Jean-Marc Gouanvic
¿Qué es un clásico?
¿Dijo «popular» (Pierre Bourdieu)?
La traducción de los «clásicos»
Bibliografía
Marta Pragana Dantas
El mercado editorial brasileño: elementos del contexto
La traducción en Brasil
La importación de la literatura francesa a Brasil
Bibliografía
El lugar de las traducciones en el mercado editorial polaco después de 1989
Elżbieta Skibińska
La recomposición del espacio editorial en Polonia después de 1989
Las funciones de las traducciones en el espacio editorial recompuesto: acumulación del capital, «recuperación», estímulo
Las lenguas traducidas
La posición del francés y del alemán entre las lenguas traducidas
Anexos
Bibliografía
Ioana Popa
La recepción editorial de las literaturas de Europa del Este: breve mirada general
Dos lógicas específicas de importación editorial (1970-1980)
Un «noble en decadencia»: el interés por la actualidad político-literaria
Un editor excéntrico: la apuesta por el «patrimonio» literario
El relevo de los nuevos jugadores (1980-2000)
De una editorial «periférica» a un grupo multinacional
Bibliografía
Introducción
Gisèle Sapiro
Las recientes transformaciones que han afectado la cadena de producción del libro se han analizado, en general, desde el punto de vista del proceso de racionalización y de concentración, como causantes de la aceleración del círculo de fusiones-adquisiciones de estos últimos años. Curiosamente, se ha prestado menos atención a las modificaciones sufridas por la configuración de las relaciones espaciales y de la estructura del espacio de la producción editorial. Ahora bien, el comercio del libro es, ante todo, un asunto de territorios, y estos determinan las formas de circulación: zonas lingüísticas, áreas geográficas de distribución, fronteras nacionales que circunscriben espacios jurídicos y políticas públicas, territorios imaginarios que asocian identidades con lugares y crean un horizonte de expectativa.
La definición de las fronteras constituye una cuestión de lucha dentro de cada uno de estos espacios y entre ellos mismos. Lo que se designa con el término mundialización se ha manifestado, en el comercio del libro, como una recomposición del espacio editorial internacional, principalmente tras la caída del muro de Berlín y el fin de los regímenes dictatoriales en España y en Latinoamérica, así como por medio de una fuerte intensificación de la circulación transnacional de los libros. Estos fenómenos no son reductibles al proceso de racionalización. El término mundialización o globalización, importado del inglés, del mismo modo que el concepto de desarrollo al que este reemplazó, es empleado con frecuencia tanto por sus promotores como por sus detractores para describir un fenómeno o un proceso homogéneo, lineal, que involucra todos los sectores, y que comprende la hibridación de las culturas para unos y la estandarización para otros.
Estos discursos, que rara vez se apoyan en análisis empíricos, implican tres asuntos esenciales: la inscripción de las evoluciones actuales en un proceso plurisecular de formación de una economía-mundo que se remonta al siglo xvii y a la que se han integrado progresivamente un mayor número de regiones1; la configuración de las relaciones espaciales desiguales que ubican a ciertos países en el centro del sistema y a otros en la periferia2, y las lógicas específicas de diversos universos sociales, en particular de los universos de producción cultural que, a pesar de estar inmersas en el sistema de las relaciones económicas y políticas, tienen reglas y jerarquías propias3.
El mercado del libro constituye hoy un vehículo mayor de intercambios culturales internacionales. La «globalización» es presentada a menudo como un proceso llamado a favorecer los intercambios interculturales, el «mestizaje», la «hibridación» y la revalorización de las culturas locales o minoritarias, marginalizadas por los Estados nación. Sin rebatir el interés de tal objetivo, los análisis concretos de este proceso invitan a matizar y relativizar la visión encantada de un mundo sin fronteras ni jerarquías simbólicas. Contra el enfoque culturalista, se debe recordar que estos intercambios se insertan en relaciones de fuerza desiguales entre culturas, en los planos político, económico o cultural, relaciones que se deben estudiar para entender las modalidades de circulación transnacional del libro, que se dan, sobre todo, del centro a la periferia.
Aunque la internacionalización del mercado del libro no es un fenómeno nuevo, ha sufrido una aceleración desde la década de 1980. Esta evolución no es, como se dijo, una simple consecuencia del proceso de racionalización y de asuntos económicos como la búsqueda de nuevos mercados. Contra el enfoque economicista, se debe recordar, como señala Pierre Bourdieu, que el mercado de los bienes culturales posee criterios de jerarquización y una economía que le son propios. Objetos de patrimonialización, los bienes culturales presentan características específicas desde el punto de vista de las modalidades de producción, así como de circulación y de apropiación, que obedecen a una triple lógica: económica, política y cultural, y cuyo agenciamiento es variable. Testimonio de ello fueron las protestas en defensa de la excepción cultural, suscitadas, a finales de la década de 1980, por las negociaciones del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (General Agreement on Tariffs and Trade [gatt]), durante la Ronda Uruguay, sobre el proyecto de liberalización del comercio de los servicios, categoría en la que se ubican los bienes culturales, y que dio lugar a posturas nacionales e internacionales, en especial de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), que promovió el principio de la diversidad cultural, el cual fue adoptado en el 2001.
En el seno de la producción cultural, el libro presenta, de igual manera, algunas especificidades: un soporte que ha conocido un proceso de industrialización precoz gracias a los medios de reproducción técnica, sin que estos afecten el valor simbólico de su contenido inmaterial4. A diferencia de las obras de arte5 sigue estando parcialmente regido por un modo de producción artesanal6, y a diferencia de la música o del cine, cuyo proceso de industrialización es mucho más avanzado7. Su antigüedad y su alto prestigio simbólico como soporte de la cultura letrada e instrumento de transmisión del saber han hecho de él el centro de políticas públicas mucho antes de que lo fueran otras industrias culturales como el cine o la música8.
Además, a diferencia de otros bienes culturales como la música, la danza o las artes plásticas, la circulación de los libros entre zonas lingüísticas es limitada debido a la barrera de la lengua. La mediación de la traducción implica un costo económico suplementario, pero