos días, y hará su primera aparición esta noche en el baile de Silverly".

      "Eso es fascinante", dijo Hyacinth en un tono un tanto indiferente. ¿Era demasiado esperar que el Conde de Carrick no formara parte del séquito del príncipe? Odiaba a ese hombre... Esa fue la única noticia desagradable que Scarlett le había dado hasta ahora. Se quedó mirando su vestido rosa, y se sintió aún más frustrada que antes. ¿Cómo iba a brillar para el príncipe con un color tan apagado? Tendría que intentarlo. Ella no podía estar segura si funcionaría, pero se preocuparía de eso más tarde. "¿Vas a asistir al baile de esta noche, entonces?"

      "Por supuesto", dijo Scarlett. "No todos los días nos visita un príncipe. ¿Crees que será guapo?".

      "No tengo la menor idea" Aunque esperaba que resultara mucho más guapo que el Duque de Whitewood. Le gustaría superar a Lady Elizabeth en ese aspecto también. Frunció la nariz. "No todos los príncipes son iguales. ¿Escuchaste algo más?".

      Scarlett negó con la cabeza. "No mucho... Se llama Adrian Ene, el Príncipe Heredero de Vasinova. El conde y el marqués se marcharon de la librería y no pude escuchar más".

      "Supongo que tendremos que esperar y verlo en el baile. ¿Se ha pedido el carruaje?" Entró de lleno en el pasillo y se dirigió a las escaleras. Scarlett la siguió. "Pienso que es hora de irnos, ¿no crees?".

      Al final de la escalera, esperaba el padre de Scarlett, Killian, el Conde de Thornbury. "Ah, ahí están las dos", dijo. "Pensé que tendría que ir a buscarlas."

      Scarlett se echó a reír. "Padre, te preocupas demasiado. No llegaremos tarde. No me di cuenta de que nos acompañaría esta noche". Él sonrió. "Tu querida tía Odessa está indispuesta esta noche y me rogó que la sustituyera. Espero que te parezca bien". "Mientras no ahuyentes a todos mis pretendientes", dijo ella arrugando la nariz. "No es que tenga muchos".

      "Eso me parece muy bien", dijo él y se echó a reír. "Ningún hombre es lo suficientemente bueno para mi hija". Se volvió hacia Hyacinth. "Oh, mi sobrina". "Gracias por recordar mi existencia, tío Killian", le reprendió ella. "Me alegro que nos acompañes esta noche. Mi madre necesita descansar".

      "Entonces será mejor que nos vayamos", dijo él. "Así no tendrá tiempo para reconsiderar su decisión de quedarse. Salgan rápido y suban al carruaje ahora”, dijo él apurándolas a las dos.

      El viaje al baile de Silverly no fue largo; sin embargo, la larga fila de carruajes retrasó la entrada por lo menos una hora. A Hyacinth no le solía importar porque le gustaba llegar elegantemente tarde. Cuanta más gente hubiera en el salón de baile cuando la anunciaran, sería mejor. Esta noche, sin embargo, quería entrar lo antes posible. Estaba ansiosa por ver al príncipe.

      "Esto está tardando demasiado", se quejó Scarlett.

      "¿Te arrepientes de tu decisión de asistir al baile?”, dijo Hyacinth levantando una ceja. "Esto es normal. Lo recuerdas, ¿verdad?". Por supuesto, estaba igual de impaciente, pero nunca lo admitiría en voz alta. Si lo hacía podía alentar el mal comportamiento de Scarlett.

      "No lo olvidé”, dijo Scarlett. "Eso no significa que me guste".

      Finalmente llegaron a la entrada. Un lacayo abrió la puerta del carruaje y ayudó a Hyacinth y Scarlett a bajar. El tío Killian las siguió. Entraron y esperaron a que uno de los sirvientes los anunciara. Cuando entraron en el salón de baile, estaba casi repleto. Una gran multitud debe haber decidido asistir al baile de Silverly. La noticia de la llegada del Príncipe se había extendido. Esa podría ser la única explicación para tanta aglomeración.

      "¿Vas a bailar?", le preguntó a Scarlett. "¿O te quedarás toda la noche en un rincón?".

      "En realidad pensé que podría pasar algún tiempo en el salón de juegos", respondió. "La conversación más interesante allí, y podría encontrar a alguien con quien valga la pena pasar el tiempo".

      "No harás nada de eso", ordenó su padre. "Te quedarás en este salón de baile toda la noche o nos iremos a casa en este momento".

      Hyacinth no pudo evitar sonreír. Por eso se alegró de que su tío aceptara acompañarlos en lugar de su madre. Él se centraría únicamente en Scarlett y Hyacinth podría hacer lo que ella quisiera. Por una vez, sus papeles se invertirían. "No te preocupes tío Killian", dijo Hyacinth y le sonrió serenamente. "Scarlett le hará caso".

      Su prima la miró con desprecio y luego a su padre. "Los dos son horribles". Probablemente le habría pisado el pie si estuvieran en casa. Pero hasta Scarlett tenía límites. "Bien. Bailaré. Pero me niego a que me guste".

      "Ahora nos entendamos".

      Hyacinth trató de contener la risa. "Los dejo a los dos con su discusión. Voy a buscar algo de beber en la mesa de refrescos y encontraré algunos caballeros para que firmen mi tarjeta de baile".

      Se escabulló antes de que ninguno de ellos pudiera detenerla. Hyacinth tenía un propósito, y no permitiría que nada le impidiera encontrar al príncipe. Por supuesto, no tenía ni idea de cómo era él, pero para ellos no debería ser difícil reconocerlo. Hyacinth conocía a la mayoría de los asistentes. Así que, en teoría, debería ser capaz de localizarlo basándose en el hecho de que sería uno de los pocos individuos en el baile que no conocía. Puede que no fuese la mejor estrategia, pero era todo lo que tenía.

      Hyacinth rodeó el salón de baile, pero no vio al príncipe. La frustración crecía dentro de ella. Tal vez no había llegado todavía, o tal vez salió al