Фиона Грейс

Maduro para el asesinato


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o cozy en los viñedos de la Toscana—Libro uno)FIONA GRACEFiona Grace

      La escritora debutante Fiona Grace es la autora de la serie UN MISTERIO COZY DE LACEY DOYLE, que incluye ASESINATO EN LA MANSIÓN (Libro#1), LA MUERTE Y UN PERRO (Libro#2), CRIMEN EN LA CAFETERÍA (Libro#3), ENOJO EN UNA VISITA (Libro#4) y ASESINATO CON UN BESO (Libro#5). Fiona también es la autora de la serie UN MISTERIO COZY EN LOS VIÑEDOS DE LA TOSCANA.

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      Copyright © 2020 de Fiona Grace. Todos los derechos reservados. A excepción de lo permitido bajo el Acta de Copyright de EE.UU. de 1976, ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, distribuida o transmitida bajo ninguna forma o medio, ni almacenada en bases de datos o sistemas de recuperación, sin la autorización previa del autor. Este ebook sólo tiene licencia para tu disfrute personal. Este ebook no puede revenderse ni ser entregado a terceras personas. Si quieres compartir este libro con otra persona, por favor compra una copia adicional para cada destinatario. Si estás leyendo este libro y no lo has comprado, o si no fue comprado únicamente para tu uso, por favor devuélvelo y adquiere tu propia copia. Gracias por respetar el trabajo duro de este autor. Esto es una obra de ficción. Los nombres, personajes, negocios, organizaciones, lugares, eventos e incidentes son o bien producto de la imaginación del autor o usados de manera ficticia. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, es pura coincidencia. Copyright de la imagen de la portada Kishivan, usada bajo licencia de Shutterstock.com.

LIBROS ESCRITOS POR FIONA GRACEUN MISTERIO COZY DE LACEY DOYLE

      ASESINATO EN LA MANSIÓN (Libro #1)

      LA MUERTE Y UN PERRO (Libro #2)

      CRIMEN EN LA CAFETERÍA (Libro #3)

UN MISTERIO COZY EN LOS VIÑEDOS DE LA TOSCANA

      MADURO PARA EL ASESINATO (Libro #1)

      MADURO PARA LA MUERTE (Libro #2)

      MADURO PARA EL CAOS (Libro #3)

      CAPÍTULO UNO

      Olivia Glass tenía exactamente cinco minutos y medio para gestionar un desastre inesperado. Eran las siete y media de un jueves por la tarde y ella se encontraba en la parte trasera de un Uber, de camino para reunirse con su novio, Matthew, para cenar en uno de los nuevos restaurantes más de moda de Chicago. Él había estado fuera de la ciudad toda la semana y esa mañana le había escrito un mensaje para invitarla.

      Ahora se había descubierto una carrera en las medias, justo por encima de la rodilla.

      Olivia la miraba horrorizada.

      El agujero en el nailon negro era enorme. Por lo menos hacía cinco centímetros de ancho y empezaba a subir por la pierna.

      No tenía ni idea de cuándo podía haber pasado esto. Las medias estaban perfectas por la mañana cuando se las había puesto. Desde las siete de la mañana había estado en su despacho en JCreative, la agencia de publicidad donde trabajaba como Gerente de Administración, y había pasado la mayor parte del día en reuniones y teleconferencias.

      Después de recibir la invitación sorpresa de Matt al moderno Villa 49, cayó en la cuenta de que no tendría tiempo de ir a casa a cambiarse y se había apresurado a ir a las tiendas durante la única media hora libre que tenía.

      Aterrorizada porque se estaba quedando sin tiempo, había cogido algo del estante que era más corto y más ceñido de lo que ella normalmente llevaba.

      Ya en el despacho, el remordimiento del comprador había disminuido y ella había empezado a preguntarse si el vestido no era demasiado atrevido para llevarlo una mujer de treinta y cuatro años.

      –La edad solo es un número —se había dicho a sí misma con valor. ¿Y qué pasaba si el vestido había sido diseñado para una de dieciocho? A pesar de que ahora estaba un poco más gordita, tampoco había sido una extraña en el gimnasio desde entonces.

      En cuanto su jefe, James Clark, el dueño de JCreative, había abandonado el edificio, Olivia se había cambiado en el baño en el trabajo. Se había pasado los dedos por su pelo rubio a la altura de los hombros, se había retocado el pintalabios, se había puesto perfume y había bajado corriendo las escaleras para buscar su transporte.

      Hasta que no vio lo estropeadas que estaban las medias, no se dio cuenta de lo blancas que tenía las piernas. Aunque estaban a mediados de junio, había estado trabajando tanto que no había tenido ocasión de ver el sol del verano. A través de la carrera, que Olivia ahora calculaba que debía ser del tamaño de un plato llano, su piel era de un blanco cegador.

      Olivia sabía seguro que Matt se daría cuenta. Vería la carrera de inmediato. Se fijaba mucho en los detalles, que era lo que hacía de él un agente de fondos de inversión rico y de gran éxito. A pesar de que llevaban cuatro años juntos, Olivia siempre intentaba tener la mejor apariencia para él y hacer que se sintiera orgulloso. El desastre de las medias sería un momento bochornoso en público para ambos; del que están hechas las pesadillas.

      Durante esta comida, tenía que confesarle cosas difíciles a Matt. Un error de armario complicaría la situación.

      Por un momento, pensó en quitarse las medias y llegar sin nada en las piernas. Podía quitárselas haciendo malabarismos en la parte trasera del Uber y esperar que el conductor no se diera cuenta de lo que estaba pasando y le diera una puntuación de una estrella por usar su vehículo como vestuario.

      Negó con la cabeza. Quitarse las medias no era una opción. Sus piernas eran de un blanco azulado extremo y ya se sentía cohibida de que este vestido fuera más corto que su vestimenta habitual. Necesitaba toda la ayuda que le pudieran dar las medias de nailon negras.

      Brevemente, Olivia consideró hacer un agujero idéntico en la otra pierna, antes de decidir que era poco práctico. No existía ninguna garantía de que se rompiera de la misma manera y, en cualquier caso, ella no sabría llevar eso. Ni tan solo se sentía cómoda llevando unos vaqueros rotos.

      ¿Qué podía hacer? El agujero tenía aproximadamente el tamaño de un cochecito de juguete, ahora su destino estaba a tres minutos y no tenía ninguna solución en absoluto para su crisis.

      Entonces Olivia vio su salvación más adelante.

      Después del siguiente cruce, divisó un panel publicitario de una boutique de lencería y medias que parecía estar abierta.

      Le pediría al conductor que la dejara allí, entraría rápido, se pondría un par nuevo tan rápido como pudiera y llamaría a otro Uber para que acabar de hacer el viaje. Llegaría unos minutos tarde pero por lo menos llegaría con un conjunto completo y entero.

      –Por favor, ¿podría…? —empezó a decir Olivia.

      Entonces sonó su teléfono móvil.

      Sin pensar, cogió la llamada y se encontró hablando con James.

      –Olivia. ¿Todavía estás en el despacho?

      –Acabo de irme. ¿Es urgente? Puedo mirar mi correo enseguida.

      Olivia se sentó más erguida y oyó el tono vivo, enérgico y profesional que, por instinto, adoptaba cuando conversaba con su jefe.

      –Urgente no, pero importante. Mañana tenemos que reunirnos a primera hora. Mientras tanto, he recibido más comentarios fantásticos sobre la campaña de Valley Wines.

      Notó que se le encogía el corazón cuando el Uber aceleró y pasó de largo de la boutique. Su única oportunidad había desaparecido. Ahora se dirigían hacia West Loop, el área que se caracteriza por su yuxtaposición de lo viejo y lo nuevo —edificios bajos de ladrillo y rascacielos cubiertos de cristal, calles llenas de buenos restaurantes y una notable ausencia de tiendas de ropa interior.

      Iba a llegar a Villa 49 en exactamente dos minutos con un agujero en las medias del tamaño de la Estación Espacial Internacional y no podía hacer nada al respecto.

      –Me alegro de que la campaña esté yendo bien