en la mesa el contrato con la firma del propietario. Sólo faltaban los detalles del propietario. “Pero si no te gusta la casa como está, sólo tienes que devolverle las llaves a mi tía y marcharte. Mañana vendrá a ver el piso otra pareja con un niño de cinco años y ya le han dicho a mi madre que la quieren urgentemente. Con o sin vajilla”.
“ Los platos no tienen nada que ver”, se alteró Ethan preocupado.
Aunque si le resultara antipático ese muchacho, Abigail tenía que admitir que entendía completamente su malestar, pero no pudo pronunciar una palabra por miedo a ser echada de la casa.
“ Entonces, no me queda otra opción que decirles que tomen una decisión, porque mañana quiero el contrato firmado con el dinero del alquiler o las llaves del apartamento”, dijo nerviosa la mujer dirigiéndose a la salida. “Y ahora, si me disculpan, ¡tengo que irme corriendo en este día terrible! ¡Luego mi madre, ahora el trabajo! No puedo más.”
Ni siquiera les dio tiempo de responder o saludarla que ya había corrido hacia las escaleras dirigiéndose al automóvil aparcado en doble fila.
“” Menos mal que estaba disponible para cualquier aclaración””, pensó la muchacha furibunda.
“ ¿Y ahora qué hacemos?”, murmuró enojada, sentándose en el diván polvoriento y lleno de ondulaciones. Probablemente estaba lleno de ácaros, pero estaba demasiado cansada y abatida como para limpiarlo antes de sentarse.
“ De verdad, no lo sé. Lo único de lo que estoy seguro es que no puedo seguir durmiendo en el diván del pub por mucho más tiempo.”
“ ¿No tienes una casa donde estar?”
“ No. El último apartamento donde viví lo compartía con un amigo, pero hemos peleado y prácticamente me ha echado”, confesó Ethan, sentándose a su lado.
“ ¿Cómo es posible?”, preguntó curiosa. Estaba obsesionada con los detalles de la vida de los demás, que después le gustaba adaptar y usarlos para escribir historias. Le faltaban tres meses antes del vencimiento de la fecha del concurso literario “Vagando entre líneas”, y todavía no había escrito una sola página. De verdad necesitaba una inspiración.
Ethan la miró enmudecido, antes de responderle con otra de sus falsas sonrisas.
“ ¿No sabes que la curiosidad mata al gato?”.
“ Sí, pero la satisfacción lo trajo de vuelta, como dice el proverbio”, respondió, haciéndolo sonreír.
Finalmente, una sonrisa sincera, incluso si fue breve como un relámpago en el cielo.
“ ¿Tú? ¿Por qué quieres tanto esta casa? ¿No puedes buscarte otra?”, cambió de tema Ethan.
“ Me llevó un mes encontrarla. Me gustó desde un principio y hay espacio para todos nosotros”. Además, podía ir y venir de las casas de Rachel y Emma como había hecho durante esos dos meses, desde que había escapado de casa.
“ ¿Nosotros?”, repitió el muchacho alarmado.
“ Sí. Otelo, mis tesoros y yo.”
“ ¿Te refieres a tu novio y tus hijos?”
“ Mi novio felino”, admitió enrojeciendo. No era su culpa si adoraba locamente a ese diablillo. “Y los otros animales que tengo, pero están todos en jaula.”
No le gustó la mirada de asombro y burla de Ethan, pero sabía que aquellos que no tenían animales no podían entender el amor por un gato o un hámster.
“ Imagino que nunca tuviste un animal”, dijo mirándolo como si fuera una persona inútil y carente de sentimientos.
“ No, jamás. A veces no puedo ocuparme siquiera de mí mismo, imagínate si me hago cargo de un perro u otro animal.”
“ Bien, yo tengo muchos animales. Los adoro y, aunque me voy de casa, he decidido llevarlos conmigo. Jamás podría dejarle Otelo a mi madre después de ocho años de convivencia llenos de ronroneos y mimos. Además, él me necesita. No podría abandonarlo... nadie lo entiende como yo”, intentó explicarle, pero Ethan por respuesta resopló, levantando los ojos al cielo.
“” ¡Insensible ignorante!””
“ De todas formas, no tengo otro lugar adonde ir, mientras tú tienes a tu madre, ¿verdad? ¿No puedes quedarte con ella?”
Hablar de su madre la hizo estar mal y volver a pensar en su última pelea y al motivo por el cual había escapado de casa, literalmente.
Su traición todavía dolía. Todavía no había sido capaz de olvidarlo y realmente esperaba que tener su propia independencia la ayudara a olvidar o al menos a perdonarla.
“ No, no puedo”, susurró entre lágrimas.
“ ¿Por qué?”
“ No tengo ganas de hablar de eso”, murmuró de repente triste y sola.
“ ¿Y tu padre?”
“” ¿Mi padre? Sí, él… quien sabe dónde está.””
“ Murió antes de que naciera”, respondió como había hecho siempre hasta dos meses antes, mientras intentaba contener la ansiedad que sentía desde que había sabido la verdad.
“ Lo lamento. Disculpa.”
“ No te preocupes. Ni siquiera lo conocí, por lo que no tengo recuerdos tristes de él”, suspiró, dándose cuenta de que era la única cosa sincera y verdadera que le había quedado después de ese terrible episodio.
“ Escucha, entiendo que tú también tienes problemas, pero para mí es verdaderamente muy importante mudarme aquí lo antes posible.”
“ También para mí.”, resopló desesperada, intentando que él se apiadara.
Por un momento sus respiraciones se mezclaron por la cercanía, pero luego él se levantó de golpe y tomó otro cigarrillo con gesto nervioso.
¡No conseguía entender a ese muchacho!
“ ¿No puedes dejar de fumar?”, se quejó asustada de las posibles consecuencias del humo en sus pulmones.
“ Me ayuda a pensar.”
“ Te ayuda a morir, en todo caso”, lo corrigió.
“ No tengo miedo de morir”, sentenció, encendiendo el cigarrillo.
“ Yo sí”, confesó aterrorizada. “Entonces si quieres matarte, ve a la terraza, por favor. Y ten en cuenta que si te tiras harás menos daño al agujero de ozono y es una muerte más rápida y menos dolorosa.”
“ ¡Qué molesta!”, gruñó Ethan, yendo a la terraza.
Desesperada y sola, intentó llamar a las únicas dos personas en el mundo que eran capaces de entenderla: Emma y Rachel. Necesitaba su consejo y que le dijeran qué hacer. Nunca había sido buena en tomar decisiones autónomamente.
Lamentablemente Emma tenía el teléfono ocupado y no le respondió, así que le dejó un mensaje, mientras en la oficina de Rachel respondió Kerry, la secretaria, diciéndole que su amiga estaba en una reunión y no podía ser molestada.
Desilusionada y amargada más que nunca, se dirigió deprimida hacia el balcón, preguntándose cuanto podía doler golpearse contra el pavimento cayendo del segundo piso.
“ Mejor lo dejamos así… desafortunada como soy, corro el riesgo de sobrevivir y quedar paralítica por el resto de mi vida”, reflexionó mientras Ethan apagaba el cigarrillo en la baranda de la terraza.
“ ¿Puedes fumar sin ensuciar toda la casa?”, le dijo molesta.
Lo vio mirarla como si fuera una pobre loca.
“ Tú encuéntrame un cenicero y yo te llevo