Jean Shinoda Bolen

Mensaje urgente a las mujeres


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emergía cerca de la orilla y alrededor de la cual habíamos quedado en reunirnos. Cuando llegué había allí agachadas algunas personas; y luego, solas o de dos en dos, irían llegando del hotel varias más, hasta que fuimos más o menos veinticinco –incluidos cuatro o cinco hombres– los que nos agrupamos en torno a la roca. Empezó a entonarse una canción, pero, como el viento se llevaba el sonido, sólo llegaban a oírse algunos fragmentos. Cada uno habíamos recogido una piedra de la orilla y la habíamos depositado sobre la inmensa piedra madre acompañándola de nuestros propósitos u oraciones, que nadie excepto uno mismo era capaz de oír.

      Esta experiencia ratificó mi intuición de que las palabras “Reúne a las mujeres” tendrían también en otros un poder evocador. El hecho de que algunos hombres acudieran era indicio de que algunos son conscientes de la necesidad de que las mujeres tomen las riendas, y de que apoyarán lo que hagamos, incluso cuando estallen las tormentas.

      Al regresar a casa me enteré de que nuestro grupo de hombres y mujeres, que zarandeados por el viento y empapados habíamos celebrado en Irlanda el Día Internacional de la Mujer, era uno de los 405 grupos, de veintitrés países y treinta y ocho Estados, que habían dado noticias de su reunión.

      Si decides responder al mensaje “Reúne a las mujeres”, el primer paso podría ser una charla con tus amigas, o una invitación a que formen parte de un círculo con un centro espiritual, o quizá se te ocurra una idea para el próximo Día Internacional de la Mujer. La energía que se genera cuando las mujeres están juntas es una mezcla de amor, indignación, ideas, comentarios, risa contagiosa, y el deseo de originar un cambio.

      Las bases

      Cada una de aquellas reuniones se organizó desde un nivel básico. “Básico” es un adjetivo que hace referencia a algo que crece desde lo más bajo impulsado por la entrega y el esfuerzo de la gente común; algo que no está ordenado ni organizado desde arriba, que no tiene pretensiones, que es tan humilde e imperceptible como lo sería un pequeñísimo grupo de briznas de hierba, o una sola brizna, que brotara en una inmensa pradera. Las mujeres que sienten interés por la humanidad y el medio ambiente albergan las semillas de un activismo compasivo. La respuesta que obtuvo esta sencilla invitación para expresar ese sentimiento fue una pequeña indicación de que las mujeres de todo el mundo comparten las mismas preocupaciones y están conectadas entre sí.

      El estar presente en la Organización de las Naciones Unidas durante la reunión de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer me dio una visión más amplia. Estos encuentros anuales, celebrados durante las dos primeras semanas de marzo, reúnen a una comunidad internacional de mujeres que trabajan en organizaciones no gubernamentales (ONG) centradas en la mujer. Una serie de acontecimientos, que comenzaron cuando escribí un libro titulado El millonésimo círculo, acabaron llevándome a la ONU con una organización del mismo nombre. El tener fácil acceso a una información que los principales medios de comunicación estadounidenses prácticamente ignoran, supuso una toma de conciencia. Una se da cuenta de la realidad de la situación al conocer el alcance del sufrimiento evitable que padecen mujeres y niños, unido a la indiferencia y explotación de quienes están en el poder. Me sentí motivada por las mujeres que, en la vanguardia y en las trastiendas, están llevando a cabo un cambio. Además, supe de la existencia de resoluciones y acuerdos vigentes de la ONU que, de ser respetados por los gobiernos que los firmaron, estipulan pasos concretos para acabar con la violencia y lograr la paz. En Estados Unidos se ha propuesto la legislación pertinente a fin de crear un Departamento de la Paz, cuya aceptación constituiría un significativo paso en pos de esa misma meta.

      El millonésimo círculo

      La idea que hizo germinar esta organización fue El millonésimo círculo: cómo transformarnos a nosotras mismas y al mundo. Guía esencial para los círculos de mujeres. “El millonésimo círculo” es la metáfora con la que nos referirnos al círculo que, sumado a los anteriores, da lugar a una masa crítica que supone el comienzo de una nueva era. La idea de esta organización se originó en Ginebra, y sus artífices fueron Elly Pradervand y Peggy Sebara. Las primeras noticias que tuve acerca de ella me llegaron de Peggy. A su regreso de Ginebra, me llamó para preguntarme si se podía utilizar el nombre “millonésimo círculo”, y si quizá me gustaría asistir a un encuentro que iba a celebrarse en el Norte de California con el objetivo de examinar la idea de formar una organización. Veinte mujeres que habían trabajado con círculos y se sentían afines a la idea, acudieron para discutir esa posibilidad, y, tras una segunda reunión en el centro de retiro Mother Tree, la organización El Millonésimo Círculo quedó constituida en 2001. A través de una serie de reuniones que se llevaron a cabo al año siguiente en el Estado de Nueva York, en las ciudades inglesas de Glastonbury y Londres, en Gales, y en las localidades de Findhorn e Iona en Escocia, se establecieron conexiones con las mujeres de aquellas áreas y con otras que habían venido de África, Sudamérica, Europa y la India.

      En el proceso de formación de cualquier nueva organización activista, es necesario aclarar las intenciones y concretar los principios. Un pequeño círculo de trabajo redactó una declaración de propósitos a partir de lo que habíamos discutido, y lo envió por correo electrónico para que quien lo deseara añadiera sus comentarios. El resultado fue una visión compartida, que incluía establecer relaciones con la Organización de las Naciones Unidas:

      Los círculos fomentan la conexión y la cooperación entre sus miembros e impulsan a encontrar soluciones compasivas a los problemas individuales, comunitarios y mundiales. Creemos seriamente que los círculos apoyan a cada uno de sus miembros para que ella o él descubran su propia voz y vivan con mayor valentía. Nuestra intención es sembrar las semillas de nuevos círculos y ayudarlos a germinar, allá donde sea posible, a fin de cultivar la igualdad, unos medios sostenibles de ganarse el sustento, la preservación de la Tierra y la paz para todos. Nos proponemos incluir el proceso de estos círculos en la sección de organizaciones no gubernamentales acreditadas de la Organización de las Naciones Unidas y en su Quinta Conferencia Mundial de Mujeres, y facilitar así la conexión entre los distintos círculos, a fin de que puedan sentirse parte de un movimiento mucho más extenso cuyo objetivo es producir un cambio en la conciencia del mundo. [Extraído de www.millionthcircle.org.]

      Todo círculo que se considere a sí mismo parte de la visión del millonésimo círculo está vinculado a través de sus intenciones. PeaceXPeace (véase Fuentes) pone en contacto directo a los círculos de mujeres de Estados Unidos con círculos de otros países, dedicando especial atención a aquéllos de lugares azotados por la guerra. En Europa, El millonésimo círculo animó a la Women’s World Summit Foundation a formar Círculos de Compasión para hombres y mujeres, y se designó el 2 de noviembre “Día mundial de los Círculos de Compasión” como parte de la visión del millonésimo círculo. Hay probablemente miles de organizaciones y millones de personas que, sin saberlo, en lo más profundo de sus corazones están afiliados al movimiento. Hay también innumerables hombres que piensan que los hombres no son capaces de traer la paz al mundo, y que confían en que las mujeres lograrán comprender el mensaje y ponerlo en marcha.

      Salvemos el mundo

      Las mujeres tienen experiencia en cuidar de los niños y de los ancianos frágiles de salud, en limpiar y ordenar la casa, en ser moderadas con los recursos, en poner comida en la mesa, mantener la paz en el seno de la familia y tratar de que las relaciones sean cordiales con los vecinos. Son las mismas tareas que es preciso realizar en la comunidad, en la nación y a escala planetaria. El mundo necesita eso que las mujeres son capaces de hacer. El mundo necesita que “la madre” ponga orden en nuestro mundo desequilibrado.

      Cualquier mujer puede ejercer una influencia allá donde esté. Si formas parte de un círculo que apoya lo que haces, tanto mejor. Cuando las mujeres nos reunimos, lo que espontáneamente hacemos es compartir vivencias; así es como aprendemos y encontramos aliento, aliadas e ideas. Las reuniones más numerosas –y que más influyen en las mujeres que participan, y también en el mundo– son las conferencias de mujeres del mundo bajo los auspicios