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Detrás de la máscara. Vol I


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inundadas.

      »Era una ciudad maravillosa, hermosa por todos lados, fascinante, con rincones únicos, sí, olía bastante mal, casi como el interior del agujero norte de Trojo… Pero… ¡era mi ciudad!, todo era mágico, las noches eran una locura, todo podía suceder en sus barrios de luces eternas, ¡ohhhh!, te envolvían hasta turbarte la visión…

      »¡¿Y por el día?!, ufff, por el día, con la luz, bueno…, cuando había jajaja, enseñaba aquel lado sexy y romántico que embelesaba, era de película, ¿sabes niñita?

      —Ehhh «¡Cómo odio que me llamen niñita!». Ehh… «desisto». Solo he leído sobre París —Sahanna mira al cielo—, me he imaginado su belleza cientos de veces, a los enamorados paseando por los jardines, la estatua de la libertad saludando al río Sena desde la Isla de los Cisnes… Me encanta el mundo antiguo, los castillos de los viejos reinos, los restos de todos los imperios (Nota del autor: cuando dice imperios antiguos, realmente se refiere a los países del siglo XX), imagino cómo vivían, sus ropas, el alimento, he leído mucho, intento comprender cómo pudo pasar todo, investigo cómo eran cada uno de ellos y escribo…

      —¿Escribir el qué niñita?

      —Por favor, no me llame niñita, le he dicho que tengo doce, bueno, casi trece años.

      —Jajaja, está bien, has dicho Sahanna, ¿no?

      —Sí. «Creo que es la milmillonésima vez que se lo repito».

      —Bonito nombre, escribir, ¿el qué?

      Sahanna mira al exterior, le agrada que el «ca» (Nota del autor: el ca era un vehículo para transportar personas), no tenga puertas, nunca le gustó perderse nada del paisaje, su vista intenta captar nuevos elementos cada vez que realiza aquel camino, mientras su mente soñadora la transporta a su idílico mundo en el que todas las personas que ella amaba, están allí, felices, con grandes sonrisas dibujadas en sus rostros y en armonía.

      —Quiero que las generaciones futuras sepan cómo era aquel mundo, la vida diaria, las numerosas especies que coexistían, dibujar los antiguos edificios, las enormes ciudades, investigar… ¡Mi madre me ha dicho que algún día cuando las cosas mejoren me llevará a ver los restos de todas esas ciudades de la historia, podré ver La Tour Eiffel y explorar todo lo que encontremos!, es una mujer magnífica, mi objetivo es encontrar todos los monumentos que salen en los libros que he leído, iré con mi ami Nana, veremos el mundo cuando crezcamos…

      A la vez que habla sobre el futuro, su mente ha viajado hasta él, allí está, explorando y documentando todo lo que encuentra a su paso, puede visualizar a las generaciones futuras leyendo sus libros, estudiándolos, viendo la sonrisa de Nana con cada descubrimiento…

      Una profunda y sonora inspiración llena el pecho del carrater, alertando a Sahanna de que está preparado para volver a hablar.

      —Ains, niñita, ¡perdón!, Sahanna —el cerebro de Sahanna deja de proyectar su idílica película, obligándola a regresar a la conversación—, creo que has de olvidarte de ese mundo antiguo, tu madre no te lo habrá dicho para no herirte, pero me caes bien y pareces una chica lista. De aquello solo queda un espejismo, no hay que hurgar en el antaño, duele…

      »Hemos de dar gracias a que los pocos que sobrevivimos supimos encontrarnos y poco a poco crear todo esto. Entiendo que Trojo se te quede pequeño, pero remover el pasado en este momento solo serviría para desmoralizarte a ti y a los que sigan el resultado de tus aventurillas, en mi opinión, creo que con lo inteligente que pareces deberías preocuparte más por el presente y el futuro de nuestro pueblo, nunca se sabe lo que puede pasar…

      —Ehhh, no creo que…

      —Niñit…, Sahanna, yo era abogado, de los buenos, ¿sabes lo que es un abogado?

      —Ehhh, sí, he leído sobre ellos, en un libro que encontré les llamaban «chupasangre»…

      —¡Ja, ja, ja! —Sunmen se ríe sonoramente.

      Sahanna lo mira extrañada, prosigue su argumento sin perder un segundo, sabe que, si hace una pausa, por breve que sea, él hablará de nuevo y se quedará sin decir lo que quiere.

      —Por lo que he deducido y mi madre me explicó, ¿eran algo parecido al señor que habla con las partes cuando hay algún problema de la colonia y no llegan a un acuerdo?, entiendo que ¿pactaban bebiendo sangre o la utilizaban para algo, no?, lo que he encontrado es confuso y mi madre no me aclara nada…

      En realidad, no entiende del todo a qué se dedicaban exactamente, ni tampoco la relación de la palabra «chupasangre» que había leído en aquel manuscrito, le sonaba irracional, nociva, conocía al mediador de Trojo, siempre era justo y bondadoso. Cada vez que pregunta a su madre, esta responde con evasivas, odia profundamente las escapatorias que utiliza para no hablar de nada relacionado con el pasado.

      De manera fugaz, su cerebro le grita que si le contesta lo que él quiere oír dejará de darle absurdos consejos cobardes y conformistas.

      ¡No!, «Si él se permite el lujo de decime estas estupideces, se las rebatiré abogando a la razón y al conocimiento, no estoy dispuesta a ceder ante este tipo solo por agradarle».

      —¿Cómo? —El carrater ríe sin parar, con los ojos enfrascados en lágrimas, algo que a Sahanna le molesta profundamente—, algo así, niñita, eres demasiado joven para entender o conocer una profesión de las que había antes de la Gran Sequía, era parecido, pero no se podía ser amigo de todos, solo de una parte.

      —¿Y… cómo sabían cuál era la parte que tenía razón?

      —Ains, niñita, qué fáciles son tus preguntas y qué difícil sería que las entendieras, dejémoslo, ¿de acuerdo?

      —Ehhh, no soy imbécil, ¿sabe?, y le repito, no me llame niñita…

      —Lo sé, lo siiiiennnnto, te contaré un poquito.

      —«Solo quiero llegar, este idiota cada vez me cae peor…»—.

      —Mi vida no era esta, ¿sabes?

      —«Sí Sahanna, te lo va a contar otra vez, Nana, qué ganas tengo de verle…».

      Sahanna vuelve a zambullirse de nuevo en su mente, bucea por su imaginación, de repente se acuerda, «la nieve», nunca la ha visto y tiene la certeza de que nunca lo hará, mete su mano en el bolsillo y saca una fotografía que siempre lleva con ella.

      La analiza con cariño, recuerda el día en que, explorando, entró en una vieja casa abandonada, su madre le tenía prohibido meterse en lugares sin asegurar, a su parecer, su madre le tenía prohibido el casi total de las cosas divertidas de la vida.

      Lo difícil para ambas, es que ella no creía en los límites de la curiosidad, así que, con mucho cuidado, desobedecía constantemente las órdenes, ruegos o cualquier frase que la condicionara a hacer algo, sobre todo si venía de su progenitora.

      De pronto, una corriente eléctrica recorre su cuerpo, recuerda momentáneamente la alegría que le invadió cada célula de su sistema, cuando la vio, allí estaba, intacta, aquella antigua fotografía olvidada en una pared, insólitamente era de papel, protegida por un fino cristal, bordeado con un horrible marco plateado, un tesoro con aquel fondo blanco que resaltaba a la vista, una familia feliz en primer plano, extraña, llevaban mucha ropa encima y objetos en pies y manos, todos sonreían, en los pequeños trozos de cara que asomaban, resaltaban minúsculas rojeces que no llegaba a entender, rebosaban tal alegría que podía sentirla.

      Siempre que observa la fotografía, se imagina que esa familia sonriente, sin miedo ni preocupaciones era la suya, disfrutando del momento como una familia «normal».

      —Era socio de un gran bufete, eso es, bueno… era un sitio donde había muchos de esos «chupasangre», como bien has dicho, jajaja, nos encargábamos de defender a gente muy poderosa, culpable o inocente, no importaba, lo importante era el dinero, el maravilloso y abrumador dinero, el poder, deleitarse saboreando la punta de la pirámide