Antonio Gamoneda

La prisión transparente


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hago escritura estimulado por pulsiones rítmicas que «prevén» o suscitan palabras aunque no hagan lo mismo con su significación final; con su significación poética final. No sé si esta pretensión de libertad y esta obediencia a un impulso, se han dado siempre en mí; se dan y lo sé ahora, cuando ya es cercano el día en que las dudas dejarán de tener importancia.

      Puedo haber terminado ya con las confidencias. Voy a los avisos, que estarán referidos a aspectos concretos de las páginas que siguen.

      El primer poema / ¿libro?, LA PRISIÓN TRANSPARENTE, es versión que difiere de la que fue publicada, en tirada corta y bilingüe, acompañada de aguafuertes de Masafumi Yamamoto. Ambas versiones, cada una en sus páginas y día, son válidas las dos (válidas para mí). En el original, la portadilla de esta segunda presentaba un subtítulo parentizado, (FÁBULAS Y EXTRAVÍOS), que ya no está pero que rescato aquí por si tuviera alguna utilidad o significación. Lejos de mí la feroz tontería que es el intento de explicar la poesía

      Con la segunda serie poética, poema o poemario, a la hora –a las horas– de titular, tuve problemas; menores, pero problemas. Durante bastante tiempo –mientras lo escribía–, le dije FRAGMENTOS DE LA QUE PUEDE SER UNA DESPEDIDA, pero nunca me pareció un título; fue una etiqueta, unas palabras reunidas para distinguirlo, sólo eso. Después, radicalicé el asunto y empecé a decirle No; así, con dos letras. Vinieron días y esta solución se me manifestó excesiva. La progresión de la escritura me hacía señales: se repetían muchas veces dos palabras, poco más que dos sílabas: NO SÉ. Advertí que permanecían lapidarias y que, simultáneamente, confirmaban, abrían y reorientaban el título anterior. Y así han quedado; lapidarias, negativas, denotativas y hasta interrogativas. Algo debo añadir: sin saber bien por qué, empecé a colocarlas en distinto nivel, relacionadas en vertical. No busqué una «agudeza» tipográfica. ¿Sería para que presentasen al mismo tiempo asociación y disociación?

      Pero hay más. La portadilla insegura arrastró también algo que sí era un subtítulo: (EXTRAVÍOS Y MANTRAS PRIVADOS). Redundaban los extravíos, pero ¿y los mantras? Yo, a partir de un quizá tardío uso de razón, nunca estuve en pronunciamientos con pretensiones mágicas o trascendentes, pero, a título de apelación a algo o alguien llanamente desconocido ¿no hay en el que digo «mantra» algo, un valor que excede a la fonética y se separa del pensamiento deliberado? ¿No hay la insinuación de un despojamiento? Me siento autorizado a elegir y decir «mantra» («mantras privados») aunque (o porque, quién sabe) su función no sea la habitual atribuida, lo sea a medias o lo sea en manera deforme.

      Como se ve, las confidencias no habían finalizado. Sigo con los que considero avisos, atendiendo a la sospecha de que, aunque menor, puedan ser instrumento aprovechable para la lectura.

      Entro al tercer ¿poemario? Ahora, confidencias o avisos, habré de ser más prolijo.

      Permanece, desde casi siempre, el título más o menos general, MUDANZAS, y también el subtítulo, que no lo es propiamente porque no pasa de ser información (los títulos, opino, han de estar implicados en la sustancia poética que viene). Éste fue creciendo con el libro: TRAKL – NEZAHUALCÓYOTL – MALLARMÉ – HELDER – PLINIO, DIOSCÓRIDES Y OTROS. Éstos son los autores sujetos a mudanza. Buenos son, aunque sus nombres podrían ser más llanamente pronunciables.

      Pero MUDANZAS, ¿qué mudanzas, qué significo con mudanza? Urge, me parece, que lo diga.

      Debo la noción al portugués Herberto Helder, fallecido este mismo año de desgracias que es el 2016; el mayor poeta contemporáneo de Europa, probablemente, si cuento poetas a partir de las llamadas Vanguardias y de nuestra Generación del 27. Helder dijo tan sólo que «mudaba al portugués» poemas nacidos en otras lenguas. No me parece muy buena la explicación de Helder; la encuentro incompleta o desviada; posiblemente con deliberación, que era hombre difícil para las cercanías y las comunicaciones. Creo que Helder hacía bastante más que una traducción. Hacía lo que yo pretendo hacer ahora y aquí: habiéndome apropiado de un poema, partir de él para escribir otro poema. (Es, pienso, imposible que si ciertamente éste otro se alcanza, sea, ya en otra lengua, el mismo, aunque, obviamente, no habría podido existir sin su antecedente. Sin duda, los poemas de Helder tienen y mantienen analogías con sus antecedentes. Sin duda también, son otros. «Mudaba» poemas del sánscrito, del nahuatl, de la lengua de los sioux... , de todas las lenguas vivas, muertas y semimuertas. Era atravesadamente genial, si la genialidad puede ser circunstancia personal verídica. Bien, hago una breve coda antes del punto y aparte que viene. Con base en una voluntad cuyo carácter cabe deducir de lo que digo y de lo que no digo de Herberto, yo hago lo que puedo para llegar al otro poema. Desconociendo también casi todas las lenguas.

      Ahora corresponde que declare sobre el primer «mudado», Trakl. Estaba loco y enamorado de su hermana. Esto fue importante para él en sus días; ya, salvo para exégetas, apenas importa. Sin locura, creo, y sin inclinaciones incestuosas, salvando también calidades y otras diferencias, me siento análogo a Trakl. El apelaba a una «Entidad consoladora»; yo también, aunque mi «entidad» carece de mayúsculas y propiamente de ser, fuera del mío. Trakl transitaba atmósferas azules y buscaba «datos invisibles» en la realidad visible; yo también, con otras coloraciones y buscando otros «invisibles» más indeterminados. Y así he «mudado» a Trakl: articulando múltiples versiones (ruego a los numerosos versores que se den por mencionados y agradecidos). Conservo, «sub-versionados», no pocos datos poéticos suyos, pero incorporando los míos que los mudan confirmando que analogía no es igualdad y que se trata de «otros» poemas.

      El caso que sigue, Mallarmé, presenta otras particularidades. La más decisiva es que los autores del poema «mudado» son –somos– dos: mi hija Amelia y yo. Si el poema se pudiera «trinchar», podría averiguarse dónde prevalecen los «sebos y dónde los magros», dónde la traducción aceptablemente fiel y dónde la mudanza. Pero no se puede «trinchar” la poesía. Además, Amelia está en la filología y yo no; pero Amelia está en la filología con una irremediable sensibilidad creativa y poética, y además aún, Mallarmé es magistral y quizá no genial: los espacios que deja para la «sub-versión» del poema son menos o menores o tienen un acceso angosto. En consecuencia, cabría pensar que, aun siendo como es otro poema el que resulta (contando con la ardua suma de dos subjetividades), éste sea más traducido y menos «mudado» que los de los otros autores que por aquí andan.

      La mudanza de los poemas náhuatl otopame de Nezahualcóyotl, emperador chichimeca de Texcoco, se fundamenta en traducciones de Miguel León-Portilla y de Ángel María Garibay. También Helder «muda» en su «Ciclo nahuatl» a este precolombino, y las serias diferencias entre sus resultados y los míos me confirman en la condición «otra» y en la autoría propia de los poemas que yo aporto. Y que Helder aporta.

      Mudanza de mudanza vienen a ser varios de los otros poemas con antecedente en Helder, y aún hay mudanza triple o cuádruple que, antes que Helder y en relación con la leyenda coránica, mudaron Poe, Mallarmé y Artaud; hablo del poema «Israfel». Todos cinco (dicho sea con cautelas, distancias y respetos) tenemos por nuestro el otro, el poema que aportamos, lo cual avala la «alteridad» del mío aunque no avale su calidad.

      Puestos ya en PLINIO, DIOSCÓRIDES Y OTROS (quién sabe quiénes y cuántos serán los otros), digo que, con toda la indecisión que se da en las literaturas arcaicas, no puedo saber si hay para mis textos antecedente voluntariamente poético o poemático. Más claro me lo depara el doctor Laguna, Andrés de Laguna, de filiación judeo-conversa y segoviano (en Segovia, en una iglesia que no recuerdo, paran sus huesos), protomédico de papas y emperadores, que buen médico sería aunque no importe mucho, y que mucho sabía de la naturaleza vegetal y animal. Lo que no se dice de él es que era un gran escritor (allá la Historia de la Literatura con sus ignorancias y apaños). Y yo añado que era gran escritor hasta el punto de hacer poesía (quizá no poemas) sin darse cuenta. Pues bien, yo he mudado a los que digo, y a los que olvido, y a Laguna, queriendo hacer algo y lo mismo que ya he dicho, lo cual me pide punto y aparte.

      Las