y me dijo que el banco te rechazó el último préstamo”, respondió Emma, intentando distraerlo hablando de la Marconi Construcciones. Cosa que normalmente funcionaba.
“ Si, mi querida. Los tiempos dorados terminaron y esta crisis nos está cortando las piernas. De todas formas, tenemos pérdidas desde hace demasiado tiempo… ya llevamos cinco años que continuamos con este descenso al infierno y yo empiezo a no ver el final del túnel. No me sorprende que Giulio haya tenido un infarto. Después de tantos años trabajando duro para lograr algo de lo que estar orgulloso, ahora verse destruido por los bancos, con el consejo de administración que quiere vender las acciones a cualquiera que se divierta desarmando las empresas… Yo… yo…”, se enojó Cesare, pero después el cansancio y la fatiga respiratoria le fueron quitando las palabras.
“ Te lo ruego, tranquilízate”, se asustó de inmediato Emma yendo hacia él y tomándole la mano. Su abuelo tenía setenta y ocho años y, si el corazón le funcionaba bien, no se podía decir lo mismo de los pulmones después de haber pasado años fumando como una chimenea. Los doctores le habían quitado los cigarrillos y la pipa desde hacía tres años, pero él seguía sufriendo de espasmos respiratorios por el estrés.
“ Tendrías que ceder el puesto a uno de nosotros y retirarte, papá”, le había dicho su segundo hijo Samuele en una cena familiar, pero la mirada helada que había recibido como respuesta lo había enmudecido durante toda la velada.
“ Ya lo habría hecho si hubiera encontrado entre esa manada de holgazanes que viven entre algodones, al menos un hijo o un nieto merecedor y con el mismo fuego en las venas que yo”, le había dicho luego a Emma una vez que se quedaron solos.
“ Fui a ver a Giulio en el hospital unos días antes de su muerte, ¿sabes?”, le confesó su abuelo trayéndola de vuelta a la realidad.
Emma quedó con la boca abierta. Sólo pronunciar la palabra Giulio estaba prohibida en presencia de su abuelo y ahora le dejaba saber que ambos se habían visto dos meses antes.
“ No me lo habías dicho”, susurró Emma sorprendida.
“ Lo sé. El hecho es que supe que había tenido un infarto. Me llegó el comentario que estaba muriendo, lleno de remordimientos por estos doce años alejado de él por el loco amor por una mujer a la que no volví a ver, fui a verlo.”
Emma hubiera querido pedirle mil explicaciones: ¡¿la pelea entre su abuelo y Giulio fue por una mujer?! Eso, si que no se lo esperaba. Por lo que sabía, su abuelo todavía estaba unido al recuerdo de su difunta esposa, la madre de sus cuatro hijos.
“ A diferencia mía, él ya había encontrado un heredero a quien dejar el mando”, continuó el hombre.
“ ¿Quién?”
“ El hijo de Giacomo y Eleonor. Por lo que parece, del hijo más estúpido de Giulio nació el mejor nieto.”
“ ¿Aiden?”, murmuró apenas Emma que de todas formas había olvidado cómo pronunciar ese nombre en voz alta, desde que le había sido prohibido. Incluso si en realidad en cada uno de sus cuentos siempre había un bellísimo e intrépido Aiden que salvaba a la protagonista.
“ Sí”, respondió Cesare ligeramente contrariado. “Y además es muy bueno. Sé también que a la Marconi Inmobiliarias le estaba yendo mal y, sin embargo, todavía está a flote y Giulio me confesó que le debía todo a Aiden. Me informé y es verdad. Ese muchacho ya se hizo un nombre en el mundo de los negocios y por lo que parece no es uno que anda con vueltas cuando se trata de cerrar un trato, incluso si aparenta tener una máscara de hielo.”
De todas formas, Emma no recordaba siquiera la última vez que había visto a Aiden. Había pasado una eternidad.
“ Quien sabe cómo se convirtió…”, pensó.
“ Hace algunos días Aiden vino a verme. Me trajo una carta de mi primo en la que me pedía que salvara nuestro nombre y a la familia. Se disculpaba por no haber sido siempre honesto conmigo y me imploraba que devolviera a la Marconi Construcciones su antiguo esplendor.”
“ Pero de todas formas está muerto.”
“ Sí, pero ya llevé la carta a un abogado y me dijo que tiene valor, por lo que puedo impugnar la herencia de Giulio. Sin embargo, no quiero destruir lo que hemos construido, es más quiero hacer que la Marconi vuelva a ser lo que fue, como él lo pidió. Quiero cumplir su deseo.”
“ Tendrás que ponerte de acuerdo con Aiden.”
“ Ya lo hice y él aceptó.”
¿Todo en una sola semana? Claro que su abuelo sabía como mover cielo y tierra en poco tiempo.
“ Me alegro mucho”, respondió con cautela escondiendo la felicidad de poder ver nuevo a Aiden.
“” Quien sabe si él también se acuerda de nuestro beso de hace doce años atrás…””, pensó soñadora y reconfortada por el hecho que, gracias a sus investigaciones secretas, sabía que también él estaba todavía soltero.
“ A mí no.”
“ ¿Por qué?”, preguntó Emma curiosa. ¿Cuándo su abuelo había aceptado hacer algo en contra de sus deseos?
“ Porque tú eres parte del acuerdo”, le respondió aferrándole las manos aún más y encadenándola con una mirada que parecía plata.
“ ¿Yo?”
“ Sí, queremos hacer una fusión de las dos empresas, pero no queremos levantar más sospechas aún, así que hemos pensado en una unión que distraiga de los verdaderos problemas y que castigue a la familia Marconi.”
“ Me parece una buena idea”, susurró Emma sabiendo cuanto se preocupaba su abuelo en no crear escándalos.
“ Emma no has entendido. La fusión se trata de tu matrimonio”, aclaró el hombre con voz sufrida.
Fue precisamente la palabra matrimonio la que desconectó todas las neuronas del cerebro de Emma.
En contraposición, su corazón le hacía sentir un ataque de taquicardia con triple salto mortal.
“ Tú y Aiden”, remarcó el abuelo creyendo que el silencio de Emma se debiera a la falta de comprensión de sus palabras.
Emma intentó razonar.
Nada, las neuronas estaban todas en coma etílico, borrachas de felicidad y anticipación.
“ Hija mía, te lo ruego, respóndeme. He llamado a Aiden antes de que llegaras porque tengo que confirmarle la fusión, pero si tú no quieres o no estás de acuerdo…”
Emma intentó decir algo, pero todo su sistema nervioso estaba apagado.
Se estaba recomponiendo, cuando sonó el intercomunicador.
Era la secretaria. Aiden Marconi había llegado y quería una respuesta.
Las palabras soeces que salieron de la boca de Cesare sorprendieron incluso a Emma que no estaba acostumbrada a ese lenguaje.
Ni siquiera golpearon, sino que la puerta se abrió para dejar entrar a Aiden, seguido por la secretaria furiosa que continuaba a decirle que tenía que ser anunciado.
“ Tengo una reunión dentro de una hora. No tengo tiempo para esperar”, le respondió de mala manera el hombre acercándose al escritorio con grandes pasos.
“ ¡Dios mío!”, explotó la mente de Emma recuperando un mínimo de comportamiento frente al joven que estaba frente a ella y la miraba en estado de shock.
“ Mi marido… Aiden será mi marido”, le comunicaron las únicas dos neuronas que se despertaron del coma. Emma permaneció con la boca abierta, todavía con las manos de su abuelo entre las suyas y ligeramente apoyada en el escritorio, mientras sus ojos intentaban buscar al Aiden de quince años que recordaba en ese bellísimo hombre que la miraba desde su altura de casi un metro