Javier García Campayo

Vacuidad y no-dualidad


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según la procedencia étnica del individuo, y también dentro de su entorno familiar y sus características individuales. La información posterior debe considerarse teniendo en cuenta estas limitaciones.

      Por ejemplo, las personas asiáticas, pertenecientes a culturas colectivistas, muestran una menor claridad del autoconcepto; es decir, poseen una idea menos clara y consistente de sí mismas y una peor autoestima. También se describen como menos extrovertidas (Heine y cols., 2001). No obstante, pertenecer a una sociedad colectivista no se asocia, sistemáticamente, a una menor autoestima. En general, se considera que las culturas que enfatizan las normas de obligación producen mayor ansiedad, ya que la amenaza es el castigo por desviarse de las expectativas culturales. Por el contrario, las sociedades individualistas, que valoran los ideales del yo como la autorrealización del individuo, generarían una mayor depresión, ya que la amenaza es la falta de recompensas y la frustración cuando no se alcanzan estos ideales.

      En relación con esto, las personas con autoconcepto colectivista, concretamente inmigrantes asiáticos en Estados Unidos, reportan mayor ansiedad social (Matsumoto, 1999). Algunas investigaciones muestran que una fuerte integración social se asocia a trastornos de ansiedad, mientras que una débil integración social se asocia a trastornos depresivos. Además, parece confirmarse que, en las culturas colectivistas, el sentimiento de vergüenza es más importante que el de culpa. Las culturas sociocéntricas, como las asiáticas, africanas y las de América Latina, tienden a describir su yo basándose en las relaciones con los otros y la interdependencia, algo que no ocurre en las sociedades individualistas. En las culturas colectivistas, las personas tienden a describirse en términos sociales y de pertenencia social, las descripciones son más concretas y contextualizadas, haciendo más referencias a otras personas y al contexto espacio-temporal. Por el contrario, el trabajo colectivo y la ausencia de recompensa individualizada serán factores negativos de aprendizaje en las culturas individualistas, pero no en las sociocéntricas. No obstante, siempre hay que recordar que las diferencias reales de autoconcepto no son tan grandes entre los individuos y que la variabilidad responde, mayoritariamente, a normas socioculturales (Gudykunst y cols., 1996).

      La fama como búsqueda de la inmortalidad

      Algunos autores creen (Loy, 2018) que el pensamiento Ilustrado del siglo XVIII, con la consiguiente disminución en las creencias religiosas, llevó a las élites intelectuales a considerar la fama post mortem como la única forma de inmortalidad posible. De Tocqueville, hacia la década de los años 30 del siglo XIX, cuando visitó Estados Unidos, consideraba que la democracia agravaba aún más esta visión ya que todo el mundo quería ser «el mejor en algo». La importancia de la fama como una especie de vida post mortem es tan importante en estos momentos que solo así se explican fenómenos como El libro Guinnes de los récords.

      Desde la perspectiva de la deconstrucción del ego es más de lo mismo, una nueva dualidad. Éxito y fracaso, fama y olvido son los dos extremos de la cuerda. Querer ser famosos implica intentar que otras personas no lo sean, ya que el número de personas que podrán las futuras generaciones «recordar» es limitado. Cuanto más nos aplauden, más conscientes somos de nuestra carencia. Muchas personas cuando se hacen famosas son más conscientes de la irrealidad, de la mentira, del personaje que han creado… y del estrés que supone mantener una ficción. La clave sería darnos cuenta de que todas nuestras acciones buscan satisfacer ese sentido de carencia (Loy, 2018).

      Proyectos de carencia individuales y colectivos

      El Buda hablo de dukkha que a menudo se traduce como «sufrimiento», pero su significado es mucho más amplio, ya que se definiría mejor como «insatisfacción» o «decepción». Él decía que toda su enseñanza lo único que describía era el sufrimiento y cómo evitarlo. De hecho, las Cuatro Nobles Verdades, su enseñanza primordial, están dedicadas a dukkha. La segunda enseñanza más importante es la doctrina del no-yo. En ninguna tradición contemplativa este fenómeno se describe de una forma tan precisa, tan clara.

      Lo que conocemos como yo sería una serie de patrones repetitivos de pensamientos, emociones y conductas, que producen una sensación de realidad, pero que no tiene ninguna consistencia. Ese «vacío» del yo, esa falsedad, es el origen de nuestro sufrimiento continuo. El yo por definición se siente vacío, inseguro, insatisfecho. La sensación de carencia es la otra cara de la moneda, el otro extremo de la sensación de un yo separado del resto del mundo. Muchas personas creen que, si consiguiesen todo lo que desean y si no tuviesen ningún problema, serían felices. Pero no es así, siempre seguiría existiendo esa insatisfacción básica ligada a un yo que «no existe de forma independiente».

      Por eso los seres humanos generamos lo que Loy (2018) denomina «proyectos de carencia». Son actividades que demandan toda nuestra atención y nuestro tiempo de forma continuada, procesos que nunca tienen fin ni límite, y que nos secuestran del presente, para mitigar la terrible sensación de insatisfacción que nos embarga. Algunos de los más frecuentes son la necesidad ilimitada de dinero, la búsqueda interminable de fama, o la persecución del amor romántico ideal.

      Analicemos cada uno de ellos. Si creemos que el dinero nos dará la felicidad, ¿cuánto es lo que hay que tener? ¿Cuándo sabremos que no hace falta más? Nunca. Hasta los ricos compiten entre ellos por ser los primeros en la lista de Forbes. Si es la fama nuestro proyecto, ¿cuándo tendremos bastante? Muchos personajes famosos se suicidan cuando disminuye parcialmente su fama. Si lo que buscamos es el amor romántico, aquella pareja perfecta que con su sola presencia nos hará felices como en los cuentos de hadas, si como producto de nuestra proyección encontramos tal cosa, el problema es que nunca podrá cambiar y nunca podremos perderla.

      Si en el plano individual existen los proyectos de carencia, también ocurre a nivel colectivo. Desde la Revolución industrial, aunque en los últimos años con más fuerza, la humanidad está embarcada en un gran proyecto de carencia que se podría denominar «progreso» y que se manifiesta como el «crecimiento económico continuo». De nuevo son proyectos sin límite ni fin, que nos sacan del presente y nos proyectan a una felicidad futura que jamás alcanzaremos. ¿Cuándo tendremos suficiente progreso como para poder disfrutarlo? ¿Cuándo habremos llegado a un crecimiento económico que no requiera ya más? Nunca. Este es el problema. Pero ambas palabras son repetidas como un mantra en nuestra sociedad y quienes se atreven a dudar de su utilidad son tachados de reaccionarios. Por desgracia, la emergencia climática nos está confrontando con la imposibilidad de mantener ese crecimiento económico continuo.

      Práctica: los proyectos de carencia

      Adopta una postura cómoda y haz alguna respiración consciente para calmar la mente. Piensa en tus proyectos de carencia actuales. Puedes tener uno o varios. Analiza lo que estás persiguiendo, buscando fuera de ti en este momento porque sientes que te hará feliz. Pregúntate si tiene límite, es decir, si en algún momento podrá parecerte suficiente o tendrás que seguir buscándolo siempre. Observa también si te saca del presente para no tener que estar en él. ¿Qué pasaría si no tuvieses proyectos de carencia? En vez de posponer la felicidad para el futuro… ¿es posible que pudieses tenerla ahora?

      Analiza también los proyectos de carencia colectivos: el progreso, el crecimiento económico continuo. ¿Tienen fin, límite? ¿Son sostenibles? ¿Nos sacan del presente? Observa que son la extensión social de la profunda insatisfacción individual.

      3. La medición de la deconstrucción del yo y constructos relacionados

      El mundo está en ti, no tú en el mundo.

      Yo soy eso SRI NISARGADATTA MAHARAJ

      La experiencia del yo

      La variación interindividual en la percepción del yo varía enormemente, yendo desde la absoluta identificación con la estructura egoica de la mente y el cuerpo y sus papeles sociales asociados, hasta el reconocimiento del yo como algo insustancial e impermanente, lo que conlleva la identificación con una consciencia no personal (Theis y Kafatos, 2016). En este libro vamos a analizar la perspectiva del no yo de diferentes tradiciones