Фиона Грейс

Maduro para el asesinato


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como un tinto rico y con cuerpo, fabricado con uvas Sangiovese, aromático con el sabor de las cerezas negras. El precio reflejaba su excelente calidad, pero esta era una ocasión especial y ella estaba segura de que Matt estaría encantado de tirar la casa por la ventana.

      Estaba emocionada porque, por fin, iban a cenar juntos. Durante las últimas semanas, ambos habían estado increíblemente ocupados y Matt había estado fuera casi de manera constante. Era un chiste permanente entre ellos que Leigh, su asistente personal que viajaba con él, lo veía más de lo que Olivia lo veía.

      –Ey, Liv. Siento llegar tarde.

      Al levantar la vista, vio a Matt yendo a toda prisa hacia ella a través del ahora lleno y animado restaurante. Llevaba su traje de Armani color carbón más elegante y su pelo oscuro y canoso estaba cortado a la perfección. Era alto, guapo, superexitoso y estaba en forma. Incluso después de cuatro años, Olivia no podía creer que estuvieran juntos.

      Nunca se lo confesaría a nadie, pero a veces sentía una punzada de inseguridad cuando pensaba en el buen partido que era Matt. Se consolaba pensando que eso era algo positivo. Después de todo, esto la mantenía alerta, preocupada por su propia imagen y esforzándose por tener un mayor éxito profesional.

      –Hola, Matt —lo saludó con una sonrisa—. Qué bien verte. Qué sorpresa que estés de nuevo en la ciudad. Me encanta tu corte de pelo.

      Al levantarse, se colocó su vestido ceñido bien por las caderas, esperando que él no viera la tarea de camuflaje que había hecho en sus medias. Se sintió aliviada cuando él le besó la mejilla sin hacer ningún comentario y se sentaron.

      Olivia pidió el Tignanello y, mientras esperaban a que llegara, empezó la difícil conversación para la que se había preparado.

      –Sé que esto te cogerá totalmente por sorpresa, pero soy realmente infeliz.

      Matt subió las cejas de golpe.

      –¿Y eso?

      Olivia respiró profundamente. Era el momento de disparar.

      –Es por el trabajo. El trabajo es el problema.

      Matt parpadeó rápidamente, como si no esperara que ella dijera eso.

      –¿A qué te refieres? —preguntó con cautela.

      –Siento como si hubiera vendido mi alma. Mi vida se está desviando por una tangente que nunca esperaba y… lo odio.

      La verdad, y la razón por la que ella sentía como si hubiera traicionado sus principios, era que Valley Wines iba en contra de todo aquello en lo que ella creía.

      La primera vez que Olivia había asisitido a una cata de Valley Wines, después de beber solo dos copitas, se levantó al día siguiente con un fuerte y despiadado dolor de cabeza que le duró todo el día.

      Dos copitas de vino normalmente no tenían un efecto tan perjudicial. Interesada en saber qué había exactamente en estos vinos, había estado indagando. No había sido fácil, pero Olivia era paciente y constante y le encantaba el reto de un rompecabezas que era difícil de resolver. Con investigación en línea, minuciosas llamadas telefónicas y reuniones confidenciales cara a cara, había descubierto la verdad.

      –He estado investigando a la empresa y son horribles. No se están representando bien. Prácticamente es una estafa y mi campaña de marketing está haciendo creer a todo el mundo sus afirmaciones.

      Matt frunció el ceño.

      –Pero Liv, las campañas de marketing son para eso.

      –¡No! —protestó ella—. Esto es diferente. Esto no es simplemente vino barato, es un vino basura.

      –¿Qué quieres decir?

      –No hay viñedos de propiedad familiar. Todas las uvas se cultivan de manera industrial y se cosechan con máquinas, y usan uvas de donde sea. Cuanto más baratas, mejor. Ni tan solo puedes hacer una visita a la bodega.

      –¿Y eso por qué? —preguntó Matt.

      –Porque no hay ninguna —confesó Olivia—. Hay una enorme planta de fabricación y, básicamente, cogen zumo de uva alcohólico y lo remiendan con montones de polvos, sabores artificiales y aditivos. Han investigado qué sabor gusta a la mayoría de gente y los bromatólogos han creado perfiles de sabor que ellos igualan usando los aditivos. Eso es lo que son el Valley blanco y el Valley tinto.

      Matt parecía escéptico mientras ella continuaba.

      –Utilizan montones de sulfitos, lo que sirve para prolongar el tiempo de caducidad y también para que todos los lotes tengan el mismo sabor. No sé si es por los sulfitos o por otra cosa que hay en el vino, pero cuando lo bebo me hace sentir fatal.

      –Sigo sin ver el problema. Es un vino malo, ¿y qué? ¿No puede decidirlo la gente cuando lo pruebe? —preguntó Matt.

      Olivia soltó un suspiro de frustración.

      –El problema es que ahora todas las tiendas están llenando sus estanterías con él y eso significa que hay menos espacios para otras marcas. Así que mi campaña está haciendo daño a las compañías que realmente se preocupan del vino y que lo hacen de forma adecuada. Siento que he perjudicado a buenos enólogos que no lo merecían.

      Olivia se avergonzaba cuando pensaba en el éxito del eslogan, ahora famoso, que se le había ocurrido: «Valley y sus vinos te acompañan en el camino».

      –Yo hice mi propio eslogan personal —le dijo a Matt—. «Un Valley blanco la noche te fastidiará y un Valley tinto la cabeza te destrozará».

      Esperaba que él se riera con eso, pero no lo hizo.

      Tal vez, por fin, empezaba a entender la gravedad de su situación.

      –Matt, estoy pensando que necesito irme —dijo ella—. No puedo seguir trabajando para una empresa que representa marcas en las que no creo. Y que se ocupa de destruir a marcas en las que sí que creo. Estoy a esto de marcharme.

      Levantó la mano con el pulgar y el índice juntos.

      Este era otra broma permanente entre ellos, pero de nuevo no consiguió hacer reír a Matt.

      –Me temo que yo también tengo malas noticias —le dijo él.

      Olivia lo miró fijamente, con los ojos muy abiertos.

      ¿Qué había pasado? ¿Había perdido Matt su trabajo? ¿Su padre o su madre estaban enfermos?

      Olivia se dio cuenta de que debía de haber una razón por la que él la había invitado aquí. Había dado por sentado que era para felicitarla, pero había sido por razones de él, y ella había monopolizado egoístamente la conversación sin ni tan solo preguntar primero.

      –Oh, Matt, lo siento mucho. ¿De qué se trata? —preguntó.

      –Sé que esto te cogerá totalmente por sorpresa.

      Olivia parpadeó, confundida porque Matt había usado las palabras exactas que ella había usado. ¿Qué narices estaba pasando?

      Por un momento fugaz, se preguntó si Matt era tan infeliz con su trabajo como ella lo era con el suyo. Quizá ya estaba cansado de ser asesor financiero y deseaba un cambio. Se le aceleraron los pensamientos, imaginando como podrían empezar de nuevo juntos, mudarse a una ciudad diferente o incluso pasar un año en una isla exótica. Sería toda una aventura, que les permitiría relajarse juntos y disfrutar de la compañía el uno del otro.

      Olivia nunca había sido partidaria de casarse y tener hijos y sabía que Matt pensaba lo mismo, pero ella ansiaba el simple lujo de pasar tiempo sin interrupciones con él, sin la invasión de citas, reuniones y horas de trabajo interminables con las que ambos tenían que lidiar. en una isla, podrían hacerlo.

      Entonces se impuso la realidad. A Matt le encantaba su trabajo y jamás había ni tan solo insinuado que fuera infeliz. Además, él era un chico de ciudad que disfrutaba del ritmo de la vida urbana. No podía ser eso, debía de ser otra cosa.

      –¿Qué me cogerá por sorpresa? —preguntó, sintiendo un escalofrío de aprensión.

      –Esto