Ariel Benedetti

Cómo construir tu marca personal en LinkedIn


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      Hace un par de días me encontré con un viejo amigo que quería pedirme un consejo sobre cómo encontrar nuevos desafíos y oportunidades profesionales… “Estoy cansado de hacer lo que hago, ya estoy en una meseta, tengo que buscar nuevas oportunidades…”.

      La de mi amigo es una situación que va a crecer exponencialmente –como todo hoy– y se va a repetir en miles de personas y en una misma persona varias veces en la vida. Una de las razones: la prolongación de la expectativa de vida alucinante que se produjo en el último siglo (¡en Argentina en 1904 la expectativa de vida era de 47 años!), dentro de poco, 100 años. Es imposible que trabajemos 80 años de lo mismo. Vamos a reinventarnos varias veces y vamos a querer re-energizarnos varias veces en nuestra vida de trabajo.

      Volviendo a mi amigo, le aconsejé obviamente y con entusiasmo que explorara en su red de contactos, ya que esa es la fuente principal de oportunidades. “No tengo una buena red de contactos, es que no la necesité nunca” –me dijo– “tengo que armarla”.

      Mis ojos salieron de sus órbitas (expresión: “¡cómo te puede ocurrir esto!”).

      Una de las leyes del Networking es la que se denomina “longevidad” y dice, simplemente, que las redes de contacto se construyen de a poco y se tarda tiempo. Es imposible hacerlo de un día para el otro. Por lo tanto, cuando necesites tu red de contactos debes ya haberla trabajado desde hace tiempo. En fin, la generación de relaciones lleva tiempo. Por eso, es necesario que construyas tu red de contactos antes de necesitarla.

      Cuando le comenté esto a mi desesperado amigo, se excusó explicando que no le gustaba dedicarse a “esas cosas”, que no le salía bien y que no era bueno para eso. Seguramente, habrán escuchado estas razones varias veces o inclusive fueron las que ustedes mismos, los lectores, utilizaron.

      En el mundo de hoy, tener habilidad para construir y operar con nuestras redes de contacto es una ventaja diferencial. Miles de investigaciones muestran los impactos positivos de manejarse bien en las redes: las oportunidades de trabajo, el acceso al conocimiento, el desarrollo de la marca personal y la capacidad de innovar, entre otros.

      Pero networking es fundamentalmente “working”. Sí, hay que dedicarle tiempo y esfuerzo. Afortunadamente, es posible aprender y es factible mejorar enormemente esta habilidad. Lo afirman también las investigaciones, entre ellas las de Francesca Gino, profesora de la Escuela de Negocios de Harvard, que afirma que es una habilidad que se puede aprender y desarrollar, y aconseja cuatro estrategias: la primera, poner foco en la posibilidad de aprender a través de las redes, apalancándose en la curiosidad; la segunda, encontrar intereses en común con otros, ya que esto nos facilita el relacionamiento; la tercera, encontrar algo que uno pueda brindar y aportar a otros y la cuarta, encontrar un sentido a la actividad de networking, definiendo un “para qué” que nos ponga en movimiento. Por lo tanto, se aprende y se mejora.

      Sin duda alguna, Linkedin es la reina de las redes en el mundo profesional. Todos tenemos que estar allí estratégicamente y apalancarnos allí para comunicar nuestra marca personal.

      Justamente por esto, el nuevo libro de Ariel va a ser de muchísima utilidad y te va a acompañar: no vas a estar solo en el mundo de Linkedin. En cada página vas a encontrar consejos muy prácticos, explicados en forma sencilla y de rápida implementación.

      Personalmente, aplaudo este nuevo aporte de Ariel. En el mundo del trabajo del siglo XXI, está claro que es importante construir una marca personal y comunicarla… y es obvio también que es fundamental jugar bien en las redes sociales, pero poco hay escrito sobre cómo estas cosas se llevan a cabo.

      Estoy segura de que tu presencia en Linkedin va a cambiar a medida que avances con la lectura de estas páginas. ¡Manos a la obra!

      Paula Molinari

      Presidente de Whalecom

      Profesora del MBA de la Universidad Torcuato Di Tella

      Autora y Faja de Honor de la Academia Nacional

      de Ciencias de la Empresa

      La vocación

      El concepto de vocación humana alude al llamado interior que todo ser humano recibe para desarrollar sus propias potencialidades. Tal llamado no se limita a la vocación profesional, aunque la incluye. Todos los seres humanos tenemos una vocación única e irrepetible que consiste en ser más nosotros mismos y que, lejos de encerrarnos en una actitud egoísta, nos compromete a la vez con nuestra esencia, con el prójimo, con el mundo y con la trascendencia.

      Sólo instalados en el descubrimiento y el desarrollo de aquello que verdaderamente somos, podemos dar y recibir del mundo. Pero ¿dónde hallar la vocación? A cada paso nuestras circunstancias internas y externas nos hablan de ella; la vida misma nos invita a comprometernos con ese llamado que no claudica con el tiempo y que se renueva si a nuestra vocación apostamos.

      Si apostamos de corazón a la hipótesis de la “vocación humana”, debemos comprometernos a escuchar, es decir, a estar atentos para dar lugar a esa “voz” que paradójicamente es interna y que, sin embargo, se presenta como Algo o Alguien que nos guía en la faz interna y externa del mundo. ¿Cómo silenciarnos para ser capaces de escuchar, de escucharnos? Por lo general creemos que ya conocemos ese desafío, pero en realidad conocemos los “fantasmas de las palabras”, pues habitualmente no somos conscientes de lo poco dispuestos que estamos a escuchar. “Escuchar” implica, necesariamente, ser capaces de “poner entre paréntesis” en alguna medida ese ruido interior que nos crea falsas seguridades e inseguridades y que está compuesto de un sinnúmero de tendencias automáticas, ciegas, que se expresan en ideas, afectos, acciones. Pensamos, sentimos, percibimos, intuimos, imaginamos, actuamos, soñamos en buena medida condicionados, ‘escotomizados’ por una sordera militante. Y en esa vida ilusoria nacemos, crecemos, vivimos, morimos. Soy consciente de que el panorama antes mencionado puede resultar algo exagerado, pero quizás no lo sea en términos de “totalidad”. Es decir, desde un punto de vista limitado o parcial, en muchas ocasiones guiamos adecuadamente nuestros pensamientos, nuestros afectos, nuestras acciones, pero carecemos por lo general de una capacidad para vislumbrar la dirección integral de nuestras vidas. Como ya señalamos tantas veces, siguiendo el lenguaje de San Agustín, sabemos hasta cierto punto “dirigir” nuestra vida en cuestiones específicas, pero no así “orientarla”, pues ello supone de algún modo una anticipación de una meta que dé cuenta de nuestra totalidad. Dicho en otras palabras, sólo hay orientación si aquí y ahora resuena en mí de algún modo la Meta; una Meta que quizás sea innombrable e inalcanzable, pero que opera como un imán que reúne mis fragmentos. Sin embargo, cabe preguntarse: ¿No será esa misma meta ilusoria? Las propias tradiciones, en su manifestación más profunda, se anticipan místicamente a ese agnosticismo, pues sólo reconociendo nuestra ignorancia frente a un misterio, sólo nombrando la meta transitoriamente, sólo trascendiendo toda palabra, toda representación, seguimos en camino.

      Bernardo Nante

      Presidente de Vocación Humana

      Es Decano de la Facultad de Filosofía, Letras y Estudios Orientales de la Universidad del Salvador. Es doctor en filosofía y realizó estudios superiores en psicología, ciencias orientales, matemática y economía. Preside la Fundación Vocación Humana. Se especializa en las fuentes de la obra de Jung y en la traducción y comentario de obras alquímicas.