Varias Autoras

E-Pack Se anuncia un romance abril 2021


Скачать книгу

contraste con el frío invernal. Lauren quería acurrucarse contra su pecho y sentir sus fuertes músculos rodeándola.

      La tensión sexual siempre había prendido rápidamente cuando estaba cerca de Jason, y más ahora que sabía hasta dónde podían llegar. Levantó las manos entre ellos y se detuvo a tiempo de no tocarle el pecho. Ni siquiera se atrevía a tocarlo para apartarlo de su lado.

      –Vas muy rápido para mí. Necesito más tiempo para pensar.

      –Como quieras, pero mientras estés pensando, ten presente esto –se metió la mano en el bolsillo y sacó un estuche negro de terciopelo. La tapa crujió ligeramente al abrirla y revelar un anillo de platino con un diamante engarzado.

      Capítulo 2

      Jason esperaba la respuesta de Lauren con el estuche de terciopelo en la mano. Le había costado encontrar una joyería donde lo atendieran después de cerrar, pero había conseguido el anillo a tiempo de tomar el vuelo nocturno.

      La expresión de Lauren no invitaba a ser optimista, pero él estaba acostumbrado a superar todo tipo de dificultades. El viento agitaba las hojas secas a sus pies, ofreciendo una imagen muy distinta de la noche veraniega que habían pasado en la oficina de Lauren.

      Alargó la mano con el anillo de compromiso. Sabía que estaba siendo impaciente, pero no había tiempo que perder.

      –¿Y bien? ¿Cuál es tu respuesta?

      –Espera un momento… –Lauren se apartó el pelo de la cara y respiró profundamente–. ¿Primero esperas de mí que me vaya a vivir a California y ahora me propones matrimonio?

      –¿Te parece que esté bromeando? –preguntó él, levantando el estuche. El sol de la mañana se reflejaba en el diamante de tres quilates.

      La bolsa de Lauren se deslizó por su hombro y cayó al suelo con un ruido sordo.

      –¿De verdad piensas que voy a casarme contigo sólo porque estoy embarazada? ¿Pero en qué época vives tú?

      La intención de Jason no era casarse, sino establecer un compromiso que acallara cualquier rumor y que también resultaría beneficioso para Lauren. Pero no creía que a ella le hiciera mucha gracia oírlo.

      –Si el matrimonio te parece muy precipitado, podríamos conformarnos con un compromiso de prueba.

      –¿Un compromiso de prueba? Me parece que has perdido el juicio, y yo me estoy helando –se giró hacia la puerta–. En una cosa sí tienes razón, y es que deberíamos continuar esta conversación en mi apartamento.

      Jason recogió la bolsa que ella había dejado caer, el único gesto que delataba su nerviosismo, y la siguió por las escaleras hasta la tercera planta. El edificio parecía seguro para estar en Nueva York, pero Jason no estaba tan convencido. ¿Dónde podría jugar allí un niño pequeño?

      Había tenido mucho tiempo para pensar en el avión, y una cosa de la que estaba seguro era que no quería estar a miles de kilómetros de su hijo. Quería ser una parte activa e importante de su vida. Cierto era que trabajaba muy duro, pero bajo ningún concepto se convertiría en alguien como su padre, obsesionado porque su hijo fuera como él pero sin molestarse en pasar tiempo con él para conocerlo.

      Tenía que convencer a Lauren para que se trasladara a California, y no sólo por salvar el contrato con Prentice. Se guardó el estuche en el bolsillo y esperó a que Lauren abriese la puerta de su casa.

      El apartamento era pequeño, pero tan vivo y vibrante como ella. Estaba atestado de flores y cuadros, como un oasis de color en medio del invierno. El salón estaba pintado de amarillo, la cocina de verde, y por la puerta entreabierta del dormitorio se atisbaba una pared rosa. No era la primera vez que Jason visitaba el apartamento, pues en ocasiones había acompañado a sus ex colegas a tomar una copa en casa de Lauren. Pero nunca había visto el dormitorio de cerca.

      Dejó la bolsa de Lauren en la mesa del vestíbulo y se limpió los zapatos en un felpudo antes de seguirla.

      –Éramos buenos amigos y nos sentíamos atraídos el uno por el otro –le recordó él, señalándole el vientre–. ¿Puedes afirmar con toda sinceridad que nunca imaginaste un futuro en común?

      –Nunca –respondió ella. Colgó el abrigo en un viejo perchero de madera y miró a Jason por encima del hombro–. ¿Podemos dejar el asunto del bebé para más tarde? Ahora tengo que irme a trabajar.

      –Vaya... eres única para inflar el ego de un hombre –no parecía el momento más adecuado para recordarle cómo lo había echado a patadas de su oficina cuatro meses antes. Además, Lauren parecía estar muy cansada–. ¿De verdad estás bien?

      Ella dudó un momento, antes de dirigirse hacia la cocina.

      –Sí.

      Jason observó sus movimientos mientras se servía un vaso de leche. Su melena rojiza le caía por la espalda, invitando a acariciarle los cabellos y comprobar si seguían siendo tan suaves como recordaba.

      –Me estás ocultando algo.

      –Te prometo que el bebé y yo estamos bien –levantó el vaso en un brindis, de espaldas a él.

      Jason sabía que no estaba siendo del todo sincera con él, pero también sabía que no conseguiría sacarle nada por el momento. Lo mejor sería retirarse temporalmente y volver a la carga al cabo de unas horas. Como especialista en publicidad sabía esperar a que la oportunidad se presentara por sí sola.

      Sacó el estuche del bolsillo y lo dejó sobre la pequeña encimera de la cocina.

      –De momento quédatelo. No tenemos por qué tomar una decisión hoy mismo.

      Ella miró el estuche como si contuviera una serpiente venenosa.

      –No vamos a comprometernos, y mucho menos a casarnos.

      –Muy bien –dijo él, empujando el estuche hasta dejarlo junto a un tarro de galletas con forma de manzana–. Guárdalo para nuestro hijo. Quizá algún día necesite un anillo para comprometerse con una chica.

      Lauren se volvió hacia él y se apoyó en la encimera. Su camiseta con manchas de pintura le ceñía la protuberante barriga y los abultados pechos. Jason miró la prueba palpable de su embarazo. A unos centímetros de él estaba gestándose una vida que llevaría sus mismos genes. Apenas había tenido tiempo para asimilar la idea de ser padre, pero ahora se moría por tocar a Lauren, por explorar los cambios que había experimentado su cuerpo, por… sentir las pataditas del bebé.

      –¿Quieres que sea niño? Parece que todos los hombres quieren que su primer hijo sea varón.

      –¿Eso quería tu padre? –le preguntó Jason, pensando en los deseos de su propio padre por tener un hijo que copiara todos sus movimientos y opiniones.

      El rostro de Lauren se ensombreció.

      –Esto no tiene nada que ver con mi padre.

      –De acuerdo –no pudo resistir la tentación y le acarició brevemente los cabellos, retirando la mano antes de que protestara–. Sigues tan bonita como siempre, pero pareces cansada, y me has dicho que tenías que irte a trabajar… –le dio un rápido beso en la frente y se dirigió hacia la puerta–. Adiós, Lauren. Hablaremos más tarde.

      Salió al rellano con la cara de Lauren grabada en su memoria. Su expresión confusa alimentaba la decisión de retirarse por el momento. Lauren tenía dudas, y él podía aprovecharlas.

      Su primera reacción había sido negarse, pero Jason estaba convencido de que acabaría convenciéndola. El domingo por la noche, cuando se subiera al avión de regreso a California, ella y su hijo irían con él.

      Lauren empujó la puerta acristalada de las oficinas del cuarto piso que albergaban su empresa de diseño gráfico. El local constaba tan sólo de una sala común con varias mesas, un mostrador de recepción junto a la puerta y su propio despacho al fondo,