Micaela Menárguez Carreño

Solo quiero que me quieran


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interioridad.

      La vanidad ocupa entonces el centro de la vida. Es el imperio del postureo. Las relaciones humanas se vuelven superficiales y líquidas, y los compromisos se quiebran fácilmente. ¿Por qué dejamos atrás la intimidad, por qué ha dejado de interesarnos?

      Pensar es difícil. Enseñar a hacerlo, aún más difícil. Tras un comportamiento poco reflexivo existe un niño pequeño al que se le han preguntado pocas cosas.

      Cuando un niño dice: «Fulano es tonto», el adulto debería preguntarle: «¿Por qué dices eso?». Y proseguir el interrogatorio, sin dar por hecho que es verdad o mentira, tratando únicamente de indagar y hacerle indagar en por qué dice lo que dice.

      Este ejercicio de reflexión, relativamente sencillo desde que los niños son pequeños, no es tan frecuente. Por eso se hace necesario promover una actitud de escucha, que acostumbre a los niños a pensar antes de actuar.

      Al inicio del capítulo avanzamos dos razones que dan las propias adolescentes para acceder a una relación sexual: «Para sentirme querida», y «por inseguridad». Añadamos ahora otras respuestas sorprendentes y casi siempre tristes, que podrían tener nombre y apellidos:

      1) Para destacar en el grupo al acostarme con el más guapo.

      2) Para verme más mayor, más mujer o más madura.

      3) Para poder contarlo y sentirme líder.

      4) Porque me han dicho que es guay.

      5) Porque buscas que alguien te quiera.

      6) Porque me atrae su cuerpo, porque quiero sentir placer, porque él me presiona y quiere demostrarme así su amor. Y así lo retengo conmigo.

      7) Para saber qué se siente, y hacerme la interesante delante de los demás.

      8) Porque me siento útil para alguien.

      9) Por curiosidad.

      10) Para sentirme deseada.

      11) Para buscar un poco de cariño.

      12) Porque te insultan si eres virgen.

      13) Por problemas en casa. Para mí, esa relación es un refugio.

      14) Para sentirme valorada.

      15) Por aburrimiento.

      16) Como subidón de autoestima.

      17) Para ser la envidia en una fiesta.

      18) Porque nadie te explica la verdad de cómo son las cosas.

      19) Porque te dicen que eres rara si no pierdes la virginidad antes del matrimonio.

      20) Porque te cansas de hacer siempre lo mismo con tu novio, o novia, y quieres ir más allá.

      21) Porque ya has hecho todo lo que puedes hacer, y es lo último que te queda.

      22) Estaba borracha.

      23) Para llevar la contraria a mis padres.

      24) Para no ser un bicho raro.

      Como resumen, podemos decir que en muchos casos se repiten tres razones:

      1. Inseguridad, falta de autoestima, necesidad de aprobación.

      2. Déficit de afecto, necesidad de sentirse querida de forma incondicional.

      3. Debilidad ante la presión del chico y de la sociedad, que anima a iniciar relaciones sexuales.

      Esas chicas, en muchos casos, tienen familias estables y unos padres que las quieren. Pero la adolescencia, la dificultad de las relaciones padres-hijos, la exigencia ineficaz y la rebeldía generan incomprensiones y malentendidos, y dificulta las relaciones entre ellos. Esto crea distancia, física y afectiva, y heridas que se abren y ya no se cierran.

      [1] RUTLLANT, M. Cuatro pinceladas sobre la educación de los hijos para lectores que leen poco. Ed. Dra. Rutllant. 2013

      [2] Edelmira DOMENECH, catedrática de Psiquiatría, Comunicación personal (Universidad Autónoma de Barcelona).

      5.

      EL AMOR SE TIENE QUE SENTIR

      C. S. LEWIS, EL ESCRITOR INGLÉS DE Las Crónicas de Narnia y cuya vida se ha llevado al cine en Tierras de penumbra, tiene un libro que adoro, y que se ha convertido en uno de mis libros de cabecera. Se llama Los cuatro amores. Tengo que reconocer que estoy en deuda con él, ya que sólo cuando lo he leído ha cristalizado en mí un pensamiento que estaba escondido en algún sitio de mi conciencia. Se trata de la importancia del afecto en las relaciones humanas.

      Es tan importante en la vida afectiva del ser humano que, a veces, uno se da cuenta de lo necesitado que estaba de abrazos cuando se nos muere un familiar cercano y todo el mundo te da el pésame.

      Lo primero que tenemos que pensar es con cuánta frecuencia miramos a los ojos a las personas a las que amamos: el marido, la mujer, los hijos, los padres… Estamos tan pendientes de las pantallas que se nos ha olvidado mirarnos y escucharnos. No es raro entrar en un hogar donde cada miembro mira a una pantalla distinta. El esfuerzo de cerrarla para mirar a los ojos y escuchar activamente empieza a ser objeto de terapia.

      Y es muy interesante observar cómo, en muchos casos, la cercanía del padre ha ayudado mucho a una hija a elegir bien el hombre con el que compartirá la vida. Y la lejanía del padre, o la mala relación con su hija han provocado justo lo