Amanda Siebert

El pequeño libro del cánnabis


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la ciencia del sistema endocannabinoide. Esto le ayudó a familiarizarse con la idea de usar el cánnabis antes de lanzarse y, en seguida, cualquier vacilación que tuviera había desaparecido. Empezó a explorar el cánnabis, no como una solución para su ansiedad sino como una herramienta para superarla. La combinación con otras cosas, como la terapia convencional, los mecanismos de enfrentamiento y enormes cantidades de autoamor ha ayudado a Courtenay a mantenerse sin ansiedad durante meses. Con la ayuda de un amigo realizó sus experimentos hasta que, mediante prueba y error, encontró las variedades adecuadas para su ansiedad.

      «Aprendí muy pronto que hay unas variedades que funcionan mejor que otras», dice mientras señala que algunas variedades con un mayor contenido de thc tendían a incrementar su ansiedad, mientras que aquellas que se acercaban a una proporción de uno a uno de thc y cbd eran más beneficiosas.

      «Otra cosa que me ocurre con el cánnabis es que interrumpe los patrones de pensamiento negativo que acompañan a la ansiedad», dice. «Cualquiera que lo haya padecido sabe que te intentan volver a sumergir, y tú puedes intentar salir, pero el cánnabis realmente ayuda a darte un alivio».

      «Plantéatelo como si fuera una manera de conseguir una vista de pájaro o una perspectiva nueva sobre un asunto candente», sugiere. «Añade un nivel de racionalidad que realmente no tienes cuando sufres un ataque de ansiedad».

      eternamente estresados: ¿un fenómeno moderno?

      Hoy en día resulta fácil atribuir nuestros sentimientos reprimidos de estrés y ansiedad a los largos días en la oficina, a los asuntos en nuestras relaciones personales que nos atormentan, o a las cargas financieras como la reparación del coche o las facturas de la tarjeta de crédito. A menudo percibimos el estrés de forma negativa: puedo culpar a mi ansiedad por mi incapacidad para funcionar en el trabajo, o al estrés por la dificultad para ponerme a meditar con tranquilidad. Pero cuando los humanos modernos evolucionaron hace 200.000 años, el estrés servía para un propósito totalmente distinto.

      Aunque podamos proclamar de forma algo estúpida que ir a cazar una comida al súper puede ser estresante, los primeros humanos sobre la faz de la tierra se enfrentaban a un estrés más justificado al tener que competir con otros humanos y depredadores por el alimento, sin mencionar el peligro real de terminar siendo la presa de la caza. Si bien las causas tras el estrés y la ansiedad que sienten los humanos modernos y nuestros congéneres antiguos son enormemente distintas, la respuesta del cerebro es idéntica.

      En la década de 1920, el investigador médico Hans Selye acuñó la palabra «estrés» para describir una tensión física o psicológica en el cuerpo humano. Fue el primero en defender que el estrés podía tener un impacto en la salud. Su modelo explica que el cuerpo responde al estrés en tres fases: (1) alarma, (2) resistencia y (3) agotamiento. La primera fase ocurre cuando el cuerpo encuentra una amenaza, o estresor, y reacciona con una respuesta de lucha o huida. El sistema nervioso simpático se activa cuando el cerebro, en particular la amígdala, detecta el estrés y envía una señal al hipotálamo, quien a su vez indica a las glándulas pituitaria y suprarrenales que segreguen hormonas como la adrenalina y el cortisol. Si la secreción de estas hormonas no induce a la homeostasis, entonces se avanza a la siguiente fase. Durante la segunda fase, la resistencia, el cuerpo intenta regresar a los niveles normales de funcionamiento fisiológico mientras la adrenalina y el cortisol continúan circulando. Mientras esto sucede, el sistema nervioso parasimpático también intenta que el cuerpo regrese a la estasis, o estado de equilibrio. Esta fase suele llamarse estrés crónico: los niveles de cortisol permanecen altos, pero el cuerpo todavía puede gestionarlo. La fase final del modelo de Selye, el agotamiento, se da cuando el estresor excede la capacidad del cuerpo ante el estrés, y termina a la postre agotando sus recursos físicos y volviendo a la persona afectada susceptible a la enfermedad e incluso la muerte.

      La ansiedad, aunque está estrechamente relacionada, no es lo mismo que el estrés. Si bien el estrés es la respuesta del cuerpo a un estresor que existe y puede resultar en una miríada de sentimientos como el enfado, la tristeza o la preocupación, la ansiedad ocurre en ausencia de un estresor y está básicamente asociada al miedo y a la aprehensión.

      A veces resulta fácil identificar las causas de la ansiedad; otras veces aparece de la nada. Aunque la mayoría de la gente experimenta la ansiedad en oleadas, estar en un estado de ansiedad perpetua es como dejar tu interruptor de lucha o huida encendido indefinidamente. Si no se trata, este efecto prolongado puede contribuir al desarrollo de trastornos de ansiedad que pueden hacer que llevar una vida normal sea casi imposible. El trastorno de ansiedad generalizado, el trastorno de pánico, el trastorno de ansiedad social, el trastorno obsesivo-compulsivo, el tept y algunas fobias en concreto: todos están bajo el paraguas de la ansiedad.

      el uso histórico del cánnabis para la ansiedad

      Hoy en día, puedo usar el cánnabis para aliviar el estrés y la ansiedad disfrutando de unas bocanadas de mi vaporizador o dándome un baño con una bomba de jabón impregnada con thc, pero en la antigua India, una forma popular de combatir el estrés consistía en usar un mejunje llamado bhang, una pasta hecha a base de los cogollos y las hojas del cánnabis que se mezclaba con leche, ghee y especias para confeccionar una bebida. Se usaba a menudo para facilitar la meditación y la trascendencia. En la escritura sagrada Atharvaveda (1400 a. c. e.) se describe el cánnabis como una de las cinco plantas que ofrecen la «liberación de la aflicción». El bhang se utiliza aún hoy en día, y forma una parte tan integral de las prácticas hindúes que fue excluido de la Ley de drogas narcóticas y sustancias psicotrópicas de 1985.

      No fue hasta 1843 cuando el cánnabis irrumpió en la medicina occidental. William O’Shaughnessy trabajaba en Calcuta cuando presenció por primera vez el uso del cánnabis como medicina. Pronto adoptó la planta y la empezó a usar para el tratamiento de varias dolencias, a la vez que pedía consejo a los estudiosos indios de su tiempo sobre los métodos de preparación. A la postre, O’Shaughnessy descubrió que las tinturas de cánnabis eran un tratamiento efectivo para el cólera, y esa idea llamó la atención de los clínicos en Europa y América del Norte, que no habían conseguido una cura para esta enfermedad letal.

      Esto, a su vez, suscitó el interés de más doctores y científicos y, en los siguientes veinte años, los investigadores del mundo occidental publicaron más de cien artículos sobre el cánnabis y su valor terapéutico. En 1851, la U.S. Pharmacopeia listó por primera vez el extractum cannabis, o extracto de cánnabis, como una medicina reconocida. Se incluyó en las sucesivas ediciones hasta 1942, después de que la Marihuana Tax Act (Ley de Tasación de la Marihuana) de 1937 declarara el cánnabis ilegal a nivel federal. De igual manera, el Dispensatory of the United States of America, una suerte de guía que listaba drogas de origen botánico y sus usos varios, afirmaba que el cánnabis podía «recomponer la inquietud nerviosa» y, en concreto, recomendaba su uso para un abanico de dolencias relacionadas con la salud mental incluyendo la histeria, la depresión e incluso la locura.

      cómo puede ayudar el cánnabis

      En la actualidad, los investigadores están trabajando para averiguar cómo funciona el cánnabis en el cuerpo para aliviar la ansiedad. Los estudios resultantes hasta ahora han demostrado que el cánnabis y sus compuestos más comúnmente estudiados —los cannabinoides thc y cbd— pueden modular la ansiedad dependiendo