Luis Angel Aguilar

Muchachos que no besan en la boca


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todo es continuar la marcha–

      : con la primera escalerilla

      alcanzamos de seis pisos

      la azotea

      se veía el mar de aquella altura

      sentí que me besaba como aprisionando

      mis labios a sus aspiraciones

      [que me tragaba un poco–

      a tres o cuatro pasos asomaba el abismo

      nos fuimos hacia él e hicimos algo

      muy parecido al amor mirando calle abajo

      bajamos al cielo y después del edificio

      nos despedimos con un beso final

      [boca de amargos

      visitantes que heredan el aliento de frambuesa

      para dibujar lejanías a la memoria–

      un beso final una escalera

      muda que garabateaba

      unos números

      no lo llamé

      nunca volví a verlo

      siempre me han dado miedo

      las alturas

      Para Pinty, hasta Matanzas, hasta siempre.

       en sandino

      también todos los días

      pasa la nada

      [salvo cuando murió el abuelo

      carcomido de a poco por fumarolas

      pequeñísimas que enlistaba la libretaiii

      como quien recibe de su heroísmo

      la muerte a cuentagotas–

      aquella tarde

      en parque central

      luego de dar muela a policías

      y salir del claustro aquel de zanjaiv

      la salud de la abuela fue emergencia

      el cuerpo era espigado y rubio

      –me contaron–

      el vello parejito de las nalgas

      una disposición discreta de carnero

      que tiró sobre la cama

      cuando empezó el acoso tubular

      cuando el mástil francés tanteaba la furia

      a aquella isla

      él miraba con atención de cirujano autista

      los ojos del extraño

      no hizo movimientos

      su estoicismo de barco a punto de hundimiento

      lo coronó el silencio de esa carne que temblaba

      con las embestidas de otra carne antigua

      –negociación tan vieja como el maderamen

      yo nunca pude

      recordar

      mucho

      de aquella historia

      [salvo

      esa mirada plana

      la curiosidad sin preguntas de sus ojos

      –negros, casi muertos–

      que cumplían el ritual sin aspavientos–

      nunca supe recordar

      su nombre

      para Fernanda Crancianinov, por mi Aurelia.

       soportan a la espalda malos juicios

      públicos rescoldos

      en toda esquina del mundo

      [les dicen pingueroschichifosragazzosmayateschaperosga-

      rotosdeprogramataxiboyschancerosotinieblos–

      reinventores de todas las pasiones

      ellos no se inmutan

      van al gimnasio

      y asolean su deseo

      en la playa más cercana

      no les preocupa la duda

      [conocer gente nueva cada día

      es habitar la desconfianza

      : su vida ha sido siempre

      última vez

      y olvido

      y nunca más

      y no saber de quién

      se han despedido–

      por lo bajo en los

      susurros del solarv

      los señalan por su cobardía

      nada más lejano

      : sólo un hombre valiente hace su vida

      con lo que tiene a mano

       el conocimiento que ambos tienen

      de su alma es inversamente proporcional al conocimiento

      de las almas ajenas;

      por eso el contrato es exacto y justo

      : uno entrega su belleza para ser quebrada

      por las manos visitantes

      si se mira bien, la víctima convierte al victimario en

      víctima

      [

      : no es otra cosa un asesino–

      el otro sabe que su belleza es un sol terrible

      despiadado

      y oferta la exigida precisión

      de las caricias compradas

      [

      : la experiencia es también un crimen alevoso–

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