de mi vida. A mi familia no le había contado la gravedad de la situación en la que nos encontrábamos porque no quería que sufriese lo que yo estaba pasando.
Mi hermana salió de la oficina para traernos unos cafés y me quedé hablando con la monja. Su expresión de paz me dio tranquilidad y me sinceré con ella.
—Verá, hermana —empecé a contarle—, la verdad es que siempre he sostenido que no tengo fuerzas para rendirme como un alarde de demostrar que soy capaz de poder con todo. Pero ahora no sé si realmente las tengo para continuar. Es la primera vez en mi vida que creo que tengo que claudicar.
—Eso está muy bien —me contestó—. Nos pasa a todos los humanos y a todos los animales en el trascurso de nuestras vidas. Es como en el relato de la renovación del águila. Te lo voy a contar por si te sirve de ejemplo.
Lo que menos me apetecía en esos momentos era que nadie me contara una historia, pero no pude decirle la verdad.
—¡Sí, por favor! Me encantaría conocerlo —le mentí.
El águila es un ave que puede vivir hasta los setenta años, y cuenta la leyenda que es capaz de rejuvenecer cuando llega a la mitad de su vida. Pero para ello ha de tomar una valiente y atrevida decisión, pues si no lo hace y se rinde, morirá.
Al cumplir treinta y cinco o cuarenta años las uñas que utiliza para cazar sus presas se vuelven flexibles, y su pico se curva hasta casi alcanzar el pecho. Las plumas se engrosan y las alas se vuelven pesadas. Por eso le resulta tan complicado volar y alimentarse. Es entonces, ante la alternativa de perecer, cuando el proceso de renacimiento se produce.
Esta transformación consiste en volar hacia un nido situado en lo alto de una montaña y quedarse allí durante unos cinco meses aproximadamente. Durante este tiempo golpeará su pico hasta que se lo arranque y esperará a que vuelva a crecer otro. Con él se deshará de las uñas y, cuando nazcan las nuevas, las utilizará para retirar las plumas viejas.
Después de haber transcurrido el tiempo, el águila abandonará el nido y volverá a cazar y a volar. Y podrá vivir otros treinta años más.
La hermana continuó:
—Hay muchas situaciones similares que viviremos en la vida. Llegan épocas en las que creemos que ya hemos dado todo, que poco nos queda por dar. Que nuestra vida se ha marchitado. Y solo tenemos una opción, la misma que el águila: transformarnos. Pero para ello hemos de volar muy alto y guarecernos durante un tiempo. El ave se desprende de sus uñas, de sus alas, de su pico, y nosotros hemos de prescindir o renunciar a costumbres, hábitos y creencias que nos amarran al ayer, recuerdos que nos impiden avanzar. Solo si somos capaces de mirar al presente, podremos tener un nuevo propósito, un nuevo futuro.
Quien tiene un porqué para vivir, encontrará casi siempre el cómo.
FRIEDRICH NIETZSCHE
Reconozco que agradecí la historia y, antes de marcharse la hermana, cuando ya estaba a punto de salir por la puerta, me dejó un bonito pensamiento que siempre tengo presente: el sufrimiento es temporal, pero abandonar es para siempre.
Me quedé solo para meditar lo que me había dicho. Realmente esas palabras no podrían haber llegado en mejor momento. Aquella monja parecía un ángel enviado para hacerme ver el camino con más claridad.
Si antes dudaba del viaje, ahora estaba más convencido de que tenía que hacerlo.
La hermana Mari Carmen era la agente de viajes del mundo. ¡Qué gran vendedora! Me había convencido al instante. Total, aquí no tenía nada que hacer. Y quizás alejarme de todo con mi hija me ayudaría a ver las cosas con mejor perspectiva. Pensé que a lo mejor Israel era para mí ese nido en la montaña para retirarme unos días como hace el águila.
2
EL VUELO
Me levanté y lo primero que hice como cada día fue leer la prensa. Me gusta Ac2ality. Es un periódico digital genial que explica las noticias importantes en dos minutos, resumidas y analizadas de una manera simple que me ayuda a entenderlas. Y lo que más me gusta es que sus newsletters empiezan con un «¿Sabías que?».
¡ALGO NUEVO QUE APRENDER!
De nuevo me pareció una casualidad que justo esa mañana comenzara con relatos de la Biblia y que, además, Ac2ality anunciara que a lo largo de los próximos días nos iba a sorprender con cosas que las Escrituras Sagradas predijo antes de que los científicos las descubriesen. Historias que la ciencia revelaría cientos de años más tarde, pero que ya estaban escritas en la Biblia y que nadie había sabido interpretar hasta nuestros días. Lo tomé como otra nueva señal. Creo que mi decisión de emprender este viaje era correcta, aunque no me apeteciera mucho.
El «¿Sabías que?» de ese día decía que al principio de los tiempos la Tierra estaba sujeta y apoyada a las espaldas de un gran animal. Y la Biblia aseguraba que se suspendía flotando en el aire.
Él (Dios), que suspende la Tierra sobre la nada.
JOB
ME TIRÉ AL VACÍO SIN SABER SI HABÍA RED
A pesar de haber tomado la decisión de irme, me picaba el cuerpo cada vez que pensaba en el momento de reunirme con los otros cuarenta acompañantes en el aeropuerto. No sabía con quién me tocaría sentarme en el avión y la idea de ir a Israel en las condiciones que me habían contado era para mí como la sensación de que íbamos a tener, poco más o menos, la precariedad de un país del tercer mundo.
Te aseguro que no tenía ganas, pero menos aún me apetecía enfrentarme al día a día de los contratiempos a los que estaba haciendo frente, con la gran crisis que estaba sufriendo Wonderland, la empresa familiar que con tanto amor y dedicación habíamos creado.
Cierto es que no me he arrepentido ni una sola vez de haberme involucrado en todos los proyectos que he hecho, y que disfruto cada paso que he dado en el camino, aunque sí que siento que la mochila en algunas excursiones es muy pesada. Lo fue, como he dicho, en la crisis del 2004 después de los atentados del 11-M, lo fue en la del 2008 y también en la crisis sin precedentes que sufrimos con la paralización del Gran Teatro Bankia Príncipe Pío por la COVID-19. La sensación de tirarme al abismo era constante y cada vez era mayor.
Todas las experiencias en mi vida me han demostrado que Dios teje una red con aquellos que decidimos emprender nuestros sueños.
El dolor de intentarlo a veces es grande, pero nunca tanto como el dolor de no haberlo intentado nunca.
En efecto, sabemos que tomar la decisión de emprender un sueño es difícil, pero más lo es vivir con el peso de no haberse atrevido jamás.
MI ENCUENTRO CON EL PADRE MANUEL MAJADAS
Llegamos al aeropuerto y mi idea de que el viaje iba a ser con un grupo de frikis se acababa de confirmar. Me encontré con una situación que no solo cubría mis expectativas, sino que las superaba. Nada más llegar me pidieron que me pusiera una etiqueta en la solapa de color naranja fosforito para que se me viera bien. En dicha placa venía escrito en letras grandes Escuela Bíblica, y debajo mi nombre, Luis Álvarez. Por si cabía alguna duda de que el raro que llevaba semejante señal era yo, lo iría anunciando así por todos los lados. No tenía una sensación tan rara y estúpida desde que iba al colegio. Etapa que, por cierto, espero no volver a repetir en ninguna de mis reencarnaciones, si es que estas existen.
Nunca me he decantado a favor o en contra sobre la existencia de la reencarnación, pero sí que manifiesto abiertamente que me daría mucha desgana reencarnarme si eso supusiera tener que volver a la escuela. La etapa de mi vida que menos me ha gustado y que recuerdo como una tortura mental diaria.
La famosa frase de Manrique que dice que cualquier tiempo pasado fue mejor,